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domingo, noviembre 24, 2024

Olvido y enfermedad (con motivo del Día de la Memoria, 24 de marzo)

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Han retornado últimamente algunas voces que hablan de la necesidad de olvidar el pasado penoso y frenar los juicios a los represores integrantes de la última dictadura militar, con el fin de lograr, según sus relatos, una supuesta reconciliación y armonía entre los argentinos.

Pero, respecto de esta hipótesis de que “hay que olvidar y perdonar para que haya una reconciliación”, Freud diría exactamente todo lo contrario: lo que se olvida o reprime de la conciencia retorna inevitablemente en forma de síntoma, de enfermedad. Es el concepto freudiano de “retorno de lo reprimido”: los hechos penosos, los acontecimientos traumáticos, que son expulsados de la conciencia por displacenteros, vuelven sobre esa misma conciencia pero como enfermedad y padecimiento. En el lugar de los hechos olvidados sobrevienen entonces la culpabilidad inconsciente, la repetición de los errores, la frustración, el permanente fracaso, la vuelta de los sujetos contra sí mismos. (Jacques Lacan diría inclusive que “lo que se repudia de la realidad retorna desde lo real, en la psicosis”, en las alucinaciones auditivas, en la locura). O ¿acaso esto no es lo que de alguna manera nos ha estado pasando siempre a los argentinos, que en nuestra insistencia por perder la memoria y esconder el pasado bajo la alfombra, hemos visto reiteradamente cómo ese pasado regresa en forma de frustración y fracaso? El problema de los argentinos es el olvido, la desmemoria, el desentendimiento del pasado, el desconocimiento de la historia, el hacer como si nada hubiera ocurrido.

Y decir esto no es una mera cavilación intelectual, sino algo bien concreto que puede ser observado en la vida diaria. Algunas personas que reprimen su dolor por la pérdida de un familiar amado, que prefieren olvidar y no elaboran convenientemente el duelo, es decir, que no realizan una tramitación simbólica de la pérdida, después contraen síntomas, caen en la melancolía, no consiguen desprenderse ni separarse del objeto perdido, no logran superar la pérdida y continuar un proyecto de vida. Diría Freud: “La sombra del objeto cae sobre el melancólico”. Por eso el sentido de las pompas, de los funerales, de los ornamentos, del llanto, del luto, etc., para que pueda haber resolución y las cosas puedan encontrar su lugar, es decir, para que los muertos, como dice la tradición popular, puedan “descansar en paz”.

Esa elaboración del duelo es mucho más difícil cuando los seres objetos de ese duelo permanecen desaparecidos y sus familiares no han podido darle humana sepultura, esto es, tramitar simbólicamente la pérdida. La normal elaboración del duelo se dificulta aún más en el caso de las muertes violentas, cuando los homicidas causantes de esa muerte no han recibido el correspondiente castigo. Y si no hay elaboración del duelo lo que hay es enfermedad, infortunio, melancolía. Todo eso está en Freud, se lo puede leer en el texto “Duelo y melancolía” . Por eso no se trata de una simple venganza ni de odio ni de revancha ni de gozar porque al homicida lo encierren, sino de la tramitación simbólica por la ley, de la función de la justicia, del castigo que corresponde, de la justa condena para que los crímenes no permanezcan impunes ni los genocidas sin juicios. Es el paso necesario para evitar la enfermedad, para cortar con la repetición, para salir de la oscuridad. Es el paso obligatorio sobre el que se edifica toda civilización.

Vemos que hoy la decisión gubernamental de agilizar los juicios contra los genocidas pertenecientes a la última dictadura militar, no ha dejado de tener efectos saludables en la población argentina. Quizá no sea casual que en el país se haya recobrado cierta esperanza y optimismo, a pesar de todas las dificultades sociales que todavía persisten. Quizá no sea casual que muchos jóvenes hayan recobrado el interés y el entusiasmo por la política y la participación ciudadana. En el país se vuelve a hablar de política, se retoma el debate cultural, el compromiso con la época y la nación. Es que cuando las deudas comienzan a saldarse, el efecto es indudablemente la salud, la luz, la posibilidad de un horizonte diferente.

Pero no sólo el Psicoanálisis sino la literatura universal, la mitología, la filosofía, todo el arte de la humanidad hablan de la inconveniencia del olvido y la impunidad de los crímenes. Recordemos a Edipo Rey, de Sófocles: Edipo, ya rey de Tebas, un día observa cómo el infortunio y la desgracia se han apoderado de la ciudad; muere el ganado y la gente por la peste, etc. Consulta entonces al sabio Tiresias quien le dice que esas cosas están ocurriendo porque en Tebas hay un crimen que permanece impune, irresuelto. A partir de ahí la trama de la obra consiste en la tarea casi detectivesca y en el esfuerzo que realiza Edipo para esclarecer ese crimen. Sabemos que al final, cuando la verdad (que le concierne) es revelada y Edipo se saca los ojos y se va a deambular por los caminos, Tebas recupera la salud, su esplendor y la calma.

Otro ejemplo, lo constituye la obra de teatro “Las Moscas” de Sartre, que siguiendo la temática de La Orestíada, recrea el mito de Agamenón, aquel rey de los aqueos que al retornar a su patria, Argos, luego de la guerra de Troya, es traicionado y asesinado por su mujer (Clitemnestra) y el pérfido Egisto. La obra de Sartre comienza con la ciudad de Argos invadida por las moscas y la peste, el ambiente es mustio, oscuro, degradante, los habitantes visten de negro, están en la melancolía y rara vez salen de sus casas, salvo para el día de los muertos. Un crimen permanece impune (el asesinato de Agamenón) y por esa causa el infortunio y la desdicha se han adueñado de Argos. Recién cuando el hijo de Agamenón, Orestes, vuelve a la ciudad y venga la muerte de su padre, es decir, mata a su madre Clitemnestra y a su amante Egisto, la luz y la claridad retornan a las calles y las moscas abandonan Argos.

Los argentinos no pretendemos que quienes hoy promueven el perdón y el olvido lean a Sófocles o a Sartre, mucho menos que se analicen o que conozcan algo de Freud o tengan en cuenta lo que indica todo el historial de la psicopatología, pero al menos esperamos un cachito de lucidez para que no se cometa el error de la impunidad o de querer borrar de la conciencia aquello que en el caso de no ser juzgado y esclarecido, retornará inevitablemente, como lo indican todas las evidencias literarias universales, bajo la forma de una repetición inconsciente que hará que, sin darnos cuenta, insistamos en boicotear nuestro propio bienestar y el futuro.

– Carta Abierta Salta

– Nota relacionada:

Para honrar la memoria: manos a la obra

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