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domingo, noviembre 24, 2024

“¿Qué edad tiene la ciruela?” Una obra de Arístides Vargas en Infinito

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Arístides Vargas (Córdoba) estudió teatro con el maestro Ernesto Suárez (el flaco) en Mendoza. Fundó uno de los grupos más importantes de Latinoamérica en Ecuador: Malayerba.

El grupo catamarqueño de la Escuela de Teatro Juan Oscar Ponferrada dirigido por Manuel Ahumada, presentó el sábado 31 de marzo en el Encuentro Teatro Infinto por el 9º Aniversario del Salón Auditórium, una exquisita obra de vuelo poético que nos acerca una «realidad» alterada: “La edad de la ciruela” , enmarcada en el realismo mágico cuyos máximos exponentes literarios en materia narrativa son Gabriel García Márquez, Miguel Ángel Asturias y Juan Rulfo. De un acentuado humor amargo la escena recorre la historia de seis mujeres de una vieja casona de pueblo. Nora Ahumada es la niña Eleonora, la Tía Adriática y la Abuela Gumersinda, tres personajes de distintas generaciones de la misma familia. Así también, Sabrina Ermácora interpreta a Celina, Tía Francisca y la Abuela María. Las actrices, muy bien dirigidas por Facundo Vega Ancheta, transitan por las edades de la ciruela en una puesta rica en matices actorales y en simbologías. El color de los vestidos como el de la ciruela, representa las etapas por las que atraviesan las mujeres de la familia, todas con el sello particular de la ausencia de varones. Las abuelas beben vino de ciruelas, Tía Adriática dice ser un ángel y las niñas crean un reino maravilloso. Lo extraño y singular se vuelve cotidiano y verosímil.

“Cuando sea grande quiero ser hombre”– dice Celina, la pequeña tremenda y pícara hermana mayor de Eleonora; ambas, entre juegos, metaforizan el sentido de la vida con ágiles parlamentos. Niñas pensantes que ven a su tía y a su madre consumidas por el tiempo y deciden juzgarlo no para condenarlo sino para detenerlo… De notable belleza retórica, las actrices acompañan la poética del autor con trazos interpretativos delicados, lo que va en paralelo con el lenguaje dramatúrgico.

Eleonora y Celina no aceptan el destino de las mujeres mayores a quienes les faltó alas para volar, todas ellas fueron útiles, por eso se autodeclaran inútiles, para romper el esquema de aquellas que, como La_edad_de_la_ciruela_1.jpgfantasmas, vagan por la casa con el recuerdo de algún amor que para males, tuvieron que compartir. Las niñas se rebelan y abandonan sus mundos porque como la ciruela, es preciso madurar. Matan a la rata como sinónimo de un cambio para sus vidas y escapan, guiadas por la necesidad de dejar atrás las huellas de su pasado.

Una obra encantadora. Repleta de sutilezas lingüísticas, colmada de poesía y con una puesta que permite a las actrices ponerse en la piel de distintos personajes, sin baches temporales entre las transiciones y con elementos sencillos que caracterizan a cada una de estas mujeres en un fresco vital, una pintura de los deseos dormidos y de las pasiones que despiertan las que ahora, comienzan a vivir. La imagen final se relaciona con el mito de la humanidad, cuando Adán y Eva abandonan el Edén, mencionado también en «Cien años de soledad».

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