Contamos con más mecanismos e infraestructura telemática que espacios y procesos para la comprensión y el entendimiento. Son más las tecnologías que la interacción. Las decisiones últimas, la toman los medios hegemónicos.
Es posible hacer una analogía entre los medios y una pecera. Una persona cualquiera prepara un estanque de vidrio con agua, deposita unas piedrecillas en el fondo, asegura la oxigenación de la misma, recubre uno de los lados con una panorámica del fondo del mar y finalmente suelta allí unos pececillos. Esta persona se deleita con la imagen que tiene, disfruta de “su pedacito” de mar. Pero aquello no es el mar, y los pequeños peces no están en su hábitat, se trata, finalmente, de una vana ilusión, de un simulacro. El caso de los medios es muy similar.
Un efecto pecera puede envolver la vida de la sociedad si los medios son más relevantes que la interacción entre las personas. La organización (en este caso La Empresa de prensa) está llamada a privilegiar los procesos de interacción, transacción y construcción colectiva de sentido. Esa construcción de sentido, hoy, sigue respondiendo a las directivas del medio hegemónico, por encima del sentido común colectivo. O sea, aunque el pueblo piense y sienta distinto, la dirección del sentido (las decisiones últimas, la toman los medios hegemónicos).
Los medios de comunicación e información imponen su ley en la sociedad (es decir las significaciones y significados predominantes), y sus procesos se replican en los grupos, las comunidades y las organizaciones, quizá esto ocurre, justamente, por la ausencia de posiciones criticas de los espectadores. Se trata de una construcción que tiende a desviar los contenidos de los medios de las realidades más hondas de comunicación entre las personas. Los medios actúan como mediadores entre la realidad y el receptor, pero tener medios no necesariamente implica contar con una buena mediación, esta es una de las carencias reales de nuestras comunidades y nuestra sociedad.
La mediación no se explica sólo por la presencia de medios; y los seres humanos requerimos de medios y mediaciones pero ante todo buscamos comunicación. Esta comunicación, por supuesto, siempre será incompleta, ambigua, compleja, fruto de su propia esencia simbólica en la cual nunca será posible que un sujeto comunique todo lo que desea o espera, y nunca comprenderá todo lo que le es comunicado. Actualmente tenemos más medios de comunicación e información, entiéndase aparatos, que procesos sociales de comunicación. Contamos con más mecanismos e infraestructura telemática que espacios y procesos para la comprensión y el entendimiento. Son más las tecnologías que la interacción. En nuestras sociedades la mediación se ha visto relegada por la intermediación tecnológica -que no siempre se convierte en comunicación- y la comunicación, se desvanece ante el arrasador paso de la información masiva dirigida.
La trampa desembozada de esta “incomunicación dirigida” se corporiza en los términos de la frecuencia y repetición planificada de todo el andamiaje hegemónico que puntualmente lanza sus “operadores” entrenados: en gestos/lenguaje/manipulación/e intereses mezquinos (en la medida que no son solidarios sino solo representativos de la Empresa informativa) a forzar una verdad ajena a los intereses de la comunidad; concretamente, mal intencionada. Valga como ejemplo reciente, todas las suspicaces conjeturas que se hicieron sobre la intervención quirúrquica a la Presidenta de la Nación, y que no fueron, posteriormente desmentidas.
Por último, que no es un hecho menor, los operadores de prensa, adversos al modelo del Estado distributivo, se expanden, a lo largo y ancho, del país (pero centralizados en Ciudad de Bs.As), lanzando sus artilugios, simultánea e instantáneamente, repitiendo la fórmula de manipulación metropolitana, desde los medios de prensa provinciales; como un simple remedo de sus patrones capitalinos. Los Medios regionales, actúan como supernumerarios de sus Jefes metropolitanos.
Se trata de una entidad, o megaconjunto de entidades -omnisciente, omnipresente y casi omnipotente- que está en todas partes, lo sabe todo, lo observa todo y, en nombre de la información, fabrica una verdad a la medida de su conveniencia (o sea, sus intereses hiperindividuales).
– Juan Pedro Manghera/Salta 2/2012