El gobierno kirchnerista envía proyectos espasmódicos al Congreso Nacional.
Desde su prisión de Breslavia en las postrimerías de la Primera Guerra Mundial, Rosa Luxemburgo interpretando a Friedrich Engels acuñaba la famosa consigna “Socialismo o barbarie”. Poco más de dos meses después y como una suerte de confirmación estoica de lo afirmado, era asesinada a culatazos en la nuca por atreverse a cuestionar el sistema que reprimía y sigue reprimiendo a todos los trabajadores del mundo.
Es justamente ese interés material mezquino de lucrar con todos y cada uno de los actos de la vida, el que mueve un sistema que la izquierda nostálgica avizora en crisis, sin advertir que precisamente esa crisis constante que juega a derivar las premuras y las necesidades a los que menos tienen, haciéndoles ceder derechos esenciales para poder subsistir, es lo que sostiene esa maquinaria perversa, que no se afecta por las crisis, sino que las administra a su conveniencia.
En todas partes del mundo se observa este fenómeno y generaciones enteras se siguen sacrificando en pos del sistema, de la vía, o del modelo, para usar un término más nacional. Pero matices más, o matices menos, todos los esquemas montados para la acumulación de capital de la clase económica dominante nos llevan al mismo destino, cual es, la objetiva barbarie anunciada por la heroína de la frustrada revolución Berlinesa.
Argentina no es la excepción en este panorama, y la desenfrenada lucha de sectores de la barbarie por el control de la cosa pública, que se reparten entre “el modelo” y “la oposición”, -cualquiera sea el alcance o significado que se quiera dar a esas dos abstracciones- no debe confundirse con una lucha entre buenos y malos, entre capitalistas y los que no los son, aunque los oficialistas de turno nos martiricen a diario afirmando a rajatabla que se distinguen de los otros. Todas las variables macroeconómicas de los anteriores son mantenidas por los actuales, y los negocios y negociados de los grupos concentrados se mantienen intactos a pesar de las arengas.
Exportadores, banqueros, financistas, usureros, especuladores de bolsa, políticos lobistas de todos ellos y jerarcas de segunda ebrios de poder, se endilgan responsabilidades de gestión, cuando las causa de las carencias de muchos y la opulencia de pocos no son actos fallidos de administración, sino la esencia misma del sistema individualista que nos rige. Así entonces, el sistema con su crisis, es crisis para los de abajo y éxito para los de arriba.
Y en ese camino dislocado de la realidad que unos y otros transitan en su fiebre de poder, quedan los excluidos del reparto grosero, que con más o menos entendimiento y sin participar de los beneficios, asisten azorados al obsceno espectáculo que terminará como siempre, haciendo caer las consecuencias inevitables de la crisis sobre ellos. Y cuando más temprano que tarde ocurra, se reprocharán recíprocamente los hechos, que ambos sabían que ocurrirían pero que ninguno quiso cambiar para no perder sus posiciones.
En ese marco, el gobierno kirchnerista, desesperado por mantenerse a flote a cualquier costo, envía proyectos espasmódicos al Congreso Nacional –antes de perder la mayoría en las próximas elecciones- para aumentar el control de la cosa pública, que es pública para todos y privada para ellos. De otra manera, no puede entenderse el repentino éxito de todos los funcionarios, poco tiempo atrás empleados administrativos de tercera línea o choferes de presidentes, que pasan a engrosar la lista de los empresarios que ganan todas las licitaciones, poseen media Patagonia, son grandes exportadores o financistas, y que si el poder de control de los organismos que los protege (AFIP. SIGEN, UIF, etc.), en realidad hiciera su trabajo, no resistirían el más elemental archivo fiscal.
Los llamados opositores se regodean con las acusaciones de corrupción, poniendo el dedo índice sobre los administradores de turno, pero evitando traslucir que cuando los administradores sean otros, el nivel de corrupción será exactamente igual, con otros actores, porque la inmoralidad está en el sistema y no en los ocasionales mandamases del mismo.
No hacía falta un informe periodístico como el conocido esta semana por medio del operador político – económico Jorge Lanata, para enterarnos de que hay negocios oscuros en el poder. Nadie duda de que en el país y de la mano de esos nuevos ricos, se juega a ser testaferro, lavador de dinero, coimero, chantajista o sicario. Todo vale en un ambiente donde no es el hombre el rey de la creación, sino el dinero.
A este contexto se le suma la multitudinaria marcha llamada 18 A realizada en forma simultánea en muchas ciudades del País, que más allá de las contradicciones de los convocantes y de la buena o mala fe de los participantes, terminó como todas las movilizaciones similares, con actores mirándose unos a otros con el interrogante de ¿y ahora qué sigue? Los grupos económicos interesados en sacarle provecho al evento, ahondarán seguramente en análisis de los efectos de la convocatoria, pero en la soledad de sus hogares, todos y cada uno de los participantes no contarán con nada nuevo. Los políticos de la oposición más parecidos a una escena del “Regreso de los muertos vivos” que a un proyecto distinto de sociedad, son y seguirán siendo los gestores del desconcierto.
Y es en esa suerte de incertidumbre a la que aportan oficialismo y oposición, que aparece una encuesta supuestamente independiente que indica, que si las elecciones presidenciales fueran hoy, la Presidenta Cristina Fernández, viuda de Kirchner, “perdería”. Lo que no se da a conocer en esa supuesta encuesta, es contra quién lo haría. En realidad, no importa el nombre del futuro actor del drama porque para el real poder dominante detrás del poder nominal en ejercicio del gobierno, sólo importa que quien sea el sucesor, mantenga en general las variables del sistema, para que la barbarie siga imperando.
Hay otro mundo. Otro mundo es posible. El mundo de la no barbarie.