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viernes, abril 19, 2024

Gilda, la reina de la cumbia, llegó al Cine-Tributo

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Haber esperado dos décadas para la realización de un film sobre la vida de Gilda, la popular cantante de cumbias, figura que trascendió el aspecto musical para convertirse en la “santa” de los pobres, parece ser un tiempo prudencial. Tiempo que aleja un poco del hecho trágico y de los fanatismos circunstanciales. Que a la cantante la haya interpretado Natalia Oreiro es doblemente satisfactorio: no hay quien hubiera podido hacerlo mejor. Insuperable.

“Para afrontar los cambios
hay que tener un
corazón valiente”
. Gilda

La película Gilda, no me arrepiento de este amor, de Lorena Muñoz, tiene muchos aciertos, principalmente la caracterización de Myriam Alejandra Bianchi, cuyo pseudónimo es Gilda; el recorrido por los lugares nocturnos asociados a la mafia de la música tropical, que nos pintan sin más efectismo, la peligrosidad de la movida a la que tuvo que enfrentarse la cantante para cumplir sus sueños; y la selección de los momentos de su vida, que nos permiten redescubrir la historia de un mito.

Gilda, según algunos datos que se conocieron sobre su personalidad, era quejosa y sufrida, dos aspectos que se remarcan en la cinta y que por momentos funciona como anticipo de lo que sucedió, como si su vida hubiera sido un anuncio de la tragedia. En ese sentido me pareció que hubo una especie de exacerbación de la tragedia. El film comienza con la lluvia golpeado en su ataúd y cierra con ese aire de glorificación al momento en que sube al escenario por vez última, pero que se enlaza directamente con lo trágico. Dentro de la ficción, no es que su muerte provoque dolor, es que su vida lo hace. Cada palabra dicha por la protagonista de un film en el que precisamente la protagonista no está, es cruel y dolorosa.

Natalia Oreiro es una Gilda trágica, doliente, compenetrada, exquisita. La película transmite emoción a cada instante. Y aunque el desenlace es conocido, sigue siendo sorprendente, sigue siendo actual, sigue siendo conmovedor. Creo que el film nos entrega a una Gilda idealizada con toques virginales en la que no hay escenas amorosas ni apasionadas. Sí hay escenas del reclamo de los hijos de la artista ante la ausencia del padre que se marchó del hogar por su supuesta culpa y de algún roce con su madre, entre otros aspectos que la humanizan. Si bien para Gilda no fue fácil convertirse en la número uno de la música tropical, no solo porque lidió con El Tigre (Roly Serrano), representante del monopolio cumbiero, mafioso y voraz; sino porque también tuvo que luchar contra los prejuicios sociales de los cuales le hacía saber su marido (Lautaro Delgado), descontento con los vestuarios de Gilda y sus salidas nocturnas. Es decir, violencia laboral y violencia familiar contenida, ambas cuestiones que debió sortear con su angelical encanto en el escenario y su fatal dramatismo en la vida cotidiana.

Lo místico se condensa en una escena que funciona como panegírico donde una niña que llora y que ella saluda al término de su show, le dice que su madre se ha curado porque la escuchó cantar en una grabación. Cuando lo conceptual se logra, como en este caso, no requiere de repeticiones innecesarias.

Los flashbacks permiten construir el destino asumido pese a la adversidad, como la imagen de su padre cuando niña enseñándole las notas musicales con una guitarra que aparecería en el momento en que ella toma la decisión de dejar de ser maestra jardinera para convertirse en cantante de cumbia. Quien interpreta y muy bien a Myriam como niña es Ángela Torres y a su padre, un acertado Daniel Melingo, ambos en escenas muy significativas.

Mención especial para Javier Drolas en su destacado rol de Toti Giménez, el músico que llevó a la fama a Gilda porque creyó en su talento desde el momento cero, y quien fuera su pareja. Recordemos que fue uno de los sobrevivientes del accidente de 1996.

Dentro del género del biopic, esta película logra sobresalir de lo esperable y supera las expectativas gracias al enfoque dado, al aspecto técnico y a la actriz que logra más que hacer de Gilda, ser ella. Un abordaje transparente donde lo legendario está tomado con seriedad y la película está hecha con la altura necesaria para pasar a engrosar el listado de las muy buenas películas argentinas. La directora ingresa a la ficción por la puerta grande mientras que Natalia Oreiro comienza a vivir su notable consagración como una de las grandes actrices del cine nacional.

Gilda, no me arrepiento de este amor / Argentina / 2016 / 118 minutos / Apta para mayores de 13 años / Dirección: Lorena Muñoz / Con: Natalia Oreiro, Lautaro Delgado, Javier Drolas, Susana Pampín, Roly Serrano, Daniel Melingo, Daniel Valenzuela, Vanesa Weinberg y Ángela Torres.

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