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domingo, noviembre 24, 2024

Ivana Villada Alday, artista a pleno: “tuve la posibilidad de formarme y trabajar en distintos escenarios del mundo”

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No vamos a hablar específicamente de la guerra, pero en un tramo confiesa: “viví un fragmento de guerra en Beirut”. Esto echa por tierra la idealización de que una bailarina es como una pluma en el aire que se separa del mundo con sus pies, su cuerpo y su mente. La increíble historia de una mujer que baila pese a la guerra, al desarraigo, al conflicto con el lenguaje, a la sensación de estar en el exilio, a la falta de apoyo económico, habla de una artista que derrumbó muros por el arte; y no es metafórico.

«Villada Alday tiene ángel, fuerza y maestría» (*), así reza un enunciado aseverativo emitido por esta cronista hace tiempo, en una nota que le hube realizado por ese entonces a la bailarina salteña, quien se formó inicialmente con Patricia Arnoldi, Miryan Pedrazzoli y su propia madre, Silvia Alday. Trabajó profesionalmente en el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín, en el Caracalla Dance Theatre y en el Ballet de la provincia de Salta; además, colaboró con varias compañías y ensambles en distintas partes del mundo.

Tras cinco años, podemos superar aquel con la siguiente tesis: el triunfo del espíritu la ha llevado lejos y su talento se ha fortalecido.

En mi opinión, la frase que la marca a fuego y dice sobre ella más que cien páginas es cuando manifiesta en nuestra entrevista: «el logro personal, es sin duda, haber vivido».

Remontando el hilo de su historia personal

Ivana, ¿cuándo fue tu última actuación en Salta?

– La última vez fue a fines del 2010, junto al Ballet de la Provincia, antes de instalarme en Buenos Aires para unirme al Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín.

¿Creés en la inspiración?

– Tenemos dos enfoques: uno desde la respiración y el otro de la inspiración como musa de creación. Para mí son la misma cosa.

La inspiración, es un proceso natural que todos poseemos. Es una realidad. No cuestión de creencia. Si prestamos atención a esto, la inspiración -como en la respiración- es una constante alternada junto a la exhalación. Se convierte, cuando se está alerta, en una manera de contemplar, de recibir todo lo que está ocurriendo a cada instante, en esa actitud de receptividad nos nutrimos. Si esta nutrición nos genera plenitud, indefectiblemente, por necesidad natural de descarga, de devolución, transformamos, creamos/producimos la expresión de aquello que recibimos. Es un proceso natural real.

Lo que sí creo es que a veces, estamos atentos, alertas, receptivos… Y dispuestos a dar. Y a veces no, desconectamos. Generar un hábito de tomar contacto con lo que ocurre y recibimos en el proceso de inspiración, y de transformar y producir algo nuevo con lo recibido, es una práctica, un trabajo cotidiano… repito… como respirar. Una estimada colega me dijo hace poco » La naturaleza se contempla a si misma diariamente, a cada instante». Yo agrego que el artista trabaja con disciplina para perfeccionar su trabajo y su manera de contemplar. La combinación de ambos, es lo que yo llamaría una relación Sinequanone. Es retroalimentativa.

Aclaro que cuando hablo de artista, no hablo sólo de aquellas personas que producen arte como se está acostumbrado a entender. Sino de quien trabaja, no importa en qué, haciendo uso de la creatividad en la manera en que observa y, consecuentemente, en la acción que produce o ejecuta.

¿Cómo fue tu creación de “Uno” y qué repercusión tuvo en Beirut?

Uno fue justamente la respuesta a una necesidad -siempre se parte de la necesidad- imperante, que luego se fue extendiendo a todos aquellos que conformaron el equipo artístico y de producción, de hallar sentido a lo que venía haciendo y viviendo en lo personal y artístico, de resignificar y emprender nuevos caminos, comprendiendo el por qué y el para qué. Al por qué, lo hallé remontando el hilo de mi historia personal, volviendo a mis orígenes. En la tierra de mis abuelos, surgió la pregunta: ¿Qué hago aquí? (aquí: Líbano, aquí: Planeta, aquí: existencia). La respuesta al «para qué”, la encontré en Argentina, mi tierra natal.

Comencé sumergiéndome casi hasta confundir los límites entre la ficción y la realidad, en toda la obra completa del dramaturgo y director libanés Wajdi Mouawad. Los desarmé, los rearmé, los relacioné, les volví a dar un sentido, personal, histórico-temporal y artístico desde mi perspectiva. Nunca se había hecho danza de los textos de Mouawad. Para mí, fue un homenaje a los ancestros, a Uno mismo, y al autor.

ivana.jpgA partir de allí, comencé a armar el equipo de trabajo. Convoqué a un bailarín de alto nivel performático que posee además, la sensibilidad necesaria para abordar esta obra, dada su condición de hipoacúsico, y allí comenzamos a improvisar, buscamos a los músicos que crearon junto a nosotros la dramaturgia sonora de la obra y todo el resto del equipo creativo visual, que buscó las mil maneras de materializar cada uno de nuestros «delirios». Fue un trabajo conjunto, como siempre: amé trabajar y crear, jugar, vivir.

Fue duro, transitar lugares profundos de nuestro ser, fue duro bucear adentro. Fue duro comunicarnos: hablábamos en inglés, en francés, en árabe y hasta en lenguaje de signos… Necesitábamos ser claros entre todos y en especial con Pierre, el bailarín, para que no perdiera información en el proceso y pudiéramos llegar todos juntos.

Fue duro, no teníamos un solo sponsors, un solo subsidio, nada. Todo fue a pulmón, manos y manos que ofrecían lo que tenían, la producción la hacíamos nosotros; yo siendo extranjera no podía gestionar ni un solo papel, yo creaba y creaba y llevaba el equipo, a veces agotada, a veces estresadísima. Y el equipo ayudó en toda la producción. En Beirut no hay inversiones para el arte, y yo en calidad de extranjera no podía aspirar a nada. Fue duro que a días del estreno, explotara una bomba en un barrio cercano y la mitad del público por temor canceló su presencia, dejándonos bajas económicas aun mayores. Apenas cubrimos los costos de todo. Quedamos sin deudas, pero nadie vio un centavo. Fue duro, porque pasadas las funciones de Uno, el Teatro Babel donde trabajábamos, cerraría sus puertas definitivamente, y Uno sería la última obra que verían, después de décadas en funcionamiento.

Aún así, la repercusión fue maravillosa. El director de la Universidad Americana de Beirut me ofreció sponsors enseguida para reponer la obra. La gente quedó muy impactada con lo que se vio y se vivió, en escena y en la sala. Fue catártico, un poema al amor en medio de tanto dolor.

Fue duro, pero avanzamos. Y lo hicimos. En la tierra de Wajdi Mouawad, quien hizo su carrera en Canadá, en el exilio… huyendo de la guerra, escribiendo todas sus obras basadas en el exilio, en las aberraciones que se producen durante una guerra, en el desgaste que produce el desarraigo, en la perdida de la lengua materna, en el imaginario que te salva -y a veces te enloquece- de la cruda realidad. Del amor y de su fuerza.

Yo sentía algo parecido, yo viví un fragmento de guerra en Beirut en 2006. Yo conozco esos territorios. Y sentí que estaba viviendo algo parecido al exilio, mi desarraigo y mi anhelo casi idealista de la Argentina se volvía por momentos muy difícil de transitar. Más buscaba tierra, más la referencia era Latinoamérica, Argentina, Salta, la Pacha…

Así la obra tuvo textos en francés, música árabe, música flamenca, intensamente percusiva y necesariamente sutil por momentos, danza contemporánea como lenguaje somático principal, los músicos interpretaron «Magia blanca» de las autoras y cantantes salteñas Agustina Vidal y Mara Szachniuk; y yo misma interpreté un tango a capella sobre escena.

Tengo entendido que incursionaste en teatro. ¿Cómo fue esa experiencia?

– Siempre el teatro fue parte del recorrido. En la interpretación ya sea de la danza, como de la música, la dramaturgia es parte esencial necesaria. Comencé buceando en el teatro desde la escuela, en seminarios, interpretando obras de danza teatro, de teatro puro. Es una forma de vivir para mí, una forma de mirar y de dar matices y significancia a lo que hago. La vida es un gran teatro!

Podríamos decir sin riesgo a equivocarnos que sos una artista internacional reconocida en diversas partes del mundo. ¿En cuáles ballet has estado todo este tiempo y cómo lo viviste?

– Fundamentalmente gracias al apoyo tanto de mis padres como de maestros, colegas y amigos, tuve la posibilidad de formarme y trabajar en distintos escenarios del mundo. Desde la Casa de la Cultura de Salta y el Teatro Provincial hasta la Ópera de Beijing, la Ópera de Frankfurt, el Place des Arts de Montreal, el palacio del Sultán Qaboos en Oman, el Palacio de los Deportes de Mónaco, el Teatro San Martín de Buenos Aires, en centros culturales y espacios oficiales como el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, en el Teatro del Libertador en Córdoba, en el Teatro Mitre de Jujuy, en Rosario; en teatros del norte y del sur de España, hasta en emplazamiento de las Ruinas Romanas en el Norte de Argelia o el Norte del Líbano, en los Emiratos Árabes, en Estambul, en Colombia, en Suiza, en USA, en Brasil.
Colaboré con varias compañías y ensambles a lo largo de mi carrera, bailando como invitada para las academias de danza de la provincia, algunos compañías independientes, en escenarios de tango, en galas de danza clásica, en festivales de contemporánea.

Trabajé también en compañías oficiales como el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín, en el Caracalla Dance Theatre, en el Ballet de la Provincia de Salta…

¿Vamos a conocer un poco de tu trabajo? ¿Darás Seminarios?

– Sin duda mi anhelo y mayor desafío es que muy pronto mi trabajo se vea en escena en Salta. Yo vengo ofreciendo seminarios desde hace muchos años, cada vez que vengo. La curiosidad, es la base de la vida. Sin curiosidad, no hay búsqueda, sin búsqueda no hay encuentro, sin encuentro no hay realización, investigación, intercambio, producción.

Este verano, diciembre y enero estaré dando seminarios de danza clásica, danza contemporánea, improvisación para niños y tango.

Mis seminarios, son clínicas de perfeccionamiento, espacios de búsqueda, de cuestionamiento, de exploración, de investigación, de reescritura corporal, emocional, psíquica. Lejos de solamente «impartir conocimiento», mi propuesta es resignificar y actualizar lo que ya se viene haciendo hace años, en un proceso que yo aliento a que sea recíproco y buscando ir más profundo, más adentro; entender desde la técnica qué hacemos y por qué lo hacemos; y hacer algo nuevo con eso. Mirar distinto, evolucionar … También a hacer uso de las técnicas adquiridas para «decir algo». Si no hay mensaje, es lo mismo que hacer ruido. No tiene el menor sentido.

A nivel personal: ¿qué sentís que has logrado en la vida?

– Lo más significativo de mi experiencia es eso, la experiencia misma. El hecho de haber transitado tanto camino en experiencias diversas desde muy pequeña en tantas ciudades del mundo indefectiblemente te enriquece, te nutre de diversas perspectivas, amplía los horizontes de la pertenencia, te ayuda a desarrollar habilidades, a recoger herramientas. Te conecta con el hecho de que somos todos tan distintos y que a su vez, nos unen las mismas búsquedas, las mismas alegrías, las mismas penas. Te humaniza, te saca el polvo de la cabeza, te sensibiliza. Eso se vuelca y siembra donde quiera que uno pise, uno va dejando parte de toda esa cosecha en cada lugar donde va. Eso reforesta el bosque personal. El logro personal es, sin duda, haber vivido.

¿Qué influencias tuvo y tiene el hecho de ser hija de una artista?

– En mi familia, tengo una muy variada y fuerte influencia artística/ creativa. Mis padres, mis abuelos, mi hermano, sea que se dediquen al arte como profesión o no, todos ellos son grandes artistas, creativos natos. Yo creo que la influencia más fuerte es la de estar en contacto con la sensibilidad propia casi en forma permanente, y creo que el desafío es saber leer la sensibilidad ajena también para no dejar de lado cosas importantes, esenciales. Mirar el mundo desde una perspectiva muy diferente cada vez. La de reflexionar, repensar y analizar la vida buscando un balance y al mismo tiempo buscando ser un tanto revolucionario.

Mi familia siempre fue avant gardiste en todo lo que emprendió, con elevada agudeza intelectual, con una fuerza de carácter tremenda, con una gran creatividad puesta al servicio de generar proyectos en la provincia y en otras regiones del país y del mundo; y por supuesto, con inmensa sensibilidad. Sin duda ser hijo de un artista abre puertas, cierra otras, define un camino y a veces un estilo de caminar. Lo difícil es justamente decidir cómo uno quiere andar en su camino, sea artístico y personal. Dejar una huella propia que sea un perfecto balance entre la tradición recibida y la propia forma de procesar y evolucionar integrando la marcada intensidad y sensibilidad heredada.

¿Cómo te proyectás a nivel artístico hacia el futuro?

– Sin duda el camino es seguir creciendo por una parte como intérprete, en los diferentes campos de acción del arte escénico y en otros como la docencia, a nivel privado y a nivel oficial.

Yo a la docencia la entiendo como un camino comprometido de servicio, para el desarrollo personal de quienes se entregan al estudio y a la investigación, pero también como un lugar desde dónde generar consciencia, desde dónde transmitir valores de integridad, de autocritica, de cuestionamiento, de búsqueda, de colaboración mutua, de crecimiento sostenido individual y conjunto.

Y también en la gestión cultural, produciendo y apoyando espectáculos y propuestas propias y ajenas, no sólo de danza, también de música, artes visuales y teatro. La creación es una necesidad vital, en mi caso. Como para muchos otros. Y apoyar eso es fundamental para la evolución de la sociedad global. Aprovechar el arte como medio para transcender la propia vida, como canal discursivo, como desarrollo personal y como herramienta de crecimiento de la sociedad. Ese el camino.

¿Se puede separar la bailarina de la mujer? Es decir… lejos de la profesión: ¿qué proyectos tenés?

– ¿Se puede separar al Creador de su Creación? Uno baila, canta, escribe, duerme, ama, esculpe, etc., como uno es. Lo que uno piensa, lo que uno alimenta, en lo que uno cree, lo que uno incorpora a la memoria emotiva a través de las vivencias, todo eso se imprime en todo lo que hace al artista y a la persona, que son en definitiva “uno”.

El proyecto es seguir ampliando los horizontes en materia de experiencia personal y técnica artística. Estoy profundizando mis estudios en Gestión Cultural, como también en técnicas somáticas de rehabilitación terapéutica.

Y seguir incursionando en cuestiones técnicas de la Puesta en escena, cosa que me fascina, la de crear ilusiones y darle vía libre a la imaginación lúdicamente, llevándolo al imaginario de la audiencia.

(*) La consagración artística de Ivana Villada Alday junto a Mauricio Wainrot
http://www.salta21.com/La-consagracion-artistica-de-Ivana.html

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