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viernes, marzo 29, 2024

Enfermedades cardiovasculares, principal causa de fallecimiento

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En 2009 murieron más de 37 mil personas. Son ocasionadas por estrés, tabaquismo e hipertensión, entre otros.

Empujadas por el estrés, el tabaquismo y la hipertensión, las enfermedades cardiovasculares continúan a la cabeza de las causales de muerte y discapacidad a nivel mundial y tanto el país como la provincia de Buenos Aires no escapan a esa tendencia. Una muestra: durante 2009 murieron por afecciones cardiovasculares, ACV y otras enfermedades del aparato circulatorio 37.724 bonaerenses.

En ese marco, con la incorporación de tecnología y recursos humanos, el hospital San Juan de Dios de La Plata se convirtió en un centro de referencia de alta complejidad al que son derivados las emergencias cardiovasculares más graves de toda la Provincia los 365 días del año las 24 horas.

De las más de 433 cirugías cardiovasculares que se efectuaron allí el año pasado, un 15 por ciento correspondió a emergencias, es decir, casos que de no ser intervenidos de inmediato hubieran derivado en la muerte del paciente. “Uno de los cuadros cardiovasculares más graves y que más estamos operando es el llamado síndrome aórtico agudo”, explicó José Como Birche, jefe del servicio de Cardiocirugía del San Juan de Dios.

El experto, que por estos días se encuentra disertando sobre estas intervenciones y el empleo de nuevas tecnologías en Qatar y Shangai, señaló que este cuadro se manifiesta con un dolor tan intenso en el pecho que suele compararse con el ocasionado por una puñalada. Ese dolor se irradia hacia la espalda, la columna e incluso los brazos y suele confundirse con un infarto. “El paciente se desvanece y la intervención de urgencia es clave para salvar la vida”, amplió Birche. Y agregó que la mayoría de los casos que operó por este síndrome correspondieron a pacientes con hipertensión mal controlada, la mayoría de las veces combinada con tabaquismo y hábitos sedentarios.

En rigor, el síndrome aórtico agudo es consecuencia de la “disección” o división en varias capas de la aorta. Esta arteria es una suerte de “caño maestro” del organismo que parte desde el corazón para luego dividirse en numerosas “ramas” a través de las cuales la sangre llega a todos los órganos.

El síndrome se produce porque en la aorta comienza a generarse una luz (que es el orificio por el cual pasa la sangre) verdadera y una luz falsa. “Al disecarse, la pared de la aorta se separa en capas, como las de una cebolla, entonces la sangre empieza a pasar, no por la luz verdadera, sino entre esas capas lo que genera insuficiencia aórtica”, detalló Como Birche, y agregó que este cuadro, al complicar el flujo sanguíneo, puede derivar en infartos de miocardio, accidentes cerebrovasculares o afectar el funcionamiento de otros órganos como los riñones, el bazo, los intestinos o miembro inferiores.

LA INTERVENCIÓN. La operación del síndrome aórtico agudo implica mayormente el reemplazo de esa arteria por un tubo artificial. “Es una cirugía de altísima complejidad en la cual le vamos a sacar toda la sangre al paciente porque tenemos que trabajar en la aorta, ‘el caño maestro’ del organismo”, simplificó Como Birche.

En este tipo de intervención, agregó el experto, la sangre del paciente se mantiene en una bomba de circulación extracorpórea. Para esto hay que bajarle la temperatura corporal y generar un paro circulatorio, es decir, que el corazón va a estar sin latir y los pulmones sin funcionar. “Tenemos un determinado tiempo que es de entre 15 y 20 minutos como para reemplazar la aorta con un tubo artificial que se llama tubo de Dacron Woven. Luego hay que reconectar a ese tubo todas las arterias subsidiarias entre las que se encuentran las carótidas, los troncos broncoencefálicos y la arteria suclavia que va hacia el brazo izquierdo”.

Una vez realizada esa intervención se realizan los pasos inversos: se le vuelve a dar sangre al paciente y se aumenta la temperatura para que el organismo vuelva a funcionar.

Para algunos tipos de síndromes aórticos agudos se utilizan prótesis que actúan como un tapizado de la arteria, similares a un stent de gran tamaño. “En lugar de reemplazar parte de la aorta con un tubo, lo que hacemos es tapizarla por dentro con un dispositivo que ingresa mediante un catéter y se infla dentro de la arteria”, agregó Como Birche.

– El Argentino

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