El hospital Ragone y su polí­tica de muertos vivos

¿Alguno de nuestros representantes sabe que los pacientes del Hospital Mental de Salta «Doctor Miguel Ragone» viven en condiciones insalubres, que el miércoles 22 no había agua, que el jueves 23 el agua estaba contaminada y que muchos se intoxicaron con ella? ¿Saben acaso que muchos de ellos sufrieron deshidratación provocada por numerosas deposiciones y que permanecían tirados en sus camas sin tratamiento clínico? ¿Cuál de nuestros ministros visita el hospital Ragone? ¿Saben acaso que los pacientes, indefensos, medicados, locos, perdidos, incapaces, duermen en colchones con orines y heces? ¿Saben acaso que los pacientes se secan con la misma toalla al bañarse y consumen jabón dos veces por semana?

«Me dejaste sola, vacía, pienso solo en verte, en volver a tenerte en mis brazos y poder decirte tantas cosas que quedaron en el baúl de los recuerdos» escribe C. A. B., paciente del hospital mental Dr. Miguel Ragone.

El paraíso de los amargados es el título de un libro que reunía, en aquella oportunidad, los poemas de los pacientes; prologué en el año 2003 esta antología a pedido del profesor José Sivila, coordinador del taller literario del hospital.

Pero esta es la parte color rosa de un cuento absurdo, de una realidad patética, de una vida sin retorno, de una cuerda rota que se aflojó a mitad de la vida de un hombre, de una mujer si le toca atravesar una enfermedad y estar internado en el infierno.

Alcohólicos, drogadictos, violentos o pacifistas, criminales; gente que sufrió por amor, que perdió un hijo, que perdió su fortuna, que fue olvidada, gente que quiso suicidarse, que no encontró trabajo, que no se incorporó al sistema, que no puede bañarse o saludar, que no puede expresar su amor, que delira, personas que fueron a la guerra, que perdieron su Dios, que le amputaron una pierna, que no tienen casa, que no tienen obra social; psicóticos, fóbicos, depresivos, son los que habitan el paraíso de los amargados. Pero por sobre todo, gente marginal, en condición de desesperanza, olvidada por el gobierno que construye autopistas y coloca luces para que se iluminen los cerros o pintan iglesias por hipocresía.

¿Alguno de nuestros representantes sabe que estos pacientes viven en condiciones insalubres, que el miércoles 22 no había agua, que el jueves 23 el agua estaba contaminada y que muchos se intoxicaron con ella? ¿Saben acaso que muchos de ellos sufrieron deshidratación provocada por numerosas deposiciones y que permanecían tirados en sus camas sin tratamiento clínico?

¿Están en conocimiento que el día viernes 24 se agudizó el problema del agua, se cortó desde las 20 hs. y hasta el sábado a las 16hs? Las quejas son numerosas pero la situación empeora, las autoridades hacen oído sordo, y estas personas indefensas siguen viviendo en condiciones infrahumanas. El problema del agua es solo uno de los tantos; el escaso número de enfermeros es otro factor por lo que los pacientes están descuidados.

¿Saben acaso, los que nos representan, que los elementos mínimos indispensables para la higiene no se entregan a los pacientes? Que hay depósitos de jabón y de papel higiénico que van a parar a manos de quién sabe quién excepto de los pacientes? ¿Saben también, que visitarlos es sentir el hedor de sus cuerpos olvidados en ese depósito de muertos vivientes?

¿Saben, además, que si te quejas el médico te dice: «llévelo a otro lugar, esto es lo que hay»? Y que no hay seguridad porque si un paciente se escapa lo tiene que buscar la policía o el pariente y devolverlo al infierno, eso sí, irá a un aislamiento con medicación vía intravenosa que lo mantendrá tieso 3 o 4 días hasta que «entre en razones». ¿Saben que algunos médicos hacen un cóctel de pastillas que distribuyen a los pacientes por igual? Es decir, como si todos tuvieran angina les dan de tomar por ejemplo amoxicilina. Pero eso no lo curará porque tiene faringitis. Da igual, es poca cosa esta persona, es más, no es persona.

¿Saben que los jueces que piden informe sobre un paciente, estos se hacen por xx en ciertos casos y se firman por el médico? Cumplen el requisito formal sin siquiera indagar o atender al paciente. Y el juez lee un informe que no salió del seguimiento del paciente, sino de la intuición del médico que conoce su patología pero no su proceso, salvo si le hace mejor o peor la dosis de ansiolíticos, antidepresivos, antipsicóticos, antifóbicos, etc.

Subís a un remís y le decís: «Al hospital Miguel Ragone». Creen que se trata del hospital nuevo que está ubicado cerca de los cuarteles. Se llama como el gobernador salteño asesinado hace treinta años, el 11 de marzo de 1976 antes del golpe militar. El hospital no rinde honores al nombre, o quizá si: en Salta lo que no tiene castigo por la justicia se ampara en homenajes falsos. Colocar nombres a lugares, empresas, institutos o estadios para expiar culpas.

O peor aún: colocar nombres a escuelas de héroes falsos de la historia argentina para encubrir la tiranía.

Pero intento seguir con el interrogatorio: ¿sabe nuestro ministro de salud, que algunos pacientes del hospital tienen llagas en los pies, hongos y escamas porque están descalzos? ¿Sabe Ud. que algunos pacientes no controlan esfínteres y necesitan pañales para adultos? ¿Alguna vez fue, como quién va de «visita» a ver si las máquinas de afeitar se entregan para uso de los pacientes? ¿Sabe Ud. que hay algunos que padecen enfermedades de columna y no pueden «echarse» en camas con elásticos hundidos? ¿Alguna vez preguntó por las cañerías obsoletas y ya podridas que funcionan por obra y gracia del azar?

Quisiera cursar una invitación a cualquiera de nuestros representantes: caminar por los pasillos de varones o mujeres, o por agudos o por hospital de día. Quizá por los horribles patios o galerías de aquel infierno solo para sentir algo, solo para sentir la humanidad despojada de sus derechos, el olvido y la carencia. A ver si por lástima, por amor o por ética al trabajo o por lo que sea, hacen algo por el paraíso de los amargados.

Lo que se ha dado en llamar «protección de personas» no existe normal y habitualmente. La policía no interviene frente a un caso de psicosis; la familia desespera. Solo el juez tiene facultad para librar oficio para que pueda actuar la policía; mientras, la familia padece la enfermedad mental de su pariente a la vez que este sufre un deterioro progresivo. Luego, el destino es el hospital mencionado. ¡Santo Dios!

Hace poco tiempo, una pequeña de 15 años se suicidó porque su madre padece esquizofrenia (Luciana S.). ¿Qué podía hacer la menor, frente a esto? Padecer. No encontró la respuesta a su problema y se quitó la vida. Una adolescente más que se suicida en Salta. ¿Y la madre? ¿a quién más matará? Y por otro lado, ¿merece el destino de una perrera?

Cierta vez, en el hospital de día, encontré a una hermosa señora. Me recitó un poema de Juana de Ibarbourou como nunca antes nadie, como jamás nadie. Y me regaló una sonrisa como nunca nadie, como jamás antes. Estaba enferma. Fue en el 2004. Sin embargo, frente a su muerte, pude ver la vida y la alegría de un ser humano precioso. Estaba enferma. Sin embargo, me dejó su infinito recuerdo como jamás nadie, como nunca nadie.

Me pregunté si podía recitar como ella ese poema en donde a una enamorada, le crecen rosas en sus dedos pero la gente le grita ¡loca! Ella había comprendido la metáfora.

Un hombre caminaba por las terribles galerías con su pierna amputada, un inútil para esta sociedad, una escoria, pero él era la representación de la inutilidad de la guerra, de los vicios de la dictadura, de la indiferencia de la represión. Y con sus ojos amaba la belleza. ¿Acaso puede un representante del pueblo discernir el escarnio?

Lo cierto es que el hospital de salud mental es como la perrera: O mueren o están en jaulas sin barrotes. Los pacientes son hermosos perros con pulgas, con rabia, con sarna o con el estigma de ser solo perros callejeros.