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sábado, noviembre 23, 2024

El engaño del déficit fiscal

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La palabra déficit hace referencia a una carencia de algo, y la palabra fiscal (que deriva de fiscus cuyo significado es “canasta”) hace referencia a todo lo relacionado al Estado, y en particular al tesoro del mismo.

Constantemente en los medios de comunicación que nos atosigan diariamente con el discurso oficial, además de la alusión a la pesada herencia, a la corrupción y al populismo del gobierno anterior, se nos enrostra permanentemente que las medidas asumidas por el nuevo gobierno se deben al déficit fiscal.

Y no es infrecuente escuchar a periodistas y comunicadores sociales tomar este discurso y repetirlo sin ton ni son, y sin ningún análisis siquiera somero del significado, que en realidad parece difícil pero que es muy simple de explicar.

Esa explicación es bueno que haga el intento de darla precisamente quien no es economista, para que en términos no técnicos podamos desentrañarlo, porque como anticipamos no es difícil hacerlo.

Y creemos que sería muy sano que la mayoría de los argentinos pudiéramos manejar un discurso clarificador, para que los agoreros del gobierno nacional que han reinstaurado en el país el modelo liberal de los años noventa -y con mejoras- no nos siga engañando.

El principal artilugio para llevar adelante este plan perverso de entrega de soberanía, dependencia de los organismos financieros internacionales y sumisión completa al esquema dictado por la banca usuraria, es invocar hasta el hartazgo que el problema sin solución es el enorme déficit fiscal.

Se impone así la idea que ese concepto es una maraña técnica insondable, y que solamente los expertos que deben asumir la durísima tarea de buscar una solución son los que lo entienden, y a ellos nos debemos someter.

Y el famoso déficit fiscal no es otra cosa que la diferencia negativa entre los ingresos y los egresos del Estado, es decir que el tesoro nacional recibe menos dinero del que necesita para solventar lo que debe gastar.

Y que para poder afrontar este problema heredado, se ha hecho imperioso tomar nueva deuda –en su mayoría externa- con créditos de corto, mediano y largo plazo con altas tasas, ya sea mediante préstamos directos o emisión de letras del tesoro.

Asimismo y con un discurso machacoso durante las veinticuatro horas del día, con la ayuda cómplice de los medios masivos de comunicación, se introduce la idea de que es imprescindible no emitir moneda nacional como único modo de frenar la inflación.

De esta manera se esgrime con total impunidad que para sortear las consecuencias de la insuficiencia de los recursos, las únicas dos formas de actuar son no emitir, y volver a endeudarse, y de tanto repetirlo nos terminamos convenciendo de que no hay otra.

Pero si hay otra, y es tan evidente que de tanto verla nos pasa desapercibida, y es ni más ni menos que la posibilidad de que el dinero que no alcanza por recaudación aumente inmediatamente si se aumentan los impuestos que se deben pagar.

Si el gobierno anterior manejaba un gran déficit fiscal porque gastaba más de lo que recaudaba, con las medidas que ha tomado el macrismo gobernante ese efecto inevitablemente se ha aumentado.

Al bajarse las retenciones a los exportadores, a los importadores, a las mineras, a los autos de alta gama, al champagne, y seguir eximiendo a las rentas financieras de tributos, es obvio que la recaudación ha bajado y el famoso déficit fiscal se ha aumentado.

Incrementado entonces los impuestos –no a la clase baja ni media que soporta regresivamente la mayor carga tributaria con el IVA- de todos los grupos concentrados de la economía, como los sectores agropecuarios, mineros, gasíferos, petroleros, exportadores, importadores, laboratorios, empresas off shore, fondos blanqueados, fundaciones truchas, etc, e implementando controles para evitar evasión y fuga de divisas que están a la orden del día, se equilibraría el déficit.

Pero quién le pone el cascabel al gato, si es el mismo gato de la economía concentrada nacional y transnacional la que gobierna a través de sus ejecutivos (CEO´s) tomando las decisiones que benefician cada día a sus mandantes en vez de hacerlo para los sectores más desprotegidos de la sociedad.

Si sólo se apuntala el déficit fiscal reduciendo la emisión monetaria lo que provoca que los ciudadanos tengan menos dinero para gastar y con ello deprimir la economía interna, y seguir tomando deuda que generan nuevos intereses, se forma un cóctel explosivo que ya conocimos.

La escasez de dinero circulante dentro del País va a lograr que miles y miles de pequeños comerciantes y cuentapropistas queden sin sus ingresos, y que haya más desempleados, y la baja de la inflación no será un buen síntoma sino la evidencia de la recesión.

Cuando Ud. escuche decir a políticos, economistas, periodistas y opinólogos que la única forma de afrontar la situación es o emitir más moneda o tomar nueva deuda externa, podrá identificar perfectamente al interlocutor como un ignorante, o como un cómplice.

Despojarnos de la zoncera de seguir creyendo en el discurso neoliberal es una tarea tan fácil como urgente.

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