La Cámara Federal Número 1 de Córdoba dio un ejemplo de justicia, al condenar al genocida cordobés Luciano Benjamín Menéndez a cadena perpetua, y en un fallo ejemplificador, lo envió adonde deberían ir todos quienes se adueñaron de la vida y la libertad de los argentinos en la última dictadura: la cárcel común.
A los 81 años, luego de ser amo y señor de vidas y muertes en diez provincias norteñas, y de gozar de impunidad desde el indulto dictado por el entonces presidente Carlos Menem, en 1989, Menéndez tiene el extraño privilegio de gozar lo que él negó sistemáticamente: el estado de derceho, la Justicia, y las instituciones funcionando en tal sentido.
El Tribunal Oral Federal 1 de Córdoba le dio la oportunidad de volver a expresarse en libertad. El juez Jaime Díaz Gavier leyó su sentencia, junto con la de otros siete ex miembros del Destacamento de Inteligencia 141 que operaban en el centro clandestino La Perla.
Tanto los fiscales como la acusación de H.I.J.O.S. y Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas de Córdoba solicitaron para el “Cachorro” de ojeras gigantes la pena de prisión perpetua y, por tratarse de delitos de lesa humanidad, su cumplimiento en una cárcel común. Será la primera sentencia por delitos de lesa humanidad del interior del país.
Un avance de la justicia, que es de esperar que sea el inicio de un camino en contra de la impunidad que dejó la última dictadura militar.
