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jueves, abril 18, 2024

La caída del consumo en la clase media

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– Cambio de hábitos. Por la crisis, el ocio se queda en casa. Los argentinos destinan menos dinero al esparcimiento; el alquiler de DVD reemplaza las idas al cine y hay menos gastos en shoppings

Cine y cena, pub y boliche. Hace sólo un año, ésas eran las ecuaciones predilectas del argentino asalariado promedio a la hora de programar el fin de semana. El resultado de esa fórmula se traducía en un tiempo de ocio fuera de casa que se podía extender desde la noche del viernes hasta, incluso, la del domingo.

“Hoy es moralmente inaceptable el gasto que te insume, por ejemplo, ir al cine. Prefiero reunirme con mis amigos en casa, mirar una película en DVD o jugar a algún juego de mesa”, explica a La Nación Leandro Genzone, Licenciado en Psicología, de 27 años.

En un contexto en el que aumentan los servicios, el ABL, los alquileres y los costos de las diversas opciones de esparcimiento, el argentino medio percibe cada vez más que lo único que no crece es su sueldo.

El cambio de hábito que confiesa Leandro es una tendencia en un país cuyos habitantes, hábiles pilotos de tormenta durante las crisis económicas, no resignan el disfrute de su tiempo libre. Aun cuando deba ser? dentro de casa.

“Cuando caen los ingresos, lo primero que la gente recorta son los gastos de entretenimiento”, explica el analista económico Fausto Spotorno, del estudio Ferreres & Asociados. Por ejemplo, las visitas a los shoppings solían ser una opción de salida de fin de semana para quienes quieren concentrar varias actividades en un día: cine, café, almuerzo o cena rápida y diversión para los más chicos con sólo caminar unos pasos. Pero esa rutina casi exquisita para quienes preferían ahorrar en nafta o maximizar tiempos se recortó en los últimos meses.

El consumo de los rubros de esparcimiento en los centros comerciales cayó un 19 por ciento entre octubre y diciembre de 2008, según un estudio de Ferreres & Asociados realizado en shoppings de la Capital y el Gran Buenos Aires. El año anterior, en ese mismo período, la baja del consumo de esos servicios había sido del 9 por ciento.

“Un 9 por ciento de la caída puede ser un factor estacional, pero el 10% restante no”, afirma Spotorno, que agrega: “No estamos en una crisis económica como la de 2001. Hay una recesión, el «bolsillo» no alcanza y, entonces, las formas de consumir diversión cambian”.

Así, lo que se hacía afuera se está comenzando a hacer en casa.

Las reuniones con amigos en el living, los juegos de cartas y de mesa, el DVD, navegar por Internet y las cenas caseras son la mejor opción, según resulta de una encuesta callejera realizada por La Nación.

El sillón le gana a la butaca

La pantalla gigante plateada, el sonido envolvente, la ansiosa espera a que comience el film de estreno en medio de la oscuridad, el crunch de los pochoclos, el casi extinto chocolatero?

Si esos condimentos hacen de ir a ver una película casi un ritual, ¿por qué el sillón de casa le gana a la butaca del cine?

Las personas consultadas coincidieron en una respuesta simple: hace dos años una entrada de cine costaba entre 4 y 6 pesos. Hoy cuesta entre 14 y 20. “Antes iba dos o tres veces al mes al cine. Pero desde hace casi un año prefiero alquilar un DVD, que me sale entre 6 y 10 pesos. Si no, entre la entrada, los pochoclos y el viaje gasto 60 pesos, fácil”, cuenta Patricia Zappia, de 26 años, Licenciada en Administración de Empresas que trabaja en un estudio de auditorías. Ella admite que el sueldo le quedó chico en comparación con el aumento constante del costo de vida.

Según un estudio de la consultora especializada en el rubro cine Nielsen EDI, en 2008 un total de 33,7 millones de personas fue al cine en todo el país; la recaudación alcanzó los 396,5 millones de pesos.

En cambio, en 2007 el sector había tenido una recaudación cercana a los 328,2 millones de pesos con una asistencia total de 33,9 millones. En síntesis: mientras la venta de entradas cayó 0,5 por ciento, los ingresos crecieron 20,8 por ciento.

Otro relevamiento, realizado por la Sociedad de Estudios Laborales (SEL), destaca que en 2008 ir al cine el fin de semana fue un 26% más caro que un año atrás. Incluso la platea de un teatro, que en julio de 2007 valía $ 55, ahora cuesta 80 pesos.

“Solía ir al cine o a cenar todos los fines de semana con mi novio. Ahora voy muy de vez en cuando. Preferimos quedarnos en casa y aprovechamos las promo 2 por 1 del videoclub del barrio”, dice Marina Daró, de 25 años, que vive en Floresta y es empleada administrativa de una importante empresa internacional. Mientras abre el paquete de su almuerzo, sentada en un banco de la plaza San Martín, Marina, que estudia en la Universidad Argentina de la Empresa (UADE), agrega: “Para peor, me aumentaron la cuota de la facultad y las expensas… Es una cuestión de prioridades”.

Para los analistas, priorizar es la clave.

“Las ventas en noviembre cayeron un 18 por ciento, por eso abundaban las promociones y rebajas en muchos negocios de barrio y shoppings. Sucede que la gente comenzó a recortar gastos en ropa y entretenimiento”, explica Vicente Lourenzo, de la Cámara Argentina de la Mediana Empresa (CAME). “El consumidor ha madurado. Ahora consume de manera diferente. Compara precios y busca ofertas”, agrega el especialista.

Para Ana Borio, socióloga, la clave es analizar las ofertas. “A nivel cultural siempre va a haber opciones, más en Buenos Aires. Si no vas a los cines grandes, podés ir a las salas del INCAA. Si no vas al teatro de cartelera, vas al off. O si no, alquilás una película: todo el mundo tiene un DVD o una computadora donde ver los estrenos”, dice.

Comer afuera se torna un lujo cada vez más lejano

Los restaurantes sufren pérdidas del 20%

Viernes a la noche. El Teg sobre la mesa, la música preferida de fondo, una picada, unas cervezas bien frías y el imán de la pizzería de la esquina a mano. Es lo único que necesitan Bárbara Franconi y Leandro Genzone para disfrutar de una “salida” con sus amigos.

“Una vez a la semana mi novio y yo nos juntamos con amigos a jugar algún juego de mesa. Es una elección que hacemos porque acá tenemos todo. Buena música, comida, bebidas”, dice Bárbara, que desde hace más de un año vive con Leandro en un PH de Villa Crespo.

Que la gente elige menos ir a comer afuera es un hecho.

En los últimos cinco meses cerraron alrededor de 300 restaurantes en la ciudad de Buenos Aires y hubo un descenso del 20% en la actividad del sector, según informó la Asociación de Hoteles, Restaurantes, Confiterías y Cafés (Ahrcc).

Otro dato ilustrativo es el que brinda un estudio del SEL: en 2008 una cena familiar subió 28,2% en una parrilla y 29,7% en un restaurante. La carta de los restaurantes ya no resulta tentadora para los bolsillos de la clase media. Si las parejas o los solteros tienden a dejar de lado las cenas fuera de casa, para las familias es una salida para olvidar.

“De vez en cuando íbamos a una parrilla con mis dos hijos y mi mujer. Pero en los costos de las bebidas, sean alcohólicas o gaseosas, se te va casi un tercio del gasto total de la comida. Una locura”, cuenta Pedro Alvarez Otaño, ingeniero civil que trabaja en una constructora familiar.

Tendencia internacional

Para los analistas consultados, el cambio de hábitos es sólo una forma de ahorrar malas pasadas en el futuro. “Estamos lejos de vivir una crisis como la de 2001. Las familias van a ir recortando gastos porque se les cae el ingreso. Eso implica menos inflación porque hay menos demanda. Pero preocupa un hipotético escenario en el que suba el desempleo”, explica el analista económico Fausto Spotorno.

“Por ahora, sólo podemos hablar de una recesión. Los comercios deben seducir a la gente para que consuma más. Hay que ver qué ocurre después de marzo, cómo evoluciona la puja entre el Gobierno y el campo, y en qué medida afecta al país la crisis internacional”, opina Vicente Lourenzo, de CAME.

En Europa, en donde la crisis económica pega fuerte luego de años de bonanza, el ocio también comenzó a recluirse en el hogar. Por ejemplo, para los españoles los indicios de que se está prefiriendo el ocio barato al caro son: la caída del consumo de cerveza, en un 6%, y de la facturación de restaurantes, bares y hostales, en el orden del 10%.

Manuel Javier Callejo, profesor de sociología de la universidad española UNED, afirma que de la mano del aumento del costo de vida nace “la mercantilización del ocio”, por lo que la gente pasa más tiempo en reuniones caseras con amigos o jugando con videojuegos.

– Fuente: La Nación

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