Se preguntarán el por qué del nombre del “asunto”. Y es que esto de llamar “cabalgata” y no “camellata”, al tradicional paseo que hacen los tríos disfrazados de nobles en toda España la víspera del 6 de enero, no me suena. Aunque la expresión “cabalgata de reyes” es correcta, aún cuando hubiesen ido “en” o “a” camello, a menos que las piernas las llevasen de lado.
De todas formas, en general, los reyes que desfilan por acá no lo hacen ni “en” o “a” camello; ni “en” o “a” caballo; ni “en” o “a” burro (a este último se lo reserva para Semana Santa). Los tres personajes van en (¿o a?) carroza o carrozas, dependiendo del presupuesto de cada ayuntamiento.
Me acuerdo cuando era chica, una vez se me ocurrió poner en el pasillo que da a mi habitación, todos mis pares de zapatos, pensando que así los reyes me traerían muchos más regalos. Los monarcas me pusieron en mi lugar del vulgo desde mi más tierna infancia. Al amanecer, cuando ni yo misma me creía que los tres invisibles iban a ser tan boludos de dejarme regalos sobre más de una docena de zapatos, me asomé y comprobé que los presentes que me correspondían estaban todos juntos sobre un solo par. Y eso que les había dejado abundante pasto y agua, elementos que, si a la mañana del 6 de enero se habían extinguido de los recipientes en los cuales eran depositados (dos tarritos vacíos de Mendicrim), otorgaban la prueba contundente de que los reyes vagos habían pasado y de que sus camellos se habían alimentado en mi pasillo.
Este momento del año acá se vive a tope (a full). Por lo que conozco de las familias a quienes frecuento, se vienen comprando regalos para el 6, desde antes de Navidad. Se inventan todo tipo de excusas para mantener entretenidos a los chicos que aún no perdieron la inocencia (en ese sentido) y así hasta llegar a la víspera, o sea hoy, totalmente de la nuca y continuando con más compras.
Esconder tantos regalos en una sola casa suele ser problemático, porque los chicos son muy curiosos, entonces se arman unos operativos de camuflaje impresionantes. Ah! Y aunque no en todos los casos, nada de una simple cartita. Se va a una juguetería y se hace una lista como las de casamiento para que contribuyan no sólo padres y abuelos, sino tíos y todo aquel al que el espíritu “reyeño” lo ilumine con generosidad y morlacos.
Como no me invitaron a ninguna todavía, no lo puedo asegurar, pero parece que la cena del 5 de enero, tiene lo suyo. Y el almuerzo del 6 también, ¡porque es feriado nacional! Y bueno, todo el año manteniendo a los Borbones, aunque sea que un día parezca que unas majestades regalan algo a la plebe. Hoy en las pastelerías la gente seguía llevándose todo tipo de dulces, entre ellos, no tan casualmente, muchos de origen moro. Acá no hay rosca, es roscón de reyes. No encontré mazapán hecho para rellenar la rosca, roscón o rosquita. Me vendieron polvo de almendras (porque polvo de estrellas no compro hace mucho), azúcar impalpable e indicándome la proporción de ambos ingredientes más clara de huevo, me aclararon que tenía que amasar mucho, pero mucho, mucho. Me parece que lo voy a llamar al genio de la lámpara para que me traiga 200 grs de mazapán. No me fío de los magos, mejor los genios. *
Escuché que hay negocios cuya facturación anual depende de estas fechas en un 70 u 80 por ciento. Ahora entiendo por qué tanto descanso al mediodía, tantos feriados, tantas vacaciones, si total, por cuatro días locos… todo el año arregladito.
Pero vamos a analizar un poco quiénes eran estos tres soberanos. Como no tengo material bibliográfico a mi disposición, diré para empezar que eran de oriente. Sí, eso lo sabe la mayoría, pero exactamente, ¿de qué parte de oriente? Porque chinos no eran. Además, el gro-ne Baltasar no era negro africano. Era de tez oscura por su origen moro. Y ahí fue donde los españoles la cagaron. Tanto adorar a los reyes, el Baltasar en sus visitas pasó toda la data de estas tierras a sus tropas y así vinieron los siete siglos de invasión.
Y además, que fueran reyes puede ser, pero, ¿por qué magos? ¿Será porque, aún siendo navegante es difícil guiarse por las estrellas, que éstos sólo con la de Belén, sacaron perfectamente las coordenadas de donde se hallaba el establo, en esa época sin brújula, sin navegador en la pantalla del coche?
Después está el tema de los regalos que llevaron. Si hoy en día en los zapatos de un niño o niña aparecieran oro, incienso y mirra, el estado de shock de las criaturas ocasionaría una tragedia mundial, claro que si se los dejan de bebés…
Sí, sé que hay una explicación para esos tres elementos, que en ese momento debieron ser muy valiosos, como en algún momento la sal pero, como les digo, no tengo biblioteca ni internet. Entonces intento deducir.
Lo del oro sigue en vigencia, aunque nunca se dijo qué hicieron María, José o Jesús con él; ni de cuántos quilates era, ni cuánto pesaba. Como de la vida de María poco y nada se dice durante los años en los que Jesucristo estuvo vivo, yo tengo la teoría de que como su hijo era muy austero y José diseñaba muebles totalmente en madera, ella aprovechó y se mandó hacer una medallita de sí misma.
Luego, lo del incienso me lo habían explicado, al igual que lo de la mirra pero, no lo recuerdo. Creo que con las ideas pacifistas que el niño venía a traer, los reyes pensaron que unos cuantos sahumerios no le vendrían mal, para intentar relajarse cuando no lo entendieran. A mí particularmente, el incienso siempre me dio ganas de vomitar, pero cuando lo olí acá en España me gustó. Es que acá hay más control de calidá.
Por último la mirra. Es una resina de gusto amargo, dice mi modesto diccionario (no sé a quién se le habrá ocurrido probar resina). La resina yo la usaba cuando jugaba al voley para poner en la suela de las zapatillas y así evitar resbalarme en la cancha de parqué pero, ¿qué tendrá que ver esto con el tema que hoy nos convoca? Decir que los reyes eran más bien árabes, ¿o alguno sería judío y dijo: “¡mirra qué bonito es el niño!”? Ahora eso sí, el petróleo bien que se lo guardaron para casita, por más Dios que fuese al que iban a adorar.
Por fin van terminando estas fiestas, coronadas con el sorteo de la lotería del niño. En un país donde en general no falta para comer ni vestir, la monada se desespera por las diferentes opciones de ganar dinero de puta casualidad que hay por ahí. Las mujeres en el metro, que se conocen de toda la vida de viajar en el mismo vagón y hablar a un volumen molesto en exceso, haciendo que todo el resto se entere de su vida y pobre obra, van vendiendo loterías de la virgen de no sé dónde y de la falla de no sé cuánto.
Yo creo que nada de esto se hubiese conmemorado si los reyes no hubieran llegado a destino. ¿Y saben por qué llegaron? ¿No se fijaron nunca en que en muchos pesebres falta algún que otro camello? La razón es la historia oculta que no se cuenta, para no perder la ilusión. Atravesando tanto desierto, el trío no dinámico no había calculado bien la ración de agua. Todos sabemos que los camellos llevan en su joroba una reserva de agua, que les permite vivir unos cuantos días sin beber (agua).
El oro no les servía para comprar botellas de litro y medio de H2O, el incienso menos. Uno de los tres dijo, “¿y si nos chupamos la mirra?” A lo que otro respondió, “pero si es re-amarga, boludo”. Hasta que al final, ya muertos de sed, al mejor estilo “¡Viven!”, sacrificaron un camello para tomarse toda el agua que el pobre animal llevaba dentro. Claro, el líquido salvador no sabía a Villavicencio, pero fue suficiente para llegar a destino. La versión oficial no lo cuenta porque es un poco fuerte para los más pequeños. Pero bueno, a ustedes que ya están creciditos, se lo quería contar.
¿Y ustedes qué prefieren? ¿Oro, incienso, mirra o agua de camello?
¡A comerse la rosca que hoy es 6 de enero!
¡Pero que no los enrosquen!: ¡No se coman la masita!
* Finalmente me puse a hacer el mazapán y no era pa’ tanto: se hace muy rápido. La persona que me dijo que había que amasar mucho, no sabe lo que es hacer un strudel. Claro, el strudel es alemán y acá, según muchos españoles, estamos en el culo de Europa. Habrán visto ustedes, viniendo de dónde vengo, los accidentes geográficos que recorro y, sin embargo, no siento mal olor.
– Irene Ferrari es cantante, vive en Bs. As. – Para leer otro de sus artículos, hacer click en el nombre
Majestades que regalan algo a la plebe
buenissssssssssssssimo, Irene.