Ya en el 2003, la Asociación de Lucha contra la bulimia y la anorexia (ALUBA), estimaba que esta enfermedad afectaba a adolescentes de entre 14 y 18 años, que el 60% de las mujeres hace algún tipo de dieta y el 75% se sienten gordas aunque no lo estén.
De las personas afectadas por este desorden alimentario, el 20% son varones, pero va en aumento.
Ambos trastornos de alimentación tienen características similares, y sus causas son múltiples: los cambios producidos en el organismo en la pubertad, una autoimagen donde el peso y la silueta ocupan un lugar preponderarte, un ambiente familiar donde estas características son importantes, la prácticas de actividades físicas donde el bajo peso es una condición primordial como las danzas y la gimnasia artística.
Un papel significativo cumplen los medios de comunicación por la publicidad que utiliza la imagen de personas con determinadas características como modelos sociales y las asocia al éxito, una moda pensada sólo para personas delgadas, el aumento de los productos para adelgazar y la promoción de alimentos con bajas calorías, influyen tanto en hombres como en mujeres.
Algunas provincias argentinas a través de sus legisladores, trataron el tema. Por ejemplo el diputado misionero, Luis Viana, manifestaba en un proyecto de ley presentado en su provincia, en el año 2005, la preocupación ante «el incremento y expansión de estos trastornos, que han llegado a niveles epidémicos, donde la Argentina -después de Japón- es el país con mayor incidencia de anorexia y bulimia en el planeta, y el porcentaje de quienes la padecen es tres veces mayor que en los Estados Unidos».
La Ley 26.396 de prevención y control de trastornos alimentarios, propicia la creación de un “Programa Nacional de Prevención y Control de los Trastornos Alimentarios”, bajo la órbita del Ministerio de Salud.
Esta ley planteaba entre sus objetivos la obtención de datos estadísticos sobre Bulimia y Anorexia, por ser estos aislados y difusos.
También propiciaba la creación de programas de prevención. Sin embargo, es fácilmente comprobable que no se cumplen.
En Internet hay numerosas páginas donde se promueven conductas anoréxicas y bulímicas.
Los medios de comunicación siguen mostrando sólo una imagen de mujer como «la ideal”, con un arquetipo difícil de alcanzar para las jóvenes mujeres que forman parte del “target” al que van destinados estos mensajes.
Pero más peligroso es aún la venta de alimentos destinados directamente a quienes padecen esta enfermedad.
En un supermercado local, está a la venta un producto cuyo nombre comercial es Fitness “copos de trigo entero, arroz y maíz” de una marca multinacional , muy conocida, de productos alimenticios, que en la parte posterior de su envase incluye consejos para “verse y sentirse bien”; bajo el título “Cereales integrales y tu bikini” y dice: “Los cereales integrales aportan carbohidratos complejos: estos contienen azúcares estructurados en cadenas más largas y complejas, así tu cuerpo tarda más en quebrar estos azúcares, enlenteciendo su absorción. Esto, en conjunto con la fibra entregan sensación de estar satisfecha y sin apetito por más tiempo. Comes menos y con menos calorías ¡ideal!”. Acompaña lo escrito una fotografía de una modelo sonriente, feliz… y delgada.
Teniendo en cuenta que la mayoría de los afectados por este trastorno son jóvenes, con problemas de autoestima, de priorización de metas y valores, que es una enfermedad difícil de detectar y psicológicamente difícil de tratar -porque los paciente niegan tener dificultades y mienten constantemente sobre cómo se alimenta-: ¿cómo leen este tipo de mensajes? ¿No hay ninguna entidad que controle lo que publicitan en sus envases las distintas marcas? ¿Sobre qué parámetros se hace la publicidad?
La ley Nº 23344 incluye en los paquetes de cigarrillos la leyenda “el fumar es perjudicial para la salud” y regula la publicidad de este producto. ¿No se podrá hacer algo similar en materia de productos alimenticios y servicios para adelgazar?