El fin de semana se presentó “Luisa” del escritor Daniel Veronese. Una puesta al aire libre, protagonizada por Graciela Cruz. Sencilla, intimista, con hálito de dureza. La amante que espera, solitaria, con una juventud pasada, aquello que quizá sea solo una anécdota del amor. Sobre la tierra, en escenografía natural, Luisa es la mujer que interpela a su madre en su tumba.
La obra-unipersonal- es ingeniosamente llevada a escena por La Buhardilla Teatro en el fondo de una casona, a cielo abierto, en Rivadavia 937, sede de la Asociación Argentina de actores. Con una puesta muy estética, uno se sumerge en la historia de Luisa (Graciela Cruz), en la que hace hablar a otros dos personajes: Agustín y su madre.
Un trabajo simple, que muestra la profundidad de los hechos vividos por esta mujer. En la simpleza de la representación también se conjuga la belleza y la armonía. Acierto del director Raúl Chunco que apuesta a esta realización: “En la Fiesta Provincial de Teatro se hará en este escenario natural, la puesta está pensada así, en la tierra, bajo la luz de las estrellas y con mínimos elementos”.
Una música de fondo y una buena iluminación acompasan la soledad de Luisa junto a la tumba de su madre. Paradójicamente le exclama: “soy feliz”. Se ve en cambio a una mujercita deshecha que esperó a Agustín durante doce años. La vida se precipitó sobre ella. Su presente es la antesala de la soledad, una vez que ha transcurrido su tiempo de amar, su ciclo vital. Le quedan recuerdos y la satisfacción de que él ha regresado pero sólo para decirle otra vez, adiós.
Luisa, es un nombre significativo, de origen germánico. Se traduce como “famosa en el combate”, con un fuerte sentido de autosacrificio por la familia. En la obra Luisa es fiel a su promesa. Una noche se iría con su amante. Desde entonces su vida es la espera.
Cuando el olvido cede a la realidad, alguien llama a su puerta. Había comenzado a destejer el pulóver verde: esa Luisa ahora se enfrenta a la verdad, el combate se da en ella. Su intimidad se revela en tono de confesión. En verdad, esa noche, hace doce años, él había ido por ella pero al verla dormir se da cuenta que debe irse solo. Este acto pone luz a su oscuro presente-ha cometido un delito por el que debe huir- porque ese ángel de Luisa era opuesto a su malsana esencia.
Dice Julia Elena Sagaseta: “Luisa, una mujer sentada ante la tumba de su madre recuerda un reencuentro ansiado. La mujer parece feliz, pero la situación corroída por un humor negro está significando, en realidad, la dificultosa posibilidad de establecer relaciones que tienen los seres humanos. Como la Winni beckettiana, Luisa se queda sentada, aunque ella sí puede moverse, y espera lo imposible”. (Apreciaciones sobre la obra de Daniel Veronese en el libro del mismo autor “Formas de hablar de las madres de los mineros mientras esperan que sus hijos salgan a las superficie”).
Destejer y parar de destejer es el fin de una etapa y el comienzo de otra. Ese pulóver le quedaba bien antes. Ya no hay esperanza en el pasado pero tampoco en el futuro, le resta esperar la muerte.
Climas de melancolía, sutiles trazos de una vida, delicada expresión de Graciela Cruz, nos transportan a un mundo subjetivo, tan áspero como la esencia de una esperanza que se tuerce al final, en próximos destinos apagados.
Ficha técnica:
Luisa: Graciela Cruz
Iluminación: Jorge Rodríguez
Técnica: Cristina Sánchez
Escenografía: Raúl Chunco-Jorge Rodríguez
Asistente de dirección: Mabel Miralpeix
Puesta y dirección: Raúl Chunco
Sobre Daniel Veronese
Dramaturgo, director de teatro, actor y titiritero, Daniel Veronese realiza además sus propias producciones musicales y escenográficas. Es miembro fundador del grupo de teatro El Periférico de Objetos, creado en 1989, que basa su experimentación en el trabajo de integración de actores y objetos.
Como autor, tiene sus obras publicadas en dos colecciones: Cuerpo de prueba, volúmen de catorce obras y La deriva, de siete. Entre ellas, figuran Crónica de la caída de uno de los hombres de ella, Del maravilloso mundo de los animales: conversación nocturna, Luz de manaña en un traje marrón, Luisa, Señoritas porteñas, Formas de hablar de las madres de los mineros mientras esperan que sus hijos salgan a la superficie, Unos viajeros se mueren y Sueño de gato, entre otras.
Como director ha realizado las puestas de «Variaciones sobre B…», «El hombre de arena», «Cámara Gesell», «Breve vida», «Máquina Hamlet», «Circonegro», «El líquido táctil», «Zooedipous», «Monteverdi» «Método Bélico, La muerte de Marguerite Duras», «Mujeres soñaron caballos», «Open House», «El Suicidio / Apócrifo1» y «Dramas breves 2».
Sus espectáculos e intervenciones performáticas recibieron producciones de diversos festivales e instituciones del exterior: Theatre der Welt, Festival de Avignon, Kunsten Festival des Arts, Hebbel Theatre y Holand Festival, entre otros.
En las ediciones 1999, 2001 y 2003, Veronese se desempeñó como curador del Festival Internacional de Buenos Aires.
En estos últimos quince años ha recibido solamente en el país alrededor de veinticinco premios, una decena de nominaciones y menciones, y varios subsidios y becas por su labor como director, autor y generador de nuevas tendencias escénicas, trabajos de experimentación y nuevos aportes en el teatro. En Argentina ha recibido subsidios de la Fundación Antorchas, de Proteatro, de la Asociación Argentina de Actores y del Teatro General San Martín. Fue muchas veces curador del Festival Internacional de Buenos Aires y jurado de prestigiosas instituciones teatrales. (Fuente: Alternativa Teatral)