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sábado, abril 20, 2024

El Voto, ¿ilusión o esperanza?

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El voto es el instrumento del sistema democrático por el cual se expresa la voluntad individual de elegir en un acto colectivo. Tiene dos caras según lo mire el ciudadano común o alguien de la comunidad política (entiéndase por esta a todos aquellos que intervienen en el mundo político influyendo de alguna manera en la administración de la cosa pública).

El pueblo, el ciudadano común, la sociedad civil en general, ve el voto como una herramienta útil para realizar el bien común, desde el bien individual a toda la sociedad. Es así, y sobre todo en gran parte de la masa del padrón electoral, que ya hace varias elecciones se manifiesta claramente la voluntad del consciente colectivo. Por ejemplo es fácil vislumbrar el deseo expresado en las últimas elecciones, el cual fue claramente un pedido a la transparencia y honestidad en la gestión del bien común. No fue un rechazo a la obra pública, el ordenamiento estatal o a los grandes emprendimientos que situaran a la Provincia en un lugar interesante, como nunca en su historia, ante el País y el Mundo.

El pueblo realmente expresa su esperanza en las urnas, se juega por una oferta de gobierno, cree y muchas veces banca demasiadas cachetadas de muchos miembros de la comunidad política. Un ejemplo de esto a nivel nacional fue en la época de la Alianza cuando el voto popular dijo claramente que optaba por la oferta social de esta, quizás no fue un rechazo de plano a un sistema neocapitalista con un fuerte tinte salvaje (Menenimo), expresó claramente el deseo de una política social urgente para los sectores más desposeídos.

El ciudadano civil, el pueblo, no se interesa por una ideología o por las técnicas políticas, solo ve y desea que los agentes de la comunidad política velen por el bien común, el cual no es un tema ni de autorización ni de pasaje de poder, porque caeríamos en demagogias y dictaduras ya sea desde la dirigencia política, ya sea desde el mismo pueblo, se trata de una ínter actuación entre la sociedad civil y la comunidad política para proveer a la sociedad en general de las condiciones necesarias para generar el bien común que de una manera simple podemos decir que son las condiciones para que la persona se realice individual y socialmente, material y espiritualmente.

La otra cara del voto, la que refleja como un espejo el rostro de la mayoría de la dirigencia política, se ve muchas veces desfigurada entre el accionar en la política por intereses individuales y egoístas y la verdadera vocación que lleva a luchar por los valores humanos. En el primer caso, el político toma por iluso a la persona que vota y prometiéndole castillos de cristal, ilusiona al pobre ciudadano para de alguna manera adueñarse de ese “poder” que representa el voto. Así, vemos candidatos que se lanzan a la palestra política prostituyendo al sistema democrático por algún exquisito suelo en la función pública o por la defensa de algún negociado bajo los intereses de no se qué macabro poder que sacrifica el bien de muchos por intereses de pocos. El otro caso, es como Alfonsín, una raza de políticos en acelerado proceso de extinción (por citar un ejemplo reciente).

¿A quién votar? ¿Elegir el mal menor? ¿Llevarse por la intuición, el afecto, la apariencia?

Hoy por hoy se crean imágenes en la oferta política de estas elecciones, es así que uno no sabe cómo llegan personas a proponerse en estas elecciones. Cargan con una buena “producción”, sobre todo a las candidatas; se prenden de sucesos anteriores y generados por sectores sociales como el rural un no sé quién; a otros se les enganchan cliché de fuerzas políticas que profesan un programa de gobierno que ya cumplió su etapa y pide a grito innovación, por más buena que halla sido su participación anterior, y así podemos seguir enumerando propuestas actuales….

¿A quién votar? … por lo menos a alguien que se conozca y se pueda decir “este hizo tal cosa por nosotros y estuvo bien, doy fe”. Y si no se puede conocer su obra intentar saber que hay en el corazón de la persona por lo que dice, es decir, ¿que quiere para el ciudadano?, ¿que siente por este?, hacer un esfuerzo por detectar mentiras y engaños: escucharlo, conocerlo. ¿De quién se rodea? ¿Cómo es su familia? ¿Qué dicen de él mismo los suyos? ¿Interpreta nuestras aspiraciones? ¿Ama la vida?

Quizás esté proponiendo candidatos ideales, no existen y muchos están lejos de serlo, pero como pueblo debemos ser exigentes y también pedagogos de la clase política a la que apelamos. ¿Acaso el día de la lealtad no fue una expresión genuina de esto? Salvando la diferencia, ¿la caída de De La Rúa no fue también una exigencia del pueblo, más allá de las circunstancias provocadas por manos negras? Y así tantos ejemplos de exigencia cívica totalmente licitas cuando se trata de perseguir el bien común.

Que el apuro de estas elecciones no nos enceguezcan en las opciones genuinas de cada votante. La tranquilidad, la claridad y la libertad de conciencia son totalmente indispensables para un ejercicio cívico honesto, efectivo y autentico.

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