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jueves, noviembre 21, 2024

La herida masculina

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En su época S. Freud habló de tres heridas al narcisismo humano:

– 1) La tierra no es el centro del universo. Freud habla de cómo el hombre creyó que la Tierra, su hogar, se encontraba en el centro del universo, y que el resto de astros se movían alrededor de ella describiendo órbitas (Copérnico).

– 2) El hombre es un animal más.
Freud expone cómo el hombre a lo largo de la historia se ha mostrado superior al resto de animales creyéndose diferente e interponiendo un abismo entre los animales y el ser humano (C. Darwin).

– 3) No somos dueños de nosotros mismos. Entonces llegó la psicología moderna, la que hirió una vez más al ser humano al mostrar que una persona no es ni siquiera dueño de su propia casa. Con lo que llegamos a la tercera y definitiva afrenta, la psicológica (el inconsciente-S. Freud).

Hoy, la herida mayor está dada por el avance sostenido e irrefrenable de la mujer. El varón ya no es el centro de la realidad absoluta y, en los logros sociales, está el liderazgo incuestionable de la mujer moderna, que no repara en voltear mitos y hegemonías. Se apropiaron de las habituales condiciones masculinas: la fuerza, la independencia, el riesgo, el coraje, entre otras; dejando atrás su tradicional pasividad, como un principio de salud de género, dejando atrás el modelo tradicional de feminidad, al extremo de acusarse a este feminismo como “machismo solapado”.

Al decir de la filósofa Roxana Kreimer: Los varones padecen mucha más violencia que las mujeres y eso no se corresponde con una confabulación de varones para oprimir a la mujer. agregando: «El patriarcado es un mito, ya no vivimos un patriarcado«, dando otros datos: «Matan a 9 hombres en la Argentina por cada mujer y las cifras son equivalentes en otras partes del mundo. Los hombres se suicidan más, hay más hombres en la cárcel, los hombres abandonan más el sistema educativo». Con esto como base se refirió a la desventaja de los varones en la sociedad en términos de la violencia que padecen de parte del sistema.

Lo que yo viví

El fenómeno no es nuevo, siendo estudiante universitario (allá por 1968) me tocaba rendir detrás de unas compañeras que me deslumbraba sus inteligencias y opacaba mi presentación en el examen, como lo que era, un estudiante mediocre y, exageradamente, repetidor “de memoria”. Una de ellas, dando muestra de su libertad, dejó un matrimonio con hijo (después de estentóreos festejos), yéndose (a Brasil) detrás, de lo que consideró su verdadero amor. Los rumores duraron entre los íntimos, que no comprendían tamaño ímpetu para nuestros espíritus burgueses.

La otra compañera abrazó la guerrilla, entregando su cuerpo por la patria. No es menos Nora, que dejó (en Tucumán) su familia y amigas para embarcarse en esta provincia en un proyecto familiar, con el desarraigo consiguiente. Además, poco elegante decirlo (machista) transitaba los claustros una lesbiana (inusual para los tiempos), sin carrera precisa, que se enganchó la rubia más bonita de la Facultad. Cosas vederes Sancho.

Cuando regresé a Salta, (por largo tiempo) me llegaban las noticias de los éxitos de mis otrora compañeras, generalmente, mujeres. Convengamos que la época ha abierto las universidades para la irrupción de las mujeres, que mayoritariamente, se incorporaron a carreras “clásicamente” masculinas (como la medicina en sus variadas especialidades), para ganancia de las mujeres y el retroceso de los fármacos, que la tenían como sujetada a razones sicológicas.

Felizmente, las mujeres no abandonaron las paqueterías de la belleza personal, siendo la estética femenina, aun, una prioridad del género, donde un tema privilegiado es el de las cirugías cosméticas que en nuestros países han proliferado como prácticas cotidianas aun a costa de la salud y de los efectos colaterales que muchas de estas intervenciones propician en los cuerpos de las mujeres.

Para el final, quise dejar testimonio que esta herida masculina, también, constituye un desafío en la nueva construcción de la identidad, en donde el otrora sexo fuerte debió renunciar a prerrogativas de la década anterior, cuando la palabra del varón era irrebatible: su decisión primaba/su presencia (en reuniones) era dominante/su condición de proveedor único no se debatía y su posición social externa era hegemónica; sin olvidarme, de los lugares exclusivos para varones, como por ej. Bares-confiterías céntricas, incluso las canchas deportivas.

Hoy, la realidad se ha revertido y la igualdad genérica ha avanzado y ganado espacios. A ningún varón lo asusta ser asistido por una mujer profesional, cualquiera fuera la especialidad. Reconozco, que la mujer tiene algún apetito de revancha y, los varones lo tenemos que asumir. De últimas, los géneros se irán integrando en una progresiva igualdad, que es el sello de la época.

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