Los maestros argentinos dicen que en el país esos índices son aún más altos: hablan de hasta el 50% del tiempo de clase. El informe internacional también refleja las quejas de los docentes por el tiempo académico que pierden en hacer tareas administrativas.
En un suburbio de París, una escena de la película Entre los muros , de Laurent Cantet, retrata la difícil tarea de enseñar en un colegio secundario de Francia.
Uno de cada cuatro profesores de escuelas secundarias pierde un 30% del tiempo de clase en hacer callar a sus alumnos o lidiando con la indisciplina. Y el 70% de esos profesores siente que las interrupciones en sus clases molestan “bastante” o “mucho”.
El dato surge de una investigación comparativa –el Informe Internacional de Enseñanza y Aprendizaje– que realizó la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) sobre las respuestas de 90 mil docentes y directores de escuelas secundarias de 23 países.
Con la estadística en la mano, especialistas y maestros consultados por Crítica de la Argentina consideraron que en el país esos índices son todavía más altos.
El estudio asegura, además, que la cantidad de tareas administrativas que a menudo tienen que realizar los docentes también posterga los minutos de aprendizaje de los chicos.
La mitad de los profesores consultados detalló que no recibe ningún tipo de valoración por su trabajo y que el mal comportamiento de los alumnos entorpece las clases en tres de cada cinco colegios.
El trabajo se realizó sobre las respuestas de docentes de Australia, Austria, Bélgica, Brasil, Bulgaria, Dinamarca, Estonia, Hungría, Islandia, Irlanda, Italia, Corea del Sur, Lituania, Malasia, Malta, México, Noruega, Polonia, Portugal, Eslovaquia, Eslovenia, España y Turquía, donde al igual que en la película Entre los muros, del director francés Laurent Cantet, que retrata una escuela de un suburbio de París, la mayor parte de los profesores asegura que pierde un 13% del tiempo de clases en intentar poner orden.
En Brasil y Malasia ese porcentaje trepa hasta un 17%, y en Bulgaria, Estonia, Lituania y Polonia la cifra baja a menos del 10%.
En España, México, Italia, Eslovaquia y Estonia, más del 70% de los docentes dice que en sus clases las interrupciones de los alumnos perturban “bastante o mucho”, y en todos los casos tres de cuatro de esos maestros expresan que les faltan incentivos en su trabajo.
Los profesores de este lado del mundo consultados por Crítica de la Argentina coinciden en lo mismo: cada vez es más difícil dar clases y el tiempo que lleva “calmarlos” dentro del aula va en aumento.
Ricardo es profesor del Nicolás Avellaneda, en el barrio porteño de Palermo. Dice que en la Argentina quizás ese porcentaje sea más alto: “El nivel de dispersión que existe hoy entre los chicos es muy grande. Ya no existe esa idea de hacerlos callar y tenerlos en silencio, porque es imposible y porque muchas veces es preciso que hablen entre sí. Lo que sí percibo, en todo caso, es que se comportan como si estuvieran frente al televisor: se levantan, van al baño, comen, conversan, como si no hubiera un profesor frente a ellos”.
Silvia Góngora, que da clases de inglés en La Plata, agrega: “Este año tengo dos cursos espectaculares, pero estuve en una división de 40 varones y me pasaba media hora pidiendo que bajaran los decibeles. Hay cursos que son bravos, porque llegan del recreo y lo continúan dentro del aula. Yo gritaba como loca y como estaba embarazada me subía la presión y por eso renuncié”.
En cambio, Fernando Lanzaco, director de la escuela rural de Piedras Blancas, en El Diquecito de La Calera, en Córdoba, dice que no le parece una gran dificultad en el caso de las escuelas rurales, donde “uno conoce a los chicos desde el vientre de la mamá y son muy respetuosos” y que, en su caso, “no tenemos problema porque acá sólo con la mirada basta para comprender la importancia del momento. Eso tiene relación también con la cantidad de alumnos por aula, que es uno de los condicionantes para hacer una buena clase”.
En eso de las condiciones laborales, también todos acuerdan: Teresa, profesora de Lengua de colegios porteños, sintetiza: “Los chicos son diferentes a los que tuvimos otros años. Se suma el cansancio de los docentes debido a las condiciones laborales que ofrecen las escuelas públicas: desde la cantidad de horas que se trabajan para procurar un sueldo digno hasta la situación en el aula y la necesidad de afecto que hoy tienen los chicos. Claro que eso repercute en la educación, y poner un poco de calma no es tarea sencilla”.
Crítica Digital
17.06.2009