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jueves, marzo 28, 2024

Esperando el lunes, ráfagas de soledad en dos hombres aferrados a la vida

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La obra de teatro “Esperando el lunes” de Carlos María Alsina fue estrenada por el Grupo La Runfla el día de la gran nevada en Salta: 16 de julio. Y al otro día, cuando la ciudad se cubría de copos blancos, hicieron la segunda función. Salta 21 asistió el 24 de julio a la AAA, Rivadavia 937, para ver esta nueva producción salteña.

En la sala de ensayos “Elías Antar” de la Asociación Argentina de Actores, bajo dirección del reconocido artista Jorge Rodríguez (actor de teatro en Los Compadritos, El patio de atrás, Ostras frescas, Bar La Quietud, El pan de la locura, entre otras; y de cine en El hombre de arena y El hombre olvidado, por ejemplo), se presentó esta interesante obra de dramaturgia tucumana, escrita en el año 90 en palabras del propio Carlos Alsina (autor también de Limpieza), durante la época de la hiperinflación. Entrevisté al dramaturgo en la Fiesta Nacional de Chaco 2009, oportunidad en la que la provincia de Chubut presentó esta obra. El fin de semana pasado, nos encontramos gratamente con una excelente dirección de Rodríguez, quien supo pescar el matiz de representación de la obra, que va desde lo verosímil a lo ficcional y lo real; el humor de la vida; y el paralelismo entre el edificio que nunca se termina y las inacabables historias que cuentan los personajes, las que irán de boca en boca de los espectadores. La puesta es despojada y simple; la calidad de la obra se asienta en lo actoral y en lo argumental. Además, el director supo adaptar ciertas situaciones para trasladarlas a un tiempo actual.

Mención especial merece el gran actor Miguel Ángel Colan, quien logra lucirse en “Esperando el lunes” como ese viejito que todos quisiéramos encontrar en una plaza, lleno de vida y cargado de misterios. Vive un presente de pobreza que jamás muestra, nunca exhibe sus miserias ni se victimiza y mediante la narración de historias fabulosas, se inventa un pasado de aventuras y amoríos de increíble vuelo. Así, nos hace cómplices de su infinita riqueza.

Con la compañía de su partenaire, Guiovani Franco, el otro actor (colombiano) que despliega su gran trabajo escénico, egresado de los talleres de Lucrecia Ramos y a quien conocimos en “Verborragia interna” (donde hace de peluquero estilo Johnny Depp en el film “Sweeney Todd”) y en “El extranjero” (ambas con dirección de la Negra Ramos), componen una dupla desopilante en la que se olvida la pobreza mental, “el enanismo mental” como diría Rolando Pardo a propósito de su documental “Pequeña Habana” .

jpg_hi_5-47.jpg¿Cómo es posible que el drama nos cause risa? Porque quizá, sea la mejor manera de vivir. ¿Dónde termina la ficción y dónde comienza lo real? No importa para nada. Este viejito simpático captura durante cinco lunes consecutivos, la atención de un joven estudiante de psicología. En su dureza de estilo, en sus bromas, en su picardía, en sus invenciones, también está su simpleza de corazón, un corazón que revive en cada encuentro para alucinar a su compañero con fantásticas historias, con la intriga de saber qué pasó al tiempo que lo lleva a reflexionar sobre el dolor, el amor, las mujeres. Finalmente, la última sorpresa es para el público, quizá como parte de ese juego engañoso de lo aparente, nunca superficial, sino profundo, con una lección de vida que nos permite soñar intensamente con la humanidad, la amistad, el valor de la palabra, la desaparición de lo material, el amor.

Dos hombres solitarios, uno de 22 años, otro sesentón, comparten idénticas carencias – cada uno a su modo- y nos llevan a transitar por la felicidad, sin darse cuenta, sin proponérselo, pues la magia del teatro nos permite ver esa humanidad amplificada, narrada desde otro lugar, percepción inconsciente en el hacer y cargada de significación para el que la recibe. La historia dispara una atrapante fascinación por la espera, no beckettiana, sino consolidada en ese lugar que sólo el otro puede ocupar para hacernos sentir seres humanos indispensables. Una alegoría esperanzadora en las relaciones humanas, basadas en el rechazo y la aceptación, y en las mediaciones de hombres increíbles y desbordantes, casi anónimos y solitarios, que vemos a diario e ignoramos sin querer. Mientras el edificio que observan se construye, ellos también construyen sus sueños aunque a veces, sea lo más difícil del mundo.

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Lo que no se dice es lo que despierta el deseo del otro. El deseo atraviesa a los personajes y esas pulsiones de vida engendran el encuentro, cada lunes, al despuntar la tarde.

Un actor de larga data

Miguel Ángel Colan Cuenca, actor y bailarín, nacido en el 46′ en Capital Federal, salteño por adopción y por elección, de una larga trayectoria artística en Salta, es Cofundador del Teatro “El Galpón” (Pje. Otero s/n) y Cofundador del Teatro de títeres “El abube” Grupo Teatral Salta (1979). Participó como actor protagónico y de reparto en los siguientes grupos: Grupo teatral El Galpón (1981), oportunidad en la que se estrenó “El pan de la locura” de Carlos Gorostiza; Taller de Teatro Municipal (Salta), 1985; GIT (Grupo de Investigación Teatral), 1992; Taller de Teatro Tiempo y Grupo de jpg_colan_4.jpgTeatro Plenitud (1997); Grupo de Teatro Sófocles (2000); Grupo de Teatro Espejo, 2004 (Sueños de Clemencia) y La Runfla (2006, grupo que le rinde homenaje al teatro El Galpón con el reestreno de “El pan de la locura”). Como bailarín integró los siguientes espectáculos: “Carpas de Salta”, “La Salamanca”, “Mateando en el Rancho”, realizados con el I.C.I. (Instituto de Carreras Intermedias, Círculo Folklórico Cultural, 1978); “La navidad en mi pueblo”, “Cochereando en el recuerdo”, “Una pascua en mi pueblo”, “Un milagro en mi pueblo”, “Mi hogar una vereda”, “Mi cerro un altar I”, “Evocando el 25”, “El milagro de la carreta”, “Güemes Historia y Danza” y “Génesis andina”, “La vida es un circo”, “Mi cerro un Altar II”, con el Ballet Folkórico “Los Mayuatos”; “Cantata Riojana”, con el grupo de Teatro “Plenitud”; “El tango cuenta su historia”, con el grupo “Juntos por el Tango”. En cine ha participado como actor protagónico en las siguientes producciones salteñas: cortometraje “La pila de ladrillo” dirigida por Alejandro Arroz, guión basado en el cuento homónimo de Carlos Hugo Aparicio; cortometraje “El otro cielo” dirigida y realizada por Daniel Gauna y Diego Parra; cortometraje “Alguien que anda por ahí” dirigida por Cristian Barroso con guión original de Leandro Méndez; y en el largometraje “Luz de invierno” dirigida por Alejandro Arroz, basado en los cuentos de Carlos Hugo Aparicio.

La visión del autor de la obra: Carlos Alsina

Fragmento de la entrevista

¿Por qué pensás que una obra como “Esperando el lunes” recorre tanto las provincias y se representa en lugares como Chubut?

– Quizás porque es una obra que parte de algo muy simple y creo que también algo muy cercano a cualquier persona, que es la soledad. Es decir, la obra representa las expectativas, los sueños, el afán de encontrarse dos personas que están muy solas en una ciudad; se trata de un viejo y un joven que se encuentran todos los lunes en una plaza, a contarse lo que no son, no lo que son.

Me parece que eso tiene como un pacto implícito con la gente porque uno transita por la vida y puede estar muy acompañado pero en definitiva siempre está solo, lo que uno busca es encontrarse con alguien. Estos personajes lo que hace es eso: buscan un encuentro.

Estuviste integrando el panel y fuiste muy objetivo al ver tu propia obra representada pero me quedó una intriga, cuando entre los panelistas Cacho Palma dijo que no se había trabajado, por ejemplo, la metáfora y el tema del edificio. Vos también puntualizaste ese aspecto. ¿Podrías contarme un poco, si puedo meterme en eso?

– Por supuesto. La obra tiene como cosa metafórica, como símbolo, un edificio que obviamente el público no lo ve, los personajes lo ven, es un edificio que nunca se termina de construir sobre el cual ellos hacen continuamente referencia. El edificio a veces avanza, a veces no avanza pero no se termina. En realidad, muchos pueden colocar un sentido cualquiera a ese edificio. Para mí significa que la historia no termina nunca. Esta obra fue escrita en 1990, en pleno auge de aquello que se denominó el postmodernismo, donde parecía que la historia se había terminado, que no había más ideología, que todo ya estaba dicho y que el capitalismo era lo único posible. Entonces ese edificio significaba para mí que la historia aún continúa. Los hechos nos dan cuenta de ello; estos personajes se encuentran a través de contarse historias que nunca terminan, nunca le dan un final a esas historias.

Vos abordaste un tema muy puntual que te tocó como dramaturgo y que referiste especialmente: la inflación, ¿cómo influyó eso en tu escritura?

– Yo escribí esta obra en el año 90 que fue la época de la hiperinflación, era un momento muy tremendo porque cada uno trataba de salvarse como podía, entonces no había modo de comunicarse con nadie, cada uno hacía lo que estuviera a su alcance para sobrevivir. A mí me pareció que era el momento de un encuentro entre estos dos personajes, que podría darse a través de la mentira, no a través de la verdad, porque a veces la mentira suele esconder profundas verdades.

– Fotos tomadas por Salta 21 durante la función.

– Notas relacionadas:

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Limpieza y La redada: dos caras de una misma historia negra

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El hombre de arena: un canto a la libertad

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