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viernes, marzo 29, 2024

El “Made in Argentina” ya sufre: qué productos y sectores pueden ser los primeros perjudicados

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El republicano ganó gran parte del caudal de votos apelando a un discurso anti importaciones. Los productos de China y México están su mira. Pero expertos advierten que los bienes nacionales también se verían impactados. Los sectores que están en riesgo tras el batacazo del magnate.

La sorpresiva llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, sacándole varios cuerpos de ventaja a Hillary Clinton, hacía presagiar un fuerte movimiento en los mercados internacionales.

Sin embargo, al menos por el momento, lo que se veía venir como un peligroso “terremoto”, terminó siendo un temblor, que no alcanzó a dejar grietas visibles en el mercado financiero.

Su primer discurso como presidente electo, para los expertos, alcanzó para acotar la histeria generada apenas se cerró el recuento de votos.

Las palabras elogiosas hacia su rival, el llamado a volver a unir al pueblo estadounidense y el mensaje algo conciliador hacia el resto del mundo (“Nos llevaremos bien con los países que quieran llevarse bien con nosotros”, dijo) llevaron cierta tranquilidad.

Claro que todavía es muy pronto para sacar conclusiones: cualquier gesto, palabra o medida que incomode, podría impactar y traducirse automáticamente en una fuerte volatilidad de los mercados a nivel global.

Donde todavía tiene todas sus cartas por mostrar es en el campo del comercio exterior, uno de los ejes más importantes de su campaña.

Durante el último año, cuando era candidato, Trump instaló ideas como que los mexicanos le robaban el trabajo a los estadounidenses con sus exportaciones; que las empresas tecnológicas como Apple no invertían en los Estados Unidos por bajar costos y llevarse empleos a China o que la globalización y los acuerdos bilaterales eran una problema para la economía nortamericana.

En esta dirección, durante sus encendidos discursos, llegó a amenazar a las compañías con obligarlas a producir en EE.UU. y también adelantó que entre sus planes figuraba la posibilidad de gravar los productos del exterior con aranceles.

Enrique Mantilla, presidente de la Cámara de Exportadores (CERA) señala que “si bien Trump, en lo que respecta a la política comercial, no tiene una propuesta formal y escrita, en varios de sus discursos ha mostrado sus intenciones, entre las que se destaca la ruptura de los acuerdos comerciales existentes firmados por EE.UU.”.

“Su visión está vinculada con los efectos de la globalización en los empleos y su impacto negativo en la desigualdad social y económica. Sin embargo, paradójicamente, el remedio sería peor que la enfermedad”, advierte el directivo, quien advierte que, de ahora, en más se podrán ver fricciones en el mundo por un mayor proteccionismo estadounidense.

Para la Argentina, significó un giro de 180º respecto del escenario que se planteaba si Hillary Clinton hubiese llegado al poder.

Más allá de la mayor afinidad política, la ahora ex candidata demócrata era la garante de la continuidad de la gestión de Barack Obama, con quien el macrismo había tendido innumerables “puentes comerciales”, los cuales están a un paso de ser “cortados”.

“La región no va a ser una prioridad para Estados Unidos. No hay amenazas urgentes ni desafíos significativos en la región que capturen la atención de EE.UU. y en esto la Argentina entra en las generalidades de la ley”, apunta Dante Sica, director de la consultora Abeceb.

Según Miguel Ponce, ex subsecretario de Industria, “hay que olvidarse de que prospere la gran cantidad de acuerdos que se firmaron” entre el Gobierno de Macri y la gestión Obama, los cuales debían entrar en vigencia en 2017.

Entre ellos, el experto menciona:

-El pacto con la agencia oficial Small Business Administration, para la creación de 24 centros en diferentes provincias, que tendrían como objetivo el apoyo para la internacionalización de Pymes argentinas.

-La reapertura de una oficina de la Agencia de Comercio y Desarrollo de los Estados Unidos en Buenos Aires y que, según el Ministerio de Producción, permitiría “incentivar inversiones entre ambas naciones”.

– La creación de un foro estratégico Estados Unidos-Argentina, una iniciativa público-privada que tendrá como foco mejorar y monitorear la evolución de la relación bilateral.

– La inclusión en el selecto grupo de países beneficiados por el Sistema Generalizado de Preferencias (SGP), un régimen que permite a determinadas naciones exportar productos al mercado estadounidense con bajos aranceles.

La Argentina formaba parte del SGP pero fue expulsada en 2012, en medio de las rispideces entre la Obama y Cristina Kirchner.

El “Made in Argentina”, bajo la mira

Según un relevamiento de la consultora Abeceb, la participación de los EE.UU. en el comercio exterior de la Argentina ha venido cayendo en forma sistemática, especialmente a medida que la economía doméstica se vio afectada por la pérdida de competitividad y conforme la administración kirchnerista optó por el “cerrojo” aduanero para evitar la salida de dólares.

Según la consultora, en 2006 los envíos de productos argentinos a ese país llegaron a representar el 11% del total. A partir de allí se produjo una marcada declinación, hasta que el año pasado equivalieron a tan sólo el 6%.

Sin embargo, con la reorientación impulsada desde el Gobierno de Macri y la importancia que cobraron las exportaciones de biodiesel –que se convirtió en el principal bien colocado en ese mercado-, el share de los EE.UU. como destino subió casi 1,5 puntos.

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En lo que va del año, los envíos hacia ese destino vienen creciendo por encima del 30%, de la mano de un achicamiento del déficit de la balanza comercial (ver cuadro).

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“Este año se espera que las ventas argentinas a los EE.UU. sean de más de u$s4.000 millones, frente a los u$s3.500 millones del 2015. Pero la expectativa estaba puesta en las conversaciones promisorias de Macri y Obama, que hacían prever un salto cuantitativo de cara a 2017”, expresa Ponce.

El problema es que la continuidad quedó completamente trunca.

“Bajo el nuevo lema de `una Argentina integrada al mundo` , la intensa agenda bilateral entre nuestro país y los Estados Unidos tenía al intercambio comercial como uno de sus grandes ejes, el cual está amenazado o incluso condenado si es que Trump cumple con lo anunciado durante su campaña”, señala.

Sica, en tanto, advierte que “aunque las promesas del líder republicano en el área comercial apuntan principalmente a México y China, es de esperar que el nuevo gobierno tenga una visión crítica sobre la apertura comercial en términos generales, poniendo potencialmente en riesgo el acceso a uno de los principales mercados de exportación de nuestro país”.

¿Qué se le vende a EE.UU.?

El primer foco de conflicto que surgiría para la Argentina corre por el lado del biodiesel, dado que, en plena campaña, Trump dejó en claro que tenía planes de desalentar la importación de este combustible alternativo y, como contrapartida, fomentar la producción local.

Este no es un tema menor: Estados Unidos es el principal mercado para el “bio” nacional.

De las 2,5 millones de toneladas que se producirán este año, 1,5 millón se destinarán al mercado externo. Y, de ese total, cerca del 95% tendrá como destino al país del norte, según indica a iProfesional Claudio Molina, director ejecutivo de la Asociación Argentina de Biocombustibles.

Hablando en plata, esto representaría un ingreso de divisas de cerca de u$s1.000 millones en todo 2016.

La industria del biodiesel en los EE.UU. genera unos 48.000 empleos. Y el próximo presidente republicano dejó entrever que tiene intenciones de reformar el sistema actual, que otorga un incentivo fiscal de u$s1 por cada galón de gasoil que se corta con el derivado de soja.

Actualmente, este bono se entrega indistintamente si dicho corte se realiza con biodiesel estadounidense o importado. El objetivo de Trump, según se desprende de sus discursos de campaña, será dejar de subsidiar la competencia del exterior y esto es un grave problema para la industria del “bio” argentino.

Más en un contexto en el que la Unión Europea todavía no terminó de instrumentar el levantamiento de las restricciones que pesaban sobre el producto albiceleste.

Otro sector que podría verse afectado es el autopartista. Basta ver cómo el republicano basó gran parte de su campaña en la necesidad de revivir a la golpeada industria automotriz estadounidense.

Este mensaje, por cierto, caló profundo en los polos fabriles más afectados por el desempleo, comenzando por Detroit, donde el desempleo más que duplica al promedio nacional y donde gran parte de la población sobrevive con beneficios sociales.

En esta dirección, Trump anunció que iba a gravar con impuestos a la importación de vehículos y componentes. Aludió principalmente a los de origen mexicano, pero como la OMC no permite discriminar por origen, hay riesgos de que la Argentina también se vea alcanzada.

Las empresas autopartistas locales exportan cada año a los EE.UU. partes y piezas por un total de u$s70 millones, lo que representa casi un 5% del total enviado al mundo.

El país del norte es el cuarto destino para la industria nacional, ubicado por detrás de Brasil, México y Alemania.

Para las Pymes locales representa un mercado clave, dado que allí colocan productos con alto valor agregado, como transmisiones, equipamiento interior, componentes de motor y neumáticos.

Paralelamente, entre los grandes rubros que de ahora en más deberán ser monitoreados figura el de alimentos y bebidas.

El sector que se jugaba a tener un excelente 2017 es la de la carne, dado en un par de meses se reanudarán, tras casi 15 años de trabas, las exportaciones de cortes vacunos a los Estados Unidos.

En un principio, serán 20.000 toneladas que entrarán con aranceles preferenciales.

En diálogo con este medio, Miguel Schiaritti, presidente de la Cámara de la Industria de Carnes (CICCRA), recuerda que este cupo “no depende de las voluntades de un presidente”, algo positivo ahora que Trump llegó al poder.

“Esto se logró luego de que la Argentina ganara un juicio ante la Organización Mundial del Comercio”, indica.

Sin embargo, en la industria frigorífica son conscientes de que un sector con tanto poder de lobby en los EE.UU. como es el de la carne, en caso de encontrar eco en la Casa Blanca, se convertirá en una importante barrera en caso de querer ampliar los negocios.

Además, hay inquietud por la reapertura de otro negocio clave, como es la exportación del limones, que también estuvo prohibida durante 15 años por barreras que aplicó Estados Unidos.

La estimación que hacían en este sector durante el escenario “pre Trump” era que el año próximo podían alcanzarse ventas a ese país por u$s20 millones, con la expectativa de ampliar aun más los negocios en los períodos siguientes.

Por lo pronto, Juan Manzu, el gobernador de Tucumán –principal provincia productora de cítricos de la Argentina- anunció que viajará a fines de noviembre a Nueva York.

Su plan es acelerar las gestiones y asegurarse de que la apertura de ese mercado entre en vigencia antes de que la gestión Obama entregue el poder.

Paralelamente, Sica advierte no ya sobre los riesgos de un cierre de las fronteras sino de la oportunidad perdida con el fin de la continuidad demócrata.

Es que, de haber ganado Hillary, se hubiese confirmado el regreso de la Argentina al Sistema Generalizado de Preferencias, que hasta 2011 permitió vender en ese país productos con beneficios arancelarios por u$s500 millones.

“La inclusión de Argentina en el SGP facilitaría el ingreso a ese mercado para más de 500 posiciones arancelarias, lo cual daría un impulso clave a productos agroalimentarios, en especial vinos, quesos y carnes”, señala Sica.

Sin embargo, advierte que “la visión más proteccionista del futuro presidente de EE.UU. podría hacer peligrar algunos avances que se han logrado en la agenda bilateral en los últimos meses, como es -precisamente- el del SGP”.

– iProfesional

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