Un Drexler relajado ofreció un concierto de una hora 45 minutos. No faltó el humor de aguda sensibilidad, de inteligencia emocional, para establecer una química con el público de la que se hizo cargo hasta el final.
El concierto del cantautor uruguayo sufrió una demora de casi una hora. Comenzó a las 21: 52’ cuando el artista aparecía en el escenario tocando su guitarra con una sonrisa plena. Al cierre, Drexler dijo que lo disculpen, que no era su intención retrasar el inicio pero que el vuelo que lo traía desde Córdoba se retardó 4 hs. Agradeció a los técnicos que instalaron los equipos en hora y media, tiempo récords ya que se necesitan cerca de seis para armar luces y sonido, más escenografía de un espectáculo un tanto complejo. La gente pasó por alto la situación por la entrega de Drexler puesto que sentado en la tarima, con las piernas estiradas y ejerciendo toda su seducción, dijo que quería tocar las canciones que le pidieran y que hacía tiempo que no tocaba… Y le pidieron rápidamente “Transporte”, a lo que contestó “me da gusto tocarla” (5º tema de la noche). “Me piden una zamba…Lo que voy a cantar no es de mi autoría, ya quisiera yo haberla escrito… Yo sé tocar más samba con ese, así que en la tierra de la zamba tendrán que disculpar cómo lo hago, pero la toco con lo que uno sabe…” Y cantó “La Pomeña” (Letra de Manuel J. Castilla y Música de Gustavo Cuchi Leguizamón). Cuando finalizó expresó “la más linda (zamba) del mundo” (6º tema).
Y continuó “tengo ganas de cantar cosas que no canto porque este teatro tiene una acústica reverberante…” El público le sugería tantísimos temas. “Qué erudición tienen de mi repertorio… Gracias…” Y siguió con «Un país con el nombre de un río» (8º tema), antes llegaba “730 días” (el tiempo que pensaba pasar con alguien… y se redujo a la mitad…).
Su primer tema fue “Hermana duda”, y en paralelo a esta letra (“Ando tanteando el espacio a ciegas…”) el escenario estaba casi en penumbras, con una tenue luz que apenas dejaba entrever su rostro, muy diluido en la oscuridad. Para el segundo, hizo una prolongada introducción cantando… “se pone en guardia, se alegra el corazón por estar esta noche en la casa del Cuchi Leguizamón…” Y sonaba en segundo lugar, “Polvo de estrellas”, con apenas una luz que lo sostenía en el escenario. Verdaderamente aplaudible, sobre todo si se piensa que los de la producción local recomendaron a la prensa tomar fotografías únicamente en los dos primeros temas, cosa imposible por la oscuridad reinante. Esto demuestra que todo el “triste protocolo” que impone la producción local no viene de los artistas, sino de ellos mismos con restricciones absurdas y un velado maltrato a la prensa a la que mezquinan invitaciones en el nombre del “artista”, y con la excusa torpe de “no hay cupo”, cosa que también es otro “cuento” ya que sobraron lugares y se vio un hueco importante en las localidades. Cómo serán de absurdos los productores asociados (Valentín Mexandeau, Fernando Issa, Sebastián Magnasco, Gabriel Fulgado, Gustavo Granato, Pablo Baldini, Marcos Peuscovich…) y sus reglas, que el propio Jorge Drexler, quien brindó un espectáculo cálido, ameno, profundo, preguntó: “¿Qué son esas luciérnagas rojas que andan dando vueltas?” A lo que el público respondió: “prohibido sacar fotos”. Claro, te apuntan con ese láser para ponerte en evidencia que estás cometiendo un ilícito, (eso sin contar que en la entrada nos amontonaron en un rincón – a los periodistas- como si estuviéramos en un ghetto a punto de ser exterminados, señal que molestamos e impedimos el tránsito hacia la boletería, con cara de patovicas que asusta).
Drexler (hs. 22: 04’) levantó la restricción de las luciérnagas y manifestó: “pueden sacar las fotos que quieran” , antes aclaró que el flash podría molestarle pero que casi no lo percibe en la distancia aunque mejor si no se lo usaba. Sinceramente, estuvo genial.
El tercer tema de la noche fue “Mundo Abisal” como el show homónimo que vino a presentar a Salta en una gira iniciada el 21 de mayo en el Coliseo de Bs. As. y que finalizará el 3 de junio en el Teatro Argentino de La Plata. Y siguió “Eco” para el cual se empleó una particular iluminación (Carlos Fajardo) que lo doblaba en el escenario con juego de sombras y sonidos ((Matías Cella, Carlos Campón). Cabe destacar que en varios temas lo acompañaron distintos instrumentistas, como en el caso del ukelele, por ejemplo. “Usen sus cajas calchaquíes – por los chasquidos con los dedos- en lugar de las palmas”– dijo cantando, y así logró un acompañamiento acústico buenísimo por parte del público.
A “Noctiluca”, tema dedicado a su hijo, lo introdujo con una anécdota sobre una playa uruguaya perdida en Cabo Polonia donde no hay más que un árbol y un faro que orienta por las noches, lugar especial donde se perdió y rebotó en el mar del sur, donde vio una “noctiluca” fluorescente (¿algas o amebas?) cubrir la espesura azulina. Sabía que de allí algo sacaría, que habría una consecuencia. A los 4 años nació Luca. Pero produjo además el disco “12 segundos de oscuridad” en homenaje al faro.
La letra número 9 fue la de “Tres hologramas”, tema para un ballet que le encargó Julio Bocca que dura 24 minutos, pero del que sólo hizo la parte final.
El repertorio incluyó 23 temas. Entre ellos: “Milonga del moro judío”, “Aquellos tiempos”, “Don de fluir”, “Fusión” (tema solicitadísimo por la gente) con el que comenzaba a despedirse, pero como no lo dejaban irse hizo cinco más para cerrar con “Horas” y “Zamba del olvido”, a las 23:43.
Drexler transmite una especie de paz y amor, de espiritualidad, de meditativa visión, de nostálgica cosa perdida… Se entiende lo que canta, sus letras son conmovedoras y con aire de bohemia, su personalidad es como una tarde de otoño lluviosa con viento cálido. Tiene el tono justo, la duración precisa, la emotividad necesaria, la luminosidad acorde, el clima deseado. Por el mundo abisal de Jorge Drexler todos cantan todos cantan…
– Fotos tomadas por Salta 21