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jueves, octubre 10, 2024

Los juegos del hambre: Sinsajo, Parte I: el símbolo de la revolución

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En el 2012, la Película “Los juegos del hambre” marcó un hito en la visión de un mundo apocalíptico en el cual los pobres son la diversión de quienes gobiernan, sometiéndolos al enfrentamiento despiadado en juegos mortales transmitidos en un show televisivo, un reality. La consigna es matar o morir. La esperada “En llamas” (2013) con una especie de Circo Romano tecnológico hizo renacer la solidaridad entre los distritos a través de dos héroes: Katniss y Peeta. Esta segunda parte culmina con los sucesos ocurridos en el Tercer Vasallaje de los 25.

De la trilogía literaria de Suzanne Collins son rescatables las ideas que transmite, como la simulación de lo real que genera la paradoja de la realidad virtual a través de mecanismos de mediatización y de masificación de la cultura que estandariza un mundo alienado por el poder político. La vida como espectáculo se vuelve la pantalla de la dictadura, con un libreto que sólo le cabe a los poderosos por medio de la telerrealidad. El aire a revolución parece ser el fin que justifica los medios. Esto sedujo al mundo entero gracias al cine, a espectadores de todas las edades que vieron en Los juegos del hambre, una prometedora saga.

“En llamas” se fue en espectacularidad, algo que no tiene “Sinsajo”. Las tres películas conservan una misma matriz, que en este caso está dada por la figura de Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence), pero cada una parece estar hecha con distintos ingredientes.

Francis Lawrence (Constantine, 2005; Soy leyenda, 2007; Agua para elefantes, 2011; Los juegos del hambre: en llamas, 2013) optó por mostrar un poco más de cerca a la protagonista, esta vez preocupada por el destino de Peeta Mellark (Josh Hutcherson), quien al ser rescatada por los rebeldes del Distrito 13, sobrevivientes de la masacre instaurada por la dictadura del presidente Snow (Donald Sutherland) del Capitolio, le exigen ser el símbolo de la revolución, el Sinsajo, a cambio de salvar a varios tributos entre los que se encuentra su compañero.

Peeta es rehén del Capitolio, y Kitniss, de los insurgentes liderados por la presidenta Alma Coin (Julianne Moore) y el asesor Plutarch Heavensbee (Philip Seymour Hoffman). Aunque el centro de la escena no está ocupado por las sangrientas competiciones que fueron la atracción de las películas anteriores, todo se remite a las consecuencias que trajeron y a la imagen que creó Kitniss, quien se metió en todo esto por salvar a su hermana de los Juegos del hambre.

La polarización de dos fuerzas en conflicto conduce a un panorama bélico, a la confrontación de poderes, a la ruina extrema de los menos favorecidos, y en definitiva, a la pérdida de la libertad de los dos jóvenes que son usados por unos y otros. Combatir, resistir, inmolarse, parece ser la única meta que garantice la supervivencia de un grupo para tener sólo una vida a medias, fragmentada.

Las imágenes de la destrucción copan la pantalla para mostrar un mundo gris, donde la acción es suplantada por la percepción, y todo se vuelve más siniestro, más oscuro, más denso. El suspenso logra crearse en una escena de rescate, casi al final. El resto del film parece congelado en una sala de espera hasta la aparición de la segunda parte de Sinsajo.

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