Bolivia, Ecuador y Venezuela no tienen posibilidad de autoabastecerse de alimentos. Tienen en común, aparte del sesgo exportador de energía, el de importador de comida.
En América Latina tres países que atraviesan un proceso “progresista” con fuerte énfasis en la estatización de recursos energéticos, pero van cayendo paulatinamente en un cepo, en una trampa tendida conscientemente por el imperialismo.
A medida que se desarrolle la segunda década del siglo XXI, van a aumentar los costos de producción de alimentos, y la dependencia por los mismos va a producir, en éstos tres procesos populares, descontento en los sectores más pobres, planes de desestabilización y hasta quizás, golpes de Estado.
El caso paradigmático es Bolivia. El 80% de sus exportaciones son de origen energético y minero. A pesar de los precios internacionales del gas y el petróleo, no puede pagar su comida porque los recursos alimentarios siguen creciendo aún más rápidamente (en el mercado internacional) que los petroleros. Bolivia importa legal o informalmente el 70% de los alimentos que consume. Estos países podrían tener recursos alimentarios suficientes, planes agropecuarios de desarrollo que impliquen la apropiación de nuevas áreas para la producción en manos de los Estados. Dentro de ellos hay corrientes políticas que se niegan sistemáticamente a analizar los nuevos modelos de producción que permitirían terminar con la dependencia alimentaria.
Los precios internacionales de la soja, el maíz, y los productos cárnicos (entre otros), dejaron atrás para siempre el viejo análisis cepaliano basado en el análisis mecánico del remanido “deterioro de los términos de intercambio” entre los productos del campo, países pobres, y los industriales, países ricos.
Tres factores
– China y la India traccionan con sus compras en el mercado internacional los precios de los alimentos en alza.
– Estados Unidos, Brasil y Argentina destinan para la generación de biocombustibles una importante cantidad de alimentos (caña de azúcar, maíz, o soja)
– La incapacidad productiva de la Eurozona para producir alimentos a precios razonables sin subsidios.
Algunos países de América Latina están condenados a no autoabastecerse porque existe una política definida en el Dpto. de Estado para que eso suceda utilizando mecanismos sofisticados de persuasión, teorías sobre prácticas antiquísimas de producción, mundo apocalíptico por el calentamiento global, prácticas conservacionistas de los recursos naturales de éstos países con el objetivo sólo de preservarlos para el imperio. Los nuevos cipayos ”ecologistas”, son los soldados del capitalismo mundial encargados de mantener y conservar el manejo de los recursos naturales como si esa tarea no fuera una cuestión de clase. Es la burguesía la que no tiene derecho histórico para administrar los ecosistemas a nivel planeta .
Las organizaciones no gubernamentales que propician la utilización de biocombustibles con el pretexto de fijar carbono atmosférico para frenar el calentamiento global tienen como objetivo final el encarecimiento de los alimentos para sojuzgar los pueblos.
La producción actual de biocombustibles es un crimen de lesa humanidad mientras el hambre asole a los pueblos del Tercer Mundo. El destino de tierras agrícolas de buena calidad para generar más combustibles líquidos impedirá el acceso a los alimentos no ya al Africa, sino a un importante sector de América Latina.
Produce admiración en ciertos círculos de la burguesía latinoamericana las políticas productivas de Argentina y Brasil en el área de los biocombustibles: Argentina es el primer exportador mundial de biodiesel elaborado con soja y tiene cinco millones de desnutridos; el Brasil, principal exportador de etanol, cuarenta millones de desnutridos; Estados Unidos de América principal productor de biocombustibles del mundo, cuarenta y cinco millones de desnutridos.
Cuando se discute el problema ambiental debemos ver siempre detrás del velo de los ecologistas la mano del imperio.
Fidel Castro hace ya tres años advirtió que la generación de biocombustibles por el capitalismo es un crimen de Lesa Humanidad.