El hombre de arena: un canto a la libertad

Libertad de ser, de vivir, de pensar, de construir, de crecer, de amar, de soñar… Conjugaciones todas en la película “El hombre de arena” (1983), proyectada y reestrenada anoche en Salta, en el Ciclo de Homenaje y Reconocimiento a su realizador. Un film esperado por los salteños, por los artistas, por el tiempo. En la Sala Juan Carlos Dávalos con gran afluencia de público, la disfrutamos a partir de las 21 hs.

La mirada siempre creadora de Jorge Cañizares plasma en celuloide a Julián (Jorge Rodríguez), el hombre orgulloso de ser libre. Con un niño pequeño, su hijo Quique (Cristian Carrizo) y su mujercita humilde, Esperanza (Teresita Terraf), el hombre de arena atraviesa la performance de su destino aún salvable. Los sueños acaban cuando hay que poner el pan en la mesa y cuando una “pala”, símbolo del peón, del laburante de sol a sol, ya no alcanzan para afrontar ni el presente ni el futuro.

Hombre manso al fin, noble, embotado en su orgullo de sacar la arena del río para las construcciones, amasa, sin embargo, castillos en el aire. Ha fallado muchas veces, ha faltado con dinero, ha llegado tarde a su ranchito y por ello, su mujer no cree más en él. Pero tiene convicciones y valores de vida; su trabajo, difícil, rudo, mal pago, ya no basta para sobrevivir y sacar de la miseria a su familia.

La metáfora del progreso cubre a Julián, lo aniquila, pero también lo vuelve a la realidad cuando la máquina se encima sobre él para ser ese hombre de arena que surgirá de la tierra para construirse a sí mismo. Esperanza es sin dudas un nombre bien elegido para este personaje: es ella, su amor, su esperanza y su hijo quienes salvan al hombre sumergido en el polvo, erguido frente al viento zonda que se ha llevado sus montículos de arena.

El hombre de arena es, él mismo, su propio destino; su propia futura arquitectura; su propio material con el que puede fabricarse la vida. Cañizares, como Amado Nervo, han pensado – por qué no la comparación- que el hombre es artífice de su propio destino. La libertad se transforma en un fin compartido.

En Borges, el hombre surge del barro, pero es un ser soñado por otro soñador, también soñado. La imagen es contrastiva a la de Cañazares en su significación pero válida en su analogía.

Jorge Rodríguez, el Negrito, interpreta a un ser humano frágil ante el tiempo, duro ante la vida, endeble frente al amor, cálido en su percepción ética. Angustiado deja su energía en el trabajo y lo consume la idea del amor hacia Quique y Esperanza: esa es la tormenta más arenosa de su vida, la que lo mantiene vivo y en pie para agarrar la pala y sacar arena del río. Logra decantarse, armarse, volverse polvo para elaborarse otra vez.

Rodríguez atrapa con el gesto, la actitud, el trabajo corporal, la voz y su terneza transmutada en sueños. Un actor salteño que se destaca por la construcción interpretativa de ese Negrito cuya riqueza, está en el alma.

Terraf encuentra el tono justo de la mujer luchadora y comprensiva, dispuesta a resignar su amor por Julián para sacar adelante a su hijo: las palabras no le dan de comer pero su sentido, el sexto, le devuelve la soberbia femenina en su decisión acertada de pasar el cumpleaños de Quique en el río junto a Julián. Y precisamente con acierto interpretativo, llega con esa Esperanza finita: es quien separa la piedra de la arena para encontrar al hombre verdadero, su hombre. Teresita y Jorge, nos dejan ese sabor a dignidad, la de los excluidos que alimentan sus sueños con la lucha diaria. Los actores copan la pantalla grande, a lo grande.

Ana María Piccio, mujer de la vida, y Antonio Grimau, el porteño, aportan el color del cine nacional que se amalgama en esta realización norteña y dejan al comienzo del film, sus talentos esperables.

Tres imágenes potentes de la película, tres hallazgos: Julián en su moto, llamada por él Libertad, con la que sube al Cerro San Bernardo en forma análoga a cómo el personaje va en subida por la vida; el viento zonda llevándose la arena acumulada con el trabajo y la llegada de la máquina que reemplazará la mano de obra del trabajador.

Jorge Rodríguez, quien ha participado como director, actor e iluminador en numerosas obras teatrales salteñas ( El pan de la locura , Divinidad pájara , El patio de atrás , Bar La Quietud , Uno más uno igual a uno , etc.) comenta que fue difícil hallar la moto “la puma” porque no encontraban una apropiada, esta “es especial”, única (y hasta artística). Expresa que fue durísimo filmar las escenas en la arena, que la parte donde el viento lo azota fue “tremenda” y que se hizo con compresores; relata que estuvo cerca de dos meses de trabajo desde las 8 de la mañana con retorno a veces, a las 12 de la noche. Tuvo la oportunidad de estar en el estreno en Buenos Aires de la película en el Cine Lorca; luego en Jujuy, en Tucumán y en Catamarca. Los diarios de la época (1983-1984), aportaron buenas críticas y tuvieron una difusión importante por aquel entonces.

Teresita Terraf, es actriz del elenco del Teatro Estable en Tucumán, profesora en la Facultad de Artes de la U.N.T. (Cátedra sobre Teatro Argentino); durante el 2007 interpretó a Ángela en «El Asesinato de la Tota Méndez» de Alberto Drago con la dirección de Jorge Aimetta, un sainete contemporáneo, entre otros varios trabajos de la artista. Me cuenta que vino desde su provincia, especialmente invitada para ver el reestreno de El hombre de arena y como anécdota riquísima dice que Jorge Cañazares, por aquellos años, el film es de 1982, le avisó que había sido nominada al premio Actriz Revelación por la Sociedad de Críticos Argentinos pero que, en advenimiento a la democracia, se desestimó el premio y la producción quedó como parte de la controvertida historia: “siempre pienso qué hubiese sucedido”- expresa. Y cuenta que era muy comprometido mostrar en pantalla una historia sobre la “exclusión social”, “era muy jugado”. Era subversivo, le agrego.

Cristian Carrizo, llegó hasta la sala para verse en pantalla; hoy como hombre ayer como niño, el Quique de la pareja “arenosita”. Adulto, recolector de basuras, trabaja para Agrotécnica Fueguina. Realmente increíble.

Jorge Cañizares nació el 5 de abril de 1932 en S.S. de Jujuy, es Ingeniero en Construcciones e Ingeniero Civil. A partir de 1978, se inicia en su pasión por el cine y se va a la Capital Federal con su familia para estudiar en la Escuela Panamericana de Arte. En 1980 compra en Europa sus equipos para filmar, invierte su pequeña fortuna y realiza su primer largometraje: El hombre olvidado. Instala en Salta la productora El Churqui, en Mitre 653. Acabada su fortuna, deja de filmar. Hoy tiene como proyecto hacer el documental sobre la Casa de Castañares: “se lo deben a la historia, a Belgrano y a los salteños mismos”- comentó anoche en la Juan Carlos Dávalos.

Hoy este film, como su anterior El hombre olvidado y su próximo, De halcones y palomas , forman parte del reservorio cultural de la provincia. Merecido homenaje.

– Dato: del Ciclo homenaje y reconocimiento, queda la última película que se exhibirá de Cañazares. Jueves 27 de octubre a las 21:00: Proyección del largometraje “De halcones y palomas” (1986), sala Juan Carlos Dávalos. Entrada libre y gratuita.

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