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viernes, abril 26, 2024

La educación sexual es un derecho humano

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La Iglesia Católica Argentina rechazó el ordenamiento jurídico del país porque -aún con palabras melifluas -hizo lo que siempre hace: defender el principio de que la única ley válida es la Dios, a quien la iglesia representa, en oposición a las leyes del “laicismo” que son desde su origen impropias, según esta visión.

– Marisa Vázquez (La otra Voz/ Insurectasypunto)

Lo medular es que desde la jerarquía católica se desconocen las leyes de un país y el rol que le cabe al Estado. Trampas dialécticas de las religiones. Las “advertencias” de la Iglesia Católica respecto al documento “Material de formación de formadores en educación sexual y prevención del VIH/SIDA” son fruto de esta posición.

Los Ministerios de Educación y Salud de la Nación difundieron el documento “Material de formación de formadores en educación sexual y prevención del VIH/SIDA” en conformidad con los lineamientos de la Organización Mundial de la Salud y del Programa de lucha contra el Sida de la Organización de Naciones Unidas.

Por otra parte, se da cumplimiento a lo establecido por la Ley Nacional 26.150 que en su artículo 1º establece que “todos los educandos tienen derecho a recibir educación sexual integral en los establecimientos educativos públicos, de gestión estatal y privada de las jurisdicciones nacional, pr ovincial, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y municipal. A los efectos de esta ley, entiéndase como educación sexual integral la que articula aspectos biológicos, psicológicos, sociales, afectivos y éticos”; a tal efecto se crea el “Programa Nacional de Educación Sexual Integral en el ámbito del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología”.

El Programa de educación sexual se enmarca en Convención de los Derechos del niño, la niña y los adolescentes; y la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, que cuentan con rango constitucional; entre otros marcos jurídicos. En suma; se reconoce a la educación sexual como un derecho y esto es lo medular y, por lo tanto, la discusión acerca de la educación sexual debe atender a todas las personas, sin discriminación de etnia, sexo, credo u orientación sexual; debe además, ser científica y precisa; pues implica la salud de las personas y la salud es un derecho humano; los que deben preservarse, garantizarse y castigar a quienes los vulneren; la humanidad se juega su destino en estos imperativos.

Por esto, la temática, las advertencias de la Iglesia Católica a través de el presidente de la comisión de Educación del Episcopado, Héctor Aguer, son sin lugar a dudas discriminatorias y violatorias de derechos; con el agravante de que amparados en una supuesta mayoría argentina se pretende imponer una visión parcial, acientífica y peligrosa para la ciudadanía.

Por otra parte, el documento de la Iglesia Católica incurre en confusiones que profundizan las divisiones, reforzando el histórico discurso misógino de la jerarquía eclesiástica. El documento se refiere a la “ideología de género” como un instrumento que presenta a la sexualidad según la cual “lo masculino y lo femenino, el ser varón y el ser mujer, no surge de una diferencia biológica y mucho menos se identifica con ella, sino que procede de la evolución de la cultura y es, por lo tanto, cambiante”. Esta deliberada mezcla entre lo biológico y lo cultural que afirma el documento católico no es casual; sino que responde a una ideología que cercena a la mujer sus derechos. La perspectiva de género es una valiosa herramienta teórica para desnudar los mecanismos de subordinación que – basados en el sexo biológico – significaron y significan la violación de los derechos humanos de las mujeres.

El lenguaje oblicuo del documento de la iglesia también avanza sobre derechos de las personas con lo que denominan “trastornos de la personalidad”; lo que leído en clave católica no es nada más que una referencia solapada (quizás para no ser acusados por discriminación) a la homosexualidad; la homosexualidad no es un delito; sí lo es la pedofilia, pero el documento calla esta realidad y tampoco es casual; son conocidas las miles de denuncias de víctimas que requieren reparación; miles de niños/as fueron abusados por sacerdotes ca tólicos que debían cuidarlos; la única reacción de la iglesia fue trasladar a esos sacerdotes, evidenciando un desprecio inaudito por las víctimas; las que fueron revictimizadas al acallar sus voces e impedirles una reparación. Por lo tanto, es inadmisible que el documento se refiera a que los contenidos del material de educación descalifique a la moral sexual; todo lo contrario, pone en el tapete cuestiones morales; la educación sexual significa que niñas, niños y adolescentes estarán advertidos acerca de sus derechos y nadie podrá abusar de ellos y quedar impune. Esto es profundamente moral.

Las “advertencias” de la iglesia también avanzan sobre los métodos anticonceptivos y se refiere al uso del condón.. En una simplificación que atenta contra la salud de la población, eluden la responsabilidad de educar para el cuidado y enmascaran la realidad de las miles de personas que viven con VIH. Las “advertencias” pretenden establecer que la educación sexual como la que se propone desde el Estado viola la patria potestad; desconociendo que deben primar los intereses superiores del niño, la niña y los adolescentes y que esto es una cuestión de estado, pues es velar por la salud de las personas y sus derechos.

Las peligrosas advertencias alientan el fantasma del marxismo que – a la luz de nuestra historia – resulta una acusación peligrosa, pues la simple suposición de pertenencia al marxismo costó la vida de miles de mujeres y varones; además; descalificar al material de formación para formadores imputándole ser “un peligroso avance totalitario sobre la libertad de conciencia”, desconoce – tal como lo señala el comunicado de la Red PAR – Periodistas de Argentina en red por una comunicación no sexista – que “la educación de los/las ciudadanos/as, así como la igualdad de trato y de oportunidades, son deconstructores de los sistemas totalitarios”.

Las “advertencias” del episcopado podrían movernos a la s onrisa por su ignorancia deliberada y su visión retrógada; pero no debemos olvidar el poder – si bien en baja – de lobby de la jerarquía eclesiástica para imponer su visión; no debemos olvidar que históricamente la iglesia sustentó su poder en la ignorancia y en el miedo y lo que no se sabe, no se conoce produce temor. De ahí la necesidad de educación sexual para todas y todos; una educación sexual que forme ciudadanas y ciudadanos responsables con su vida y la de las otras y los otros; una educación sexual que permita reducir los embarazos no deseados, los abortos, las enfermedades de transmisión sexual y permita, el goce pleno de nuestra sexualidad. Nadie tiene derecho a imponernos una sexualidad determinada; a decirnos cuándo y con quién disfrutaremos de nuestra vida sexual. Tenemos derecho a nuestra sexualidad, a ejercerla, a disfrutarla; la moral sexual se asienta en el respeto a la otra, al otro.

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