22.3 C
Salta
sábado, noviembre 23, 2024

El mundo sigue siendo tan ancho y ajeno como lo fue siempre

Notas más leídas

Ciro Alegría, alumno de César Vallejo, escribió una obra capital de la narrativa de su país. Sus libros fueron prohibidos, conoció la prisión, la tortura y el exilio. Jamás entendió que la Alemania nazi celebrara su obra.

Cuando Ciro Alegría era un niño su padre ya le había enseñado “el arte de no asustarse frente a los largos caminos y las tormentas”. Así fue que a los siete años montó un caballo junto al tío Luis y se aventuró a un enorme viaje a través de los Andes hasta llegar a Trujillo, ciudad peruana costera, donde lo esperaba el Colegio Nacional de San Juan. En sus memorias sigue evocándose esa experiencia primera y reveladora “la puna enhiesta, llena de soledad y silencio, y una sobrecogedora dramaticidad que parece nacer de sus inmensas rocas… Hay una tristeza y sobre todo, una angustia permanente y callada. Los habitantes de este drama geológico, casi todos ellos indios o mestizos de indio y español, son silenciosos y duros y se parecen a los Andes”.

Después de esos días extremos, Trujillo llegó soleada y clara y la primera mañana en la escuela ocurrió un milagro: el hombre que lo recibió, el que fuera su maestro, el que lo invitara a lo largo del año a contar las sencillas historias de su tierra y de sus días, fue César Vallejo. Vallejo, profesor de primer grado en el Colegio Nacional de San Juan en Trujillo. Digámoslo otra vez, Ciro Alegría el hombre que escribió una novela bella y terrible llamada El mundo es ancho y ajeno, fue iniciado de muy niño en el arte de escuchar las voces de sus pares, porque quiso el azar que su maestro de escuela fuera poeta, cuyo oficio real abriga el don de la escucha, de atender a la historia, leer su posibilidad, hacer espacio y espaciarse. ¿Qué hubiera sido de Ciro sin ese hombre inicial, también oriundo de ese drama geológico, que enseñara las pequeñas pero insalvables diferencias entre la libertad y la sumisión? Alegría escribió El mundo es ancho y ajeno; vasto y divino Perú ¿de quiénes? ¿de quién es? Para ese entonces ya tenía dos novelas en su haber y estaban tan prohibidas como él en su tierra natal; aunque la obra circulaba clandestina y era una bocanada de aire dulce. Ciro conoció la prisión y la tortura, el exilio y el deseo inquebrantable de alzar la voz por aquellos que no eran escuchados. En 1941 advertía: “El peruano es un pueblo inculto a la manera sudamericana, es decir que es un pueblo mutilado.” Toda su obra propone ubicar esa mutilación en el desencuentro fatídico con los orígenes. Acentuaba, además, que “Latinoamérica es para quien nace pobre un campo heterogéneo del cual se han borrado las señales. Una de estas señales sería la del conocimiento.”

En esta posición estaba Ciro cuando ocurre un anti milagro, una anomalía, algo del orden de lo siniestro, entendiendo por siniestro aquella primera idea freudiana en que lo familiar se vuelve extraño: la Alemania nazi ha leído El mundo es ancho y ajeno, celebran el libro, celebran las ideas, lo quieren y lo piden para una traducción. ¿Cómo puede ocurrir algo así?, se pregunta Ciro Alegría, que es indigenista, que ha escrito una obra inmensa que habla sobre los pobres del Perú, de las tristezas, del sometimiento del pueblo original, de la añoranza a la tierra. ¿Qué ha leído esa gente que ha considerado que El mundo es ancho y ajeno puede ser acoplada a los libros “legítimos” que componían esa época de exterminio y afán desquiciado por crear una raza pura? El libro leído por los nazis es otro libro, y a Ciro eso no se le escapa. Considera, además, que si Alemania y su aliado Japón resultaran victoriosos “los someterían a una servidumbre mil veces peor que la de los tiempos coloniales”.

Herr K.W. Korner estaba en Buenos Aires, era septiembre de 1943, y Alegría le responde lo que sigue en una Carta Abierta a la Alemania de Hitler: “Yo no puedo aceptar su propuesta para traducir mi libro El mundo es ancho y ajeno al alemán y publicarlo en Alemania… me parece un asunto de mera propaganda y me opongo… He escuchado las transmisiones alemanas de radio, destinadas a nuestros países, al Perú, a Chile, a toda América latina. Cuando se refieren a las obras literarias sudamericanas publicadas en Alemania, pretenden hacer ver que el nazismo se interesa por nuestros pueblos, cuya fuerza nutre esos libros y los miran con una simpatía favorable a la resolución de sus problemas. La Alemania nazi no puede tener simpatía por pueblos que desprecia racialmente… La radio nazi desgranaría redentoras palabras. Y hombres del pueblo de mi patria, que tienen el cerebro sencillo y el corazón candoroso, abierto por la desesperación a cualquier esperanza, podrían creer tal vez que allá lejos, hay un pueblo que está luchando y se interesa por ellos. Yo no puedo intervenir, así sea indirectamente, en tal maniobra. La Alemania nazi desdeña al pueblo de Perú y a todos los pueblos latinoamericanos y su Führer, en repetidas ocasiones, los ha insultado… Yo no puedo permitir que un libro que clama contra la opresión sea utilizado para especulaciones destinadas a crear un confusionismo que la favorezca.”

Y así fue; la lengua del poderoso no es la lengua del oprimido, aunque se hable el mismo idioma.

Los caminos de Ciro fueron largos, y la experiencia de vida fue una caminata de paso firme a la vera de algún precipicio. Así son los senderos cordilleranos, o mejor dicho, así son los senderos de los pueblos originarios que piden como lo pedía Ciro, la integración y el respeto, y no hay hombre o mujer oriundo de tales dramas geológicos que no sepa desde la infancia misma transitar esos caminos sin valor.
En cuanto al querido maestroVallejo, Ciro intuyó de niño algo más y al sentirlo en el pecho cuenta que ya no pudo ver las letras del libro y quiso llorar; con los años lo reescribió así: “Nunca he visto un hombre que pareciera tan triste. Su dolor era a la vez una secreta y ostensible condición que terminó por contagiárseme. De pronto, me encontré pensando en mis lares nativos, en las montañas que había cruzado, toda la vida que dejé atrás. El hombre Vallejo, se me antojó un mensaje de la tierra.”

Ciro Alegría nació en Perú, en la hacienda de Quilca en 1909. Quilca huele a eucaliptos, a yerba santa, a granadillas, suena a trigales y falleció el 17 de febrero de 1967, en Chaclacayo.

– Tiempo Argentino

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

- Publicidad -spot_img

Últimos Artículos