La Mara y su música

Su apellido real, fuera de cualquier idea que tenga que ver con el uso de un seudónimo comercial. Meritorio? Tal vez. Pero muy de ella. Mara Szachniuk tiene una sensibilidad poco frecuente, canta con el alma. Sube al escenario y es la dueña de la noche.

Salta, viernes 11 de diciembre de 2015. Salón del Consejo Profesional de Agrimensores, Ingenieros y Profesiones Afines (COPAIPA). Recital de Mara Szachniuk (mezzo soprano). Músicos Invitados: Carlos Vargas (guitarra), Adrian Moroni (teclados), Pablo Soler (Didjeridoo –aerófono ancestral originario de Australia), Juan Soto (percusión), Julio Menéndez (piano). Coro de Jóvenes de Ciudad del Milagro.

La última vez que escuché a Mara Szachniuk fue en agosto de este año cantando el papel de Flora, la amiga íntima de Violeta Valery de la ópera La Traviata de Giuseppe Verdi (se puede encontrar la crítica en http://www.salta21.com/La-Traviata-despierta-sentimientos.html).

La pregunta es casi obligada ¿Qué hace esta cantante, esta notable cantante salteña en otros géneros no operísticos? Respuesta: Hace de todo. Mezcla lo que tiene a mano. De pronto jazz-folclore-jazz, de pronto voces de pueblos originarios, de pronto alguna bossa nova, de pronto canciones de ella misma con música tal vez de ella o de Diego Mamaní, su ladero musical, de pronto está presente el “Cuchi” o alguna vidala del finísimo Carlos Guastavino o alguna página inesperada en un repertorio para nada condescendiente con nadie salvo con ella misma y quienes la acompañan.

Su apellido real, fuera de cualquier idea que tenga que ver con el uso de un seudónimo comercial. Meritorio? Tal vez. Pero muy de ella. Mara tiene una sensibilidad poco frecuente, canta con el alma, por ahí hace una obra de los pueblos antiguos y aparece elegantemente un glisando cuando esos pueblos no tenían la menor idea acerca de esos efectos sonoros en su música. No es tan fácil comprender su estilo pero esta noche entendí un común denominador. Al menos así me parece. Su canto, su música es nostalgiosa, con remembranzas. Nostalgias de qué? Lo ignoro. Tampoco se lo pegunté. Seguro que algún día, si lo sabe, me lo contará. Es una niña que hasta siente algo así como “qué estoy haciendo aquí?” Pero sube al escenario y es la dueña de la noche, todo desaparece para que ella pueda reinar a sus anchas, aunque no lo sepa. Termina su voz y mira con timidez, hasta con asombro, como el que se dice así mismo “lo hice y lo hice bien…me gustó” y entonces dirige sus ojos a Julio que la acompaña al piano, luego a su mamá como buscando su aprobación.

Tonada de Luna Llena, una melodía venezolana acompañada de un buen percusionista. Luego Sueño de GIgantes con Vargas en la guitarra. También hay canciones de ella que habla de niños, de caminos autóctonos mezclados con cantos ibéricos. No falta una canción sefaradí (judíos españoles) con emisión gutural, enmarcada en teclados, percusión y ese raro y grave aerófono australiano. Parecía que se iba pero no, Zamba del Chahuanco, una bellísima canción brasileña, otra canción que cantaba Chabela Vargas, un conocido tema que se entona en Broadway o se canta en ese delicioso antro del Blue Note (Nueva York), un tema francés. Claro, la presentación lleva como título “Música del Mundo” y es así nomás, Mara se pasea por distintos lugares y el tiempo pasa volando al punto que cuando llegó el final con el Coro, todos quedamos con las ganas.

Saben qué? Mara merece encontrar quién la lleve por otras latitudes. Me refiero a un representante que la impulse a mostrar que a pesar de sus simplezas, de su timidez y sus nostalgias, es una artista.

– Foto de portada tomada del Facebook oficial de la cantante.