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sábado, abril 20, 2024

Descifrar el caos social

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El sufrimiento humano se transforma en un hecho televisivo, sin entidad vital.

La realidad actual es para especialistas, específicamente Semiólogos, que descifren este oscuro entramado del sentido social, también conocidos como “trabajadores del lenguaje”. Los que gobiernan se han propuesto armar un laberinto con los códigos sociales, lamentablemente, para enturbiar la comprensión colectiva. Necesitan ciudadanos desorientados e inmovilizados, que no repararen en su entorno vecinal y no puedan desprenderse de sus preocupaciones íntimas (entiéndase, la supervivencia cotidiana: alimentación/luz/gas y demás yerbas).

Esta dramática es tema esencial de los Semiólogos, aquellos pensadores que se dedican a develar los sistemas de comunicación dentro de las sociedades humanas, estudiando las propiedades generales de los sistemas de signos, como base para la comprensión de toda actividad humana. El fenómeno de la semiosis (cualquier forma de actividad, conducta o proceso que involucre signos, incluyendo la creación de significados) es la instancia donde “algo significa algo para alguien” y es por lo tanto portador de sentido. Esencialmente se trata de instalar sobre el sentido común, nuevos significantes, desplazados de su sentido corriente y que remitan a otros significados.

Precisamente, la característica actual, es que estamos ante un gobierno de fenomenales manipuladores, o que otra cosa son, estos “comunicadores”, que intencionadamente deforman sus dichos, dicen y se desdicen, alteran la percepción normal, donde por ej. “Protesta social” se desplaza semánticamente y ya es definidamente “caos vehicular”, minimizando, groseramente su sentido original de lucha popular. “Olla popular”, ahora es “acampe opositor”, desviando la atención de la emergencia social hacia el “desorden”. El malestar social se convierte de un plumazo en una “molestia urbana”, donde está negada la esencia humana y la necesidad imperiosa, para acentuar la incomodidad urbana.

Semiótica distractiva

Ante esta fuga del sentido común, donde los significantes-significados, pierden sus definiciones corrientes, para pasar a ser otras cosas, gana la confusión, porque se fuerza una nueva percepción. La mirada pierde su objetivo de sostén y calidad vincular (interacción). Si los que gobiernan imponen que la justificada protesta social, se nombra como “disturbio violento”, y no como auténtico reclamo de necesidades básicas, la sociedad se divide, peligrosamente, entre los unos y los otros, con todo el manto de moralina mediática y el borramiento de la imagen patética del sufrimiento social. El sufrimiento humano se transforma en un hecho televisivo, sin entidad vital.

La mutación semántica-pragmática adquiere con este sector dominante que gobierna un desplazamiento acelerado, que despista la ingenuidad cotidiana. La población incrédula en la firmeza y severidad de las medidas que se pronuncian, atina solo a quedar “neuróticamente” paralizada, toda vez que venían adobados con la generosidad de Cristina y no pueden reaccionar ante esta barbarie económica, instalada por funcionarios que privilegian sus negocios personales. Es imposible no definirlos con los términos comunes, hasta que inventemos otro vocabulario; mientras tanto habrá que nombrarlos como “mercaderes del mal”. De qué otra forma se puede llamar a esta gigantesca mezquindad del cinismo político imperante.

Qué hay detrás

Detrás de esta gigantesca operación mediática, hay agentes operadores, dispuestos, en tiempo completo, a “fabricar” (desde el lenguaje) otros sentidos superpuestos, que paralizan la reacción popular, empujando la movilización (la protesta) al malestar interno. Toda vez que estas quejas sociales, no salgan a la superficie, el disgusto camina sobre los andariveles de la insania mental, establecida en una confusión generalizada paralizante y, la gente empieza a vivir la realidad, como ellos pretenden, desde la inmovilidad televisiva. La realidad se transforma en una imagen televisiva, acotada (fragmentada) a la estrechez doméstica.

(Wikipedia) En psicología se entiende por confusión mental a una disminución de la actividad de la conciencia. Existen varios grados que van desde una leve obnubilación hasta el estado de estupor. Este estado mental agudo, caracterizado por una concepción desordenada del medio, delirio, reducción de la capacidad de observación, confusión, patológicamente hablando, comúnmente se refiere a la pérdida de orientación (habilidad para ubicar correctamente cosas como el tiempo, lugar e identidad personal) y de la memoria (habilidad para recordar correctamente eventos previos o aprender nuevo material.

En definitiva, a este “baldazo” de la credibilidad social, hay que agregar los desplazamientos fenomenales de sentidos comunes de la percepción, en que los que gobiernan se empeñan en desviar (desplazar), para que el ciudadano común, a lo dado, entienda ( o mejor, no lo entienda) y la queja , por las necesidades básicas, resulte ser una conducta, reñida con las buenas costumbres y las reglas de la urbanidad; es decir, los reclamos quedan apretados a las reglas sociales de la urbanidad, hasta que el pueblo despierte de este cruel letargo.-

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