La evolución del mercado laboral ha experimentado en las últimas décadas cambios fundamentales donde el trabajo se constituyó en el factor principal de la producción de bienes y servicios.
Sin embargo, ha provocado también la llegada de la tecnología reemplazando a la mano de obra y reduciendo las posibilidades de creación de nuevos puestos de trabajo.
Ello trajo consigo también a la precarización laboral y a las condiciones paupérrimas que se someten a los trabajadores abusando de sus necesidades y cometer toda clase de conductas desde el acoso sexual, el mobbing, la esclavitud y otras formas delictivas que llevan al asalariado al propio suicidio, como consecuencia de ser excluido del mercado laboral.
Es curioso que en el siglo XXI sucedan estas modalidades precarias e interiorizadas en el derecho laboral encontrándonos con un escenario donde los trabajadores no poseen protección alguna frente a los padecimientos desde la inseguridad que le ofrece su actividad hasta las mismas consecuencias jurídicas y sociales que debe enfrentar.
Lo cierto es que la influencia de la flexibilización laboral y la precarización dejaron como huellas esenciales el desempleo, los contratos temporales y total desprotección de sus derechos no sólo como trabajadores sino a nivel humano.
Así ORELLANO considera que “la particular situación socioeconómica que vive nuestro país ha renovado los interrogantes acerca de los efectos de las crisis en la salud mental de la población, especialmente la de los trabajadores y la de aquellos que quedan excluidos de esta condición”. [1]
Los efectos psicosociales que provoca el desempleo son muchísimos que van desde la falta de objetivos hasta el mismo sentido de su vida, llegando a estados depresivos, angustias por no lograr otro empleo
JAHODA hace referencia a las posibles reacciones que tienen las personas cuando pierden su empleo expresando que “la gente reacciona con perplejidad ante la llegada del desempleo. Se despliega un proceso de adaptación de diferentes tiempos cuando el paro es prolongado (shock inicial, ligera recuperación, progresivo empeoramiento). Los desempleados sufren la pérdida de su estructura temporal habitual, los días se alargan cuando no hay algo que hacer, el aburrimiento y la pérdida de tiempo se convierten en algo cotidiano, sobre todo una vez que se ha superado el shock inicial y se ha abandonado la búsqueda por considerarla inútil”. [2]
Es decir, que cuando el trabajador experimenta el desempleo, comienza luego del shock inicial, a sentirse disminuido en sus niveles de control individual siendo afectado en su estado emocional desequilibrado siendo factores decisivos la incertidumbre, la ansiedad y la pérdida de confianza en si mismo contribuyen en consecuencia a posibles decisiones negativas en el individuo siendo en algunos casos hasta el mismo suicidio.
Es importante destacar que el suicidio para muchos desempleados puede ser la solución definitiva frente a la imposibilidad de afrontar la situación extrema de no tener nada y la falta o carencia de afecto de sus familiares o amigos integrantes de la sociedad, al no ser escuchados ni por ellos ni por el propio Estado.
Por ello, es esencial que todo desempleado tenga no sólo contención de sus familiares, esposa e hijos, sino también las instituciones sociales y el Estado deben ser quienes ofrezcan contención y protección económico y social que no basta con el otorgamiento de un subsidio, sino insertarlo al asalariado nuevamente en el mercado laboral provisto de condiciones seguras y protectorias de su empleo.
[1] Orellano, Miguel H.: “Trabajo, desocupación y suicidio”. Grupo Editorial Lumen – Hvmanitas . Buenos Aires – México.
[2] Jahoda, M: “Empleo y desempleo – un estudio socio-psicológico”. Madrid, Morata.
– La autora es Jefa de Trabajos Prácticos de Análisis Económico y Financiero y de Elementos de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universidad de Buenos Aires – Facultad de Derecho. Master en Derecho y Economía (tesis en preparación). Universidad de Buenos Aires – Facultad de Derecho.
