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viernes, abril 19, 2024

“Hay capitales de la mafia invertidos en Argentina”

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Amenazado por los carteles de la Camorra y oculto desde 2006, el autor del best seller “Gomorrra” habló con Clarín en Roma sobre el narcotráfico en América latina y el actual modus operandi del crimen organizado. Por “Gomorra”, Saviano se convirtió en el escritor más perseguido del mundo.

– Por: Matilde Sánchez – 8 de febrero de 2009 – Clarín

Tras la crisis del 2001 Argentina fue invadida por capitales criminales de todo el mundo, con agrado de sus funcionarios, desde luego, pues era un momento de miseria. De acuerdo con los magistrados italianos, la Camorra llevó mucho dinero allí. Y la mafia libanesa, que invirtió comprando costa, muelles y terminales portuarias. Es una pena que no se investigue el origen de esas inversiones.” Es el escritor Roberto Saviano, el perseguido número uno de Europa, quien nos da estas noticias, que aún no han podido ser corroboradas por este diario. El autor de Gomorra, la investigación en la que revela las tramas de negocios y las guerras entre los clanes de la mafia napolitana, recibió a Clarín en Roma para una larga conversación. Digamos mejor, dos automóviles polarizados con media docena de carabinieri de civil, que traían al escritor desde su refugio, pasaron por nuestro hotel.

La sombra de su barba de meridional, visible incluso recién afeitada, le da un aspecto oscuro que queda desmentido por su sonrisa juvenil. Veintinueve años son pocos para tener que sobrellevar, debido a solo 300 páginas, una faida, la amenaza camorrista cuya larga memoria recuerda la persecución musulmana a Salman Rushdie. Al publicarse el libro en Italia, en 2006, Saviano fue amenazado de muerte por los clanes de la región Campania y desde entonces vive bajo protección. En 2008 publicó otros dos libros en Italia, “El anillo” y “Lo contrario de la muerte”, que pronto saldrá en castellano.

Como todas las mafias italianas, la Camorra está compuesta de diversos clanes familiares vinculados al territorio (así, los hombres fuertes de Casal di Principe se llaman los Casalesi) y con alianzas estratégicas en otros barrios de una misma ciudad o en la región y, a la vez, con polos internacionales.

Nacido en Casal, sede de poderosos camorristas, Saviano empezó por un detalle. A fines de los 90, un periodista detectó que este pueblo figuraba a tope en la matrícula de Mercedes Benz en Europa. Y detectó una coincidencia: también tenía el récord de homicidios. Lo que Saviano va a contar, durante el diálogo en las oficinas romanas de la editorial Mondadori, no es una épica de buenas familias y trapos sucios, sino el mapa criminal de la Camorra en su madurez global, el modus operandi del Sistema y el incalculable alcance de sus filiaciones. Y si comenzamos por el tráfico de droga -y no por el puerto de Nápoles, donde todos los negocios se anudan- es porque éste reditúa a la Camorra la descomunal liquidez que le da fiereza: una facturación 60 veces superior a la de Fiat y 100 veces la de Benneton.

“Argentina y Brasil siempre fueron plazas propicias. Hoy buena parte de la cocaína que ingresa en Italia es embarcada en puertos brasileños y argentinos. Esto no ocurría a tal grado antes de vuestra crisis. De hecho, las naves partían mayormente de México. Las rutas actuales son Brasil o Argentina, pero antes de llegar a Europa pasan por países africanos comprados por el narcotráfico: Nigeria, Liberia y Togo. Hoy la gran pregunta de los magistrados es el rol del presidente venezolano Hugo Chávez en este nuevo mapa del narcotráfico. Saviano sostiene que en la actualidad, la Ndrangueta calabresa tiene lazos globales aún más potentes que la Camorra, mientras que la Cosa Nostra siciliana, la que retratan los clásicos del cine, “es la mafia en crisis y quizá solo existe en la cabeza de los periodistas y los espectadores.” La Camorra napolitana, sin embargo, es la mafia más joven, la que gestionan las promociones más recientes de la criminalidad.

En su visión, la Camorra se destaca por su gran vocación de modernidad. Aprovecha cada aspectos de la globalización y la vida contemporánea, el ansia de consumo, la revolución comercial de los containers…

A diferencia de la siciliana, la Camorra no tiene una estructura piramidal sino horizontal. En verdad, es una organización estructurada federativamente.

Cada grupo gestiona la propia economía y toma sus decisiones, tiene plena autonomía de acción y capacidad de aliarse con otros grupos. No reporta a una cúpula y esto la hace muy dinámica. Su fuerza reside en el constante recambio de líderes y opciones criminales.

Y ya no está regida por el código de la Omertá. Los capos que han ido a la cárcel han sido cantados por un arrepentido, los famosos pentiti de la Justicia italiana, que pasan a colaborar con los magistrados.

En todo negocio delictivo existe el pacto de silencio. Pero al igual que la Ndrangueta, la Camorra se esfuerza por dejar atrás viejos códigos, como el corte y mezcla de sangre, ritos iniciáticos de un pasado arcaico.

¡La racionalidad camorrista hace dinero con todo lo posible!

A diferencia de las actividades legales, estos negocios pueden darse el lujo del error. Cuando el emprendedor legal fracasa, quiebra. El camorrista puede acabar muerto pero sus negocios nunca quiebran. Por lo tanto, no conoce la vacilación comercial. Eso hace de la Camorra una vanguardia del capitalismo.

El crimen organizado lo es. Los mafiosos son grandes emprendedores, invierten en sectores antes de que se vuelvan redituables. La mafia italiana fue la gran pionera de la inversión en China y el Este de Europa. Esto es posible porque, a diferencia de las demás empresas, su riesgo financiero es casi nulo. Dado que sus fondos provienen de la cocaína y la extorsión, pueden gozar de un alto valor agregado en la economía.

Cuando empiezan a invertir en los países del Este, a comienzos de los 90, colonizan su estructuras de inmediato.

¿Por qué los mafiosos italianos son los primeros? Simple: son quienes salen a corromper a los políticos y policías comunistas y así consiguen el primado en los negocios. La noche misma en que cae el muro de Berlín, se produce una llamada telefónica desde Cattania con un mafioso que se encuentra en esa ciudad alemana. Es una escucha muy reveladora, que consta en actas judiciales. En ella, el capo calabrés interrumpe al amigo para preguntarle en qué sector de Berlín se encuentra. “En el oeste”, dice el joven. “¡Error!”, responde el capo; “debés irte de inmediato al Este…” “Pero es que en el Este no hay nada!” “¡Precisamente por eso!” Su orden, esa misma noche de estupor, es relevar el catastro de lo que se podrá rapiñar antes que nadie.

Así es como las mafias italianas son las primerísimas en comprar a precio tirado todos los garages, los depósitos, para convertirlos en restaurantes, bares, pornoshops, todo lo que faltaba en esa sociedad. Imagínese, capitales europeas vírgenes de pizzerías y saunas.

Entretanto, los inversores de Europa occidental seguían evaluando cómo reaccionaba la población acostumbrada a un régimen represivo…

– Al nivel clave del barrio, usted presenta la Camorra como una agencia de servicios para necesidades básicas, bajo un panorama social devastado por el desempleo. En el interior de Campania, pertenecer al Sistema facilita la vida.

Es lo propio del crimen organizado.

De hecho, el sociólogo Diego Gambetta, de la Universidad de Oxford, interpreta la mafia como proveedora de servicios, el más importante de los cuales es la protección.

La opinión pública se sorprende de que en un país central todavía se pague la extorsión pero no comprenden el fenómeno.

Pagar no significa perder dinero, pagar da ventajas. Allana el camino a un crédito bancario, acelera trámites jubilatorios, hasta garantiza la puntualidad de un radiotaxi.

Mirémoslo a escala de las grandes empresas. Contribuir a la Camorra le permite a un fabricante tener al camión proveedor a tiempo y enfrentar los aprietes de las aseguradoras, dado que un afiliado recibe mejor precio en los seguros cuando lo presenta el miembro de un clan.

Pero esas ventajas son inseparables del régimen de terror.

¿Cómo es posible que empresas gigantescas como Parmalat, la productora de leche más poderosa de Italia, sea afiliada?, esa es la pregunta que debe hacerse. ¿Acaso Parmalat o Cirio no tiene el poder para denunciar una extorsión? No lo hacen porque el Sistema los beneficia. Gozan de altísimos descuentos en el uso de los galpones para la distribución.

Un comerciante que compra la leche por fuera de Camorra obtiene un descuento del 2 %; si es de la Camorra, entre el 4 y el 7 %. Todos los locales pertenecen a algún clan y sus costos son más bajos.

La Camorra tiene las estaciones de servicio y da descuento en la nafta a los camiones; y ayuda a gestionar el trabajo legal e ilegal.

El dilema y el fracaso de Michael Corleone, en El Padrino III, eran cómo pasar a la legalidad. Hoy la Camorra tiene un abanico formidable de actividades legales e ilegales asociadas.

La saga de El Padrino solo atañe a la mafia italo-americana. En los Estados Unidos el anhelo de legalidad es fortísimo por una cantidad de motivos, uno de ellos, la presión judicial.

Recuerde que la familia Kennedy amasa su fortuna con el contrabando de alcohol y su descendencia le depara un presidente y dos legisladores.

En Italia la pulsión de reciclarse como hombre de bien no existe. Aquí el éxito en las actividades legales reposa en el brazo ilegal activo, en esa diversidad. La supremacía económica no reside en la actividad criminal sino en la capacidad de equilibrar negocios legales e ilegales.

¿Seguimos en el esquema clásico de un Estado dentro de otro?

No, ese modelo fue superado. ¡Hoy día las organizaciones criminales son el Estado!

La mafia como anti-Estado caracterizó el auge de la Cosa Nostra, entre los años 50 y 70. Matar jueces es una clara acción contra el Estado. Con los asesinatos de los jueces Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, en Palermo y con diferencia de meses en 1992, la Cosa Nostra cometió un error garrafal y dictó su defunción.

Hoy la Camorra busca todas las alianzas posibles con el poder político.

Ahí tiene usted a Carmine Schiavone, primo de Francesco, alias Sandokán, capo del clan de los Casalesi, apresado y colaborador de la Justicia. El dice: “Nosotros estamos a favor de la democracia, el Parlamentarismo y la jubilación. ¡Somos empresarios!” Es decir, se consideran parte de las fuerzas productivas y necesitan de sus regulaciones mientras no les traben los negocios.

No están contra el Estado cuando invierten con sus grandes constructoras.

La Camorra tiene los mayores consorcios de cemento de Italia y consigue las licitaciones. Cuando levantan shoppings y complejos comerciales que mejoran los suburbios degradados, los intendentes les dan la bienvenida.

Es una alianza clásica que la Camorra gane las licitaciones para las obras públicas. Pero también son hegemónicos en las industrias del pan, las cacerolas y los juguetes. A priori, uno imagina estos sectores dentro de la ley.

Pero es que la Camorra sabe que ante todo debe invertir en mercados que por definición nunca podrán quebrar. ¡Pan y pompas fúnebres…!

-Volvamos a América latina. Usted sostiene que Medellín dejó de ser capital del narcotráfico; que Lima es la sucursal de la Camorra y que ahora los cónclaves se celebran en San Pablo.

Brasil es un puntal importantísimo en el narcotráfico desde fines de los 80. De hecho, los grandes capos camorristas prófugos, Antonio Bardellino y Tommaso Busceta, aliados de la Cosa Nostra en su momento, se refugiaron allí en plena guerra mafiosa. Brasil se convierte en una plaza clave por otra novedad, la aparición de la figura del broker. En Colombia unos pocos carteles dominan el negocio y fijan los precios. En cambio, en Brasil no hay monopolio: se crea allí una bolsa donde operan todos: italianos, nigerianos, albaneses, junto a los locales.

– Broker, entonces, al estilo de un corredor de seguros.

Exacto, hoy domina el tráfico entre América latina y Europa. Es un cambio clave. No me refiero al camello que transporta droga en el estómago; no, un broker es el que consigue una cantidad importante en tiempo y forma. No se trata de un afiliado ni un mafioso; el no pregunta quién está al frente ni quién mata, no tiene sicarios. Es un freelancer. Esto aceleró enormemente el tráfico y explica el aumento de la penetración de la droga en Europa. Así, si yo quiero comprar cocaína para enviar a Francia, porque allí cuento con un canal, busco a un broker, quien además me da opciones de precio. Lo primero será preguntarme si yo me encargaré del transporte o si debe ocuparse del viaje él; en base a eso, cotiza el servicio.

¿Por qué antes de entrar en Europa occidental la droga debe pasar por Africa o Albania?

Porque desde allí es distribuida. El problema de los puertos y aeropuertos italianos es que habría que “adornar” a demasiados funcionarios, eso encarece. En cambio, en Albania basta con sobornar a unos pocos.

El puerto de Nápoles es el agujero del mapamundi por donde se distribuye de contrabando todo lo que se produce en China pero entra poca droga por allí.

Hoy en la región Campania, nuestro puerto narco es Salerno, aunque es más pequeño.

Un aspecto desopilante de Gomorra es cómo el cine de género presta una identidad a la Camorra. Cómo los mafiosos recitan líneas de Scorcese; incluso las nuevas mafiosas, pioneras de la criminalidad femenina, manejan Smart amarillos y anteojos al tono como en Kill Bill. El cine confiere al mafioso un márketing del poder. Cossimo Di Lauro, un muchacho a quien se lo veía poco en el barrio, siempre escondido, imita a The Crow.

Cuando se vuelve visible, porque cae arrestado, en esos pocos minutos debe dar una imagen de vencedor. Pero ésta ya no se basa en los viejos clisés, como dejarse larga la uña del meñique.

¡En Buenos muchachos el mafioso pica el ajo con esa uña!

Eso es fantasía. La uña larga denotaba que no se hacían tareas manuales. Hoy los jóvenes camorristas son muy cosmopolitas. Saben que les tomarán una foto y quieren dar una imagen reconocible; por lo tanto, lo mejor es parecerse a algún personaje. Si luzco como Tony Montana, de Scarface, me identificarán como el jefe.

El cine comunica la imagen de fuerza. Asimismo, es parte de su cultura más profunda, aquello que los galvaniza y les da coraje.

Lo que sí queda en primer plano, en el filme de Matteo Garrone, es la cultura familiar de una sexualidad machista: para estos jóvenes killers, violencia y acción son clave de una virilidad estereotipada y muy compulsiva, casi maníaca. Gran parte del aprendizaje básico en el poder criminal pasa por la educación sexual. Pero esto no es privativo de la Camorra, pertenece al territorio y sigue vigente en el sur de Italia, lejos de las ciudades. Por cierto, Nápoles es muy tolerante: el boss Misso tiene un hijo gay, que tiene una agencia de remises y no fue desterrado en España.

Esto es impensable en los clanes Casalesi o en Caserta, donde un homosexual sería borrado.

¡En Caserta yo jamás vi a un gay!

Las reglas de la sexualidad son muy estrictas. Aún hoy en las familias se insiste en que lo aceptable es casarse con una vecina del pueblo, a quien se conoce desde la infancia, mientras que para el sexo están las inmigrantes del Este. Desde la infancia se nos inculca que los italianos del norte duran menos en el acto sexual e incluso se recomienda un viaje al norte porque las mujeres no pueden resistir la superioridad del macho napolitano.

Un italiano del sur solo puede ser superado por los africanos, lo cual se explica porque se trata de animales… El niño meridional crece en una sexualidad plagada de reglas. Con una mujer nunca se debe estar abajo, lo que distingue al varón del vicioso es que no da sexo oral a una mujer, cosa propia de los perros…. Este tema hasta aparece en un capítulo de Los Soprano.

En los 90, años de mi adolescencia, en medio de las guerras camorristas, yo me cuidaba bien de no salir con una chica de Casal di Principe porque irremediablemente tendría que casarme con ella.

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