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jueves, abril 18, 2024

Juan Perón y la Triple A

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En los últimos 30 años se han escrito ensayos de diversos orígenes acerca del apoyo que tuvo en la sociedad civil la cúpula militar que asaltó el poder el 24 de Marzo del ‘76 o tratando de individualizar a quienes instigaron o se beneficiaron con el golpe, y en todos los casos la pertenencia político-ideológica de los ensayistas ha terminado condicionando su investigación. Desde Juan Bautista Yofre hasta Horacio Verbitsky hay para todos los gustos.

Pero si uno recorre la crónica periodística de aquellos días o conversa con la gente común que vivió esos años, por ahí la historia no es tan lineal como muchos periodistas o ensayistas te lo cuentan.

Lo cierto es que la gente común del país, el argentino de a pie que siempre es mayoría, recibió aquel cambio político con apatía, sin la mínima reacción más que los comentarios propios de ver a las fuerzas militares en las calles. Ese día (declarado feriado por la Junta Militar), al mediodía, la selección nacional de fútbol jugaba un partido amistoso en Rusia y la mayoría de los argentinos estaban más interesados en ver como andarían Mario Alberto Kempes y sus compañeros con vistas al Mundial de Fútbol que se avecinaba, que lo que podrían hacer o no hacer los militares. Desde luego que el control férreo que el Gobierno Peronista había ejercido desde mediados del ‘74 sobre la televisión (totalmente estatizada) y otros medios, había creado una gran desinformación en la ciudadanía y tal vez eso haya tenido que ver con su comportamiento.

Muchos argentinos comunes, incluso, pensaron que los militares venían a imponer el orden en un país donde los conflictos políticos-ideológicos se venían dirimiendo a sangre y fuego, con un gobierno que carecía de autoridad. Todos los días, en la prensa más independiente, aparecían noticias sobre el accionar de las organizaciones guerrilleras y los comandos para-policiales (como la Triple A) y para-militares (como el Comando Libertadores de América). A esto se sumaban los problemas económicos del país. Desde la puesta en marcha del Plan Económico del ministro Celestino Rodrigo las economías familiares se habían deteriorado progresivamente.

Partidos políticos que se opusieron al golpe

Como dice Gabriela Saidon, autora del libro “La Farsa” [1] uno de los partidos que se opuso fue Política Obrera, pero no fue el único. También el PST de Juan Carlos Coral, el Partido Intransigente de Oscar Alende, el maoísmo en sus diferentes vertientes (PCR, Vanguardia Comunista) que respaldaba a Isabel como Presidente. También estuvieron en contra los sindicalistas más encumbrados, como Lorenzo Miguel, o políticos peronistas como el todavía joven Carlos Menem.

Políticos que apoyaron el golpe

Algunos políticos como Ricardo Balbín vieron con agrado la intervención militar quizás previendo que se iba a poner fin al desorden del gobierno peronista y calculando que a corto plazo la Junta de Comandantes llamaría de nuevo a elecciones, aunque la mayoría de los radicales estuvieron en contra con Alfonsín a la cabeza.

Una parte de la Jerarquía de la Iglesia Católica también dio su apoyo a los militares; en un libro memorable llamado “Iglesia y Dictadura” el doctor Emilio Fermín Mignone, fundador del CELS, se refirió a la responsabilidad de la cúpula de la Iglesia.

El apoyo del establishment

La Sociedad Rural, los holdings exportadores de cereales, la UIA, apoyaban el golpe: sabían que uno de los suyos, José Martínez de Hoz era número puesto en el Ministerio de Economía y que serían beneficiarios de su política. Indudablemente que ellos conocían de antemano lo que habría de ocurrir.

Por motivos distintos a los que tenían la oligarquía y los sectores poderosos de la economía, las organizaciones guerrilleras también esperaban beneficiarse con el golpe (poco después se darían cuenta que habían equivocado sus cálculos).

El ERP había enfrentado al gobierno constitucional peronista desde el mismo momento de su asunción, primero con el asalto al Cuartel de Azul, luego con la instalación de la guerrilla rural en Tucumán y cerraron el enfrentamiento con el asalto al Regimiento de Monte Chingolo. En todo momento la organización trotsko-guevarista proclamó que estaba librando una guerra contra las Fuerzas Armadas legales y hasta pretendía ser considerada por el Estado como una fuerza beligerante según los principios de la Convención de Ginebra.

En cuanto a Montoneros, había enfrentado primero a Perón -asesinando a Rucci para provocar al Líder- y luego a Isabel al pasar a la clandestinidad y reiniciar la lucha armada en setiembre de 1974. En un primer momento trataron de participar en elecciones con su propio partido, el Partido Auténtico, pero luego del magro resultado obtenido (el 10%) en la primera elección que participó, en Misiones, decidieron formar un Ejército beligerante (el Ejército Montonero) que hizo su debut con el asalto al cuartel de Formosa en Octubre del ’75.

En ambas organizaciones el lema era: cuanto peor, mejor. El golpe militar, sostenían, agudizaría las contradicciones y el Pueblo recurriría a ellos para convertirlos en la vanguardia de la Resistencia al régimen oprobioso.

En el caso de Montoneros había existido, desde el reinicio de la lucha armada, una progresiva militarización en su cúpula, que se transmitió sin discusión a sus capitanes, oficiales y milicianos. Con esa decisión, la militancia de superficie que no había querido tomar las armas se encontró de pronto expuesta a la acción de los grupos de ultra derecha.

Juan Perón y la Triple A

Luego del asesinato del secretario general de la CGT, José Rucci, en setiembre de 1973, y del asalto del ERP al cuartel de Azul, en enero del ‘74, el Presidente constitucional Juan Perón, se dispuso enfrentarlos, primero con la reforma del Código Penal que endurecía las penas por actos de sedición (reforma que fue rechazada por los diputados de la Juventud Peronista que respondían a Montoneros) y luego con la designación del comisario Alberto Villar al frente de la Policía Federal y de otros policías especialistas en contrainsurgencia. Villar era un policía de extrema derecha, anti-comunista fanático y con antecedentes de violaciones a los derechos humanos. Perón, en ningún momento quiso que las Fuerzas Armadas participaran en la represión de la guerrilla, tal vez porque sentía una gran desconfianza por la alta oficialidad de las tres fuerzas, antiperonista y gorila en su mayoría.

La Triple A, por lo que se sabe, nació de la conjunción de distintas vertientes. Por un lado, hombres que habían integrado la Resistencia Peronista, tanto civiles como ex militares expulsados de las Fuerzas Armadas tras el golpe del ’55; grupos juveniles nacionalistas de derecha como el CNU y el Comando de Organización; y grupos sindicales incuestionablemente peronistas; por otro lado, policías en actividad o retirados no peronistas que respondían a los comisarios de la Policía Federal Villar y Margaride.

A todos ellos, por sobre las diferencias políticas que sin dudas tenían, los unía un odio visceral a las ideas y prácticas de la izquierda: para ellos tan malo era un guerrillero como un estudiante o un sindicalista de izquierda que luchara solo con sus ideas.

Sabemos hoy que los jefes de la Triple A fueron, además de Villar (muerto por Montoneros en un atentado), el comisario Rodolfo Almirón y José López Rega, y que su primer acto terrorista se produjo en noviembre de 1974.

Nadie puede afirmar rotundamente que Perón haya sido el creador de la Triple A: hasta el momento de su muerte el Líder peronista creyó que podía combatir la insurgencia de izquierda con el Código Penal y los jueces constitucionales. Pero, es evidente que no podía ignorar los hechos violentos que desde la extrema derecha se consumaban, con el visible apoyo del aparato de la Policía Federal y de la mayoría de las policías provinciales.

Desde hace años que se discute si Perón creó o hizo la vista gorda al accionar de la Triple A, y las opiniones son siempre divergentes, lo cual significa que la historia definitiva de los setenta y del golpe militar del ’76 aún no ha sido escrita.

[1] https://www.salta21.com/Peron-creo-la-Triple-A-no-Lopez.html

Por Oscar A. González (El Tala)

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