Ernestito Che Guevara ya es el santo patrono del Bajo Chico

El mítico guerrillero argentino Ernesto Che Guevara ya tiene su calle en la capital de la provincia de Salta. La imposición de su nombre a una arteria en la zona del bajo se hizo el viernes en un acto al que asistió el amigo del Che, Alberto Granados.

El concejal Diego Saravia presidió la ceremonia, que comenzó a las 17,50 del viernes en una tarde muy fría en la que hubo emoción y calidez en el recuerdo del héroe latinoamericano.

Saravia lamentó el hecho de que recién en la gestión del intendente Miguel Isa se pudiera concretar este viejo anhelo. También señaló que al poner el nombre de Guevara a la calle 16 de septiembre se sacan de encima dos fechas incómodas para el poder: La Noche de los Lápices, y el aniversario del derrocamiento del general Juan Domingo Perón después de un bombardeo en el 55.

El concejal recordó también que una iniciativa suya para que Salta tenga su calle con el nombre del Che presentada en el Concejo Deliberante en el 97 había tenido curso, pero la ordenanza fue luego derogada por el entonces intendente Tanoni en el 98.

Al acto de ayer asistieron unas 50 personas. Se acercaron, curiosos, algunos vecinos de la Villa San Antonio, barriada humilde y tradicional de la ciudad conocida como “El bajo”, que desde principios del siglo pasado alberga los prostíbulos de la ciudad.

El arte para después

Estaba previsto que el artista plásticoAndrés Gauna realizara un mural pero le indicaron una calle equivocada por lo cual no se pudo realizar esa obra. Ante la confusión y la mala organización del municipio le ofrecieron material para que haga un monolito con un busto del Che que se colocará cerca del triángulo formado por las calles Alberdi y Che Guevara (ex 16 de septiembre), una arteria que se interna desde allí al corazón del “bajo chico”

La ceremonia, prevista para las 17 comenzó casi una hora después, puesto que lo esperaron al famoso “amigo del Che”, Alberto Granados, quien vino a Salta a participar en un filme sobre el paso del guerrillero por nuestra provincia.

El cineasta Alejandro Arroz fue el que gestionó la llegada de Granados a Salta a partir de lo cual se obtuvo el compromiso del intendente Isa de rendir homenaje a su amigo el Che Guevara imponiendo su nombre a una calle de la ciudad.

Hubo dudas sobre la participación de Granados en el acto, un anciano de 86 años que tiene problemas de salud. La tarde estaba realmente muy fría y destemplada.

Pero Granados llegó y habló -aunque con dificultad por el viento helado-. Dijo que se siente muy bien y que está maravillado al ver a los jóvenes comprometidos con el cambio. Expresó además que está contento y agradecido porque Salta ya tiene una calle con el nombre de su amigo.

Deporte, sexo pago y venta de droga

“Yo me angustiaba cuando veía cómo Cuba se iba para arriba mientras que mi país se venía abajo”, reflexionó Granados al memorar los momentos de mayor crisis de nuestro país en las últimas décadas.

Un periodista de canal 11 le preguntó qué opinaría el Che sobre el hecho de que haya una calle con su nombre en Salta, a lo que respondió: “no sé si le gustaría, pero sí sé que se lo merece”.

Ante otra pregunta sobre qué le diría a los jóvenes que quieren seguir su ejemplo y el del Che, dijo: “hay que tomar el trabajo como un deporte y el deporte como un trabajo”.

Entonces comenzó abruptamente a tocar la banda de música de la Municipalidad que interrumpió la entrevista -como si hubiera impaciencia para que todo termine y así poder huir del frío-. El acto se dió por concluído, aunque varias jovencitas alcanzaron a abrazar y a besar al anciano amigo del Che antes que Arroz lo llevara rápidamente hasta un vehículo, lo que no impidió que algunos devotos -a modo de despedida- tocaran el vidrio del auto como si fuera una imagen sagrada.

En la fría tarde invernal la zona del bajo volvería a retomar rápidamente su habitual aspecto de barriada humilde, como si todo hubiera sido una escena escapada del cine o de un sueño, con extraños actores que tan pronto aparecieron como desparecieron de una esquina del barrio para darle otra escenografía fugaz a la vida dura, con sus horizontes siempre grises.

Las trabajadoras del sexo se aprestaban, ahora que todo había vuelto a la normalidad, a prender sus braseros para esperar a los primeros clientes del fin de semana y alguno que otro “dealer” aguardaba pacientemente a las sombras de la noche para empezar a vender “paco”, “merca” y “pecosos”.