No me extraña que Martín Grande quiera ver sangre docente, cadáveres de educadores para que, en las líneas de su pobre manifiesto, se pongan a la altura de las muertes de médicos, enfermeros y policías. Y de “periodistas” como señala. Supongo que se referirá a Eduardo Chañe a quien, creo firmemente, lo abandonaron. ¿Esa es la suerte que pide para los(as) educadoras (es)? ¿Que mueran en abandono para que, según Martín Grande, se iguale periodismo/educación? ¿La tragedia como igualadora? ¿Ese es su pobre argumento para regresar a las aulas? Martín Grande nunca defendió a los educadores(as). Siempre los(as) quiso ver de rodillas y rendidos(as) ante los paupérrimos salarios y siempre operó desde sus medios. Ahora usa la política para hacerse el defensor de qué… Solo para que las vidas en riesgo se pongan a la altura de los muertos en el periodismo. Pero claro… yerba mala… Hay que contarle los muertos a Martín Grande para que haga bien su trabajo de periodista porque le falta conocimiento y para que trabaje bien de lo otro, que no sé bien qué es, funcionario o funcional; y además, lo dice desde la virtualidad y no en presencia y entonces, no lo veo siendo un Chañe, por ejemplo.
Cuéntenle los muertos docentes, familias de docentes, ordenanzas y personal de escuelas fallecidos por COVID. Háganle saber que los(as) infectados(as) docentes y no docentes no recibieron asistencia en su mayoría y que una obra social bien paga como el IPS, hizo abandono de persona -como pasó con Chañe- en complicidad con ciertas clínicas y médicos; y que los autoconvocados a los que no puede ni ver, le fueron a exigir a esta obra social, cobertura en pandemia… Si Martín Grande quiere hablar de educación primero que estudie y si quiere hablar de periodismo, que se informe. Si pretende ser funcionario, que labure por la gente y se saque el casette que escuchó por ahí.
Háganme un favor como sociedad: cuentenle los muertos docentes a Martín Grande. Capaz que en la competencia de quién muere más por el virus, de quién se arriesga más, descubra lo cómodo que es convertirse en intérprete (en el sentido que le daban los conquistadores españoles a los indios que traducían para el Reino).
Romina Chávez Díaz
El pequeño de Martín
