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martes, diciembre 24, 2024

Mireya, la síntesis músico – teatral moderna de Pepe Cibrián y Ángel Mahler

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Una escena de tango abrió el telón anoche en el Teatro del Huerto. Después, sí importa el después, todo el esplendor de una obra que reúne los condimentos necesarios para convertirse en La Obra de la dupla Cibrián- Mahler. Teatro con música, música teatralizada, drama musical, poema cantado, romance narrado, teatro poético, poema teatralizado con música, tango dramático, tragedia tanguística, son algunas de las posibles clasificaciones en que podemos sumir a esta obra que gana un espacio entre las consagradas del teatro argentino.

La dupla llama “costumbrismo” – según interpreto- a una inmersión por el suburbio porteño, por donde se desenvuelven Mireille y Miguel, los protagonistas del espectáculo. Andan por “cafetuchos” y “cabarulos”, como los llama Alfredo, el amor de Mireya, cuando le ofrece salir de esos sitios. Quizá también, por la radiografía de los años 20 en Argentina, con la marcada diferencia entre la oligarquía y los marginales de los conventillos, lugar que se popularizó como representación de una clase inmigrante, que en un tiempo fueron una especie de hoteles. También fueron grandes casas que quedaron abandonadas (por epidemias) en San Telmo, Monserrat y San Cristóbal donde se asentaron familias enteras. De otro modo, fueron casuchas armadas a orillas del Riachuelo, de techos de chapa y paredes de madera. Lo cierto es que se constituyeron en la principal forma de vida de los pobres.

«Hileras de cuartos de paredes de madera y techos de cinc rodean un patio bastante sucio. Es enero y el hacinamiento humano unido al tufo de los braseros en que se fríe con grasa, hacía el aire irrespirable». (Eugenio Cambaceres, En la sangre)

Es necesario aclarar esto porque cuando se habla de “costumbrismo” enseguida se nos viene a la cabeza la idea de un teatro como el de Florencio Sánchez o alguna novela decimonónica como “María”, de Jorge Isaacs. Pero no es de esta especie el costumbrismo de Cibrián-Mahler sino que está basado en la recuperación moderna de la imagen del arrabal con los guapos, malevos, cuchilleros, prostitutas, la del compadrito y la de la milonga.

Podríamos ir más lejos aún, y anclar la historia dramática de la dupla en el origen del tango pero con la fusión de elementos del tango alegre proveniente del compadrito y del tango triste, proveniente de los inmigrantes. Recordemos que Mireille (Mirey) proviene del extranjero, es una francesa que hace amistad con Miguel, su amigo homosexual.

Palabras más, palabras menos, en “Mireya” está la mística del tango. Esta es una versión escrita por Pepe Cibrián Campoy como homenaje a Manuel Romero, quien hiciera conocida a Mireya en su película “Los muchachos de antes no usaban gomina”, pero es una versión propia.

Cibrián logra inscribir su libreto en un género inaugural de la cultura nacional. Mahler, con vibrantes ritmos, recupera la tradición musical y texto y música se funden para refundar la tragedia argentina con un personaje femenino, secundado por un personaje homosexual, y seguido por un personaje de la oligarquía. El tango, lo under y la aristocracia se mezclan poéticamente, de manera magistral. Un hallazgo.

La terraza del conventillo es el lugar de los sueños, de la inspiración, de la juventud, de lo posible y también del pasado. Curiosamente, un pasado anclado en un presente y un futuro en que Mireya siempre será Mireille y Miguel, un artista de baja estopa.

El cabaret es el lugar del tango, del despegue artístico, de lo marginal, del arte que nace prohibido, de lo sexual, del deseo, del amor y del dolor. Es un lugar que se instala en escenarios más glamorosos sin perder la esencia que le da origen. Es como un vayas donde vayas siempre estará contigo el olor del ambiente del templo de la perdición. Es el espacio de la condena donde además, se marcan las diferencias del que paga por pecar y de la que acepta la paga.

El tercer espacio es el de la imaginación: el lugar donde las diferencias se anulan. Un tipo de sociedad para dos o tres, un espacio idílico y efímero, un espacio que funciona como un tiempo. Quizá sea la luna de los enamorados, o las estrellas que miran Miguel y Mireille como el espacio otro, el de la muerte, donde no se sufre y se ama, la salida a la tragedia campoyana. Es el espacio que configura el tormento y la felicidad, lo que no vemos pero ocurre. Lo que no se cuenta pero acontece. El éxito y el fracaso como dos caras de una misma moneda. Todo a la vez.

mireya.jpgLa historia, argumentalmente, es cruel con Mireille. La historia, espectacularmente, permite a Mireille mostrarse como una estrella de la música. A medida que vemos a la protagonista hundirse en su dolor, vemos a la artista resurgir y mostrarse en todo su potencial. Gabriela Bevacqua ha nacido para ser Mireya. Sencillamente perfecta.

En la historia de la protagonista, hay tres hombres: uno es su amigo Miguel, un estupendo Leonardo Gazzia, compañero de vida, hermano en los infortunios; otro es el cruel Manuel, un destacado Luis Blanco, quien la convierte en prostituta; y el tercero, quien la marcará con el fuego del verdadero amor, Alfredo, un enorme Damián Iglesias. Por Alfredo, Mireille renace como Mireya, para convertirse en la cantante de tangos más popular de Buenos Aires. La aristocracia recalcitrante está representada por la madre de Alfredo, Amalia de Escurra, interpretada vigorosamente por Lorena García Pacheco. Hay situaciones de parodia sobre todo en el diálogo entre Alfredo y su madre, con un sutil humor que cruza el desencanto al que asistimos por la triste realidad de Mireya.

Para ser, hay que dejar de ser, es una gran paradoja de la obra. El precio de ser tiene un costo moral inigualable. Y la obra en algún punto se vuelve hacia el naturalismo determinista de Émile Zola, por el cual, el pasado te condena, la sangre es la sangre y por más que se intente escalar socialmente, el origen de cada uno está determinado. La condición social viene de la cuna. Sólo se puede vislumbrar un nuevo futuro negando la sangre, tal y como sucede con Pablo, el hijo de Mireya, quien para que este pueda “heredar” el linaje, renuncia a ser su madre a pedido de la viuda, su suegra.

No caben dudas del gran trabajo coreográfico de Esteban Domenichini y del de Damián Iglesias en la dirección de actores y puesta en escena. Hay una ingeniería músico-teatral digna de destacarse en la actuación de todo el elenco, además de los ya nombrados, Verónica Pacenza (Merceditas-bailarina), Diego Basile (policía) y Nayla Vieytes (tía- bailarina); en la música, el guión, la producción, el diseño de luces y el vestuario de René Diviú.

Una obra de emociones y razones. Una obra que evoca a Edith Piaf y a Tita Merello. Una infografía de la tragedia campoyana-mahlereana. «Mireya» califica como excelente.

– Fotos tomadas por Salta 21

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