Detrás de ese slogan publicitario que ofrece una “Salta linda que enamora…” hay una mayoría indigente/marginal e invisibilizada, que hunde sus oscuridades en las márgenes Este del ejido urbano, tan real como la primera, pero, curiosamente, convenientemente omitida en los slogan que exhiben la mirada tradicional del recorrido urbano turístico, como si no fueran parte de nuestro mapa urbano.
La pobreza se omite, se reserva, se excluye, ya que provoca sentimientos represivos (de rechazo). Lo que no se ve, no existe; más aún, si se los tapa con un paredón que disimule la realidad que no se quiere ver.
En este territorio tenemos que hablar de las carencias. De esos lugares que no figuran en el registro de los Intendentes y no cuentan con Agua-Luz- Gas-Alumbrado público, incluso de acceso del transporte público: Ni el colectivo quiere hacerlos visibles. Qué decir de esos periplos que muestran a turistas “boquiabiertos” con nuestras bellezas, municipalmente cuidadas. Terminantemente, es una realidad naturalizada. No se quiere ver, tampoco hay intenciones de analizarla, pensarla y, menos que menos resolverla.
La negación
La negación es un mecanismo de defensa que consiste en enfrentarse a los conflictos negando su existencia o su relación o relevancia con el sujeto. Se rechazan aquellos aspectos de la realidad que se consideran desagradables. El individuo se enfrenta a conflictos emocionales y amenazas de origen interno o externo negándose a reconocer algunos aspectos dolorosos de la realidad externa o de las experiencias subjetivas que son manifiestos para los demás. El término negación psicótica se emplea cuando hay una total afectación de la capacidad para captar la realidad.
Se niega la realidad por varias razones.
1) Una de ellas es la incapacidad para afrontarla. En muchas ocasiones este tipo de negación es inconsciente.
2) Otra razón para negar la realidad es la incapacidad para cambiarla. Este tipo de negación es más consciente y llega a convertirse en manipulación.
3) Se niega la realidad también por conveniencia. Es la forma más usual de la mentira y puede convertirse en mitomanía. Cuando nos excedemos en la práctica de negar la realidad, en realidad lo que estamos haciendo, es negar al otro, al prójimo. El que está detrás de ese paredón invisibilizado, es un ser humano, con tantos derechos, como los míos.
4) Se lo empuja al aislamiento.
Para la sicoanalista inglesa M. Klein, este control, tiene el componente del triunfo y del desprecio. Triunfo, en tanto no soy como ellos (nosotros/ellos); entiéndase: colegio privado/educación pública, con todos los privilegios que eso significa (bilingüismo-plásticas, etc.). Tiene un vértice dominado por la omnipotencia: “soy mejor…soy distinto…tengo futuro”. Somos centro urbano. En este lugar, ya el niño imita a sus padres, que hacen alarde de sus bienes y repiten su condición de clase y de ser diferentes.
En el otro extremo hay una clara percepción de la miseria (en los ojos y actitudes de los padres). LA MISERIA es un objeto despreciable que no merece que uno sienta culpa y el desprecio se convierte en justificación para que lo siga atacando (despreciando). Este volumen de desprecio y frustraciones permanentes, estalla, en un círculo vicioso con expresiones, recurrentemente delictivas. El delito es la devolución de atenciones (odio concentrado) ante la impotencia de cambio y oportunidades. La violencia es el vehículo existencial para visibilizarse.
Las dos caras existen: una enamora, la otra trasmuta la tristeza. Una juega en las plazas públicas, la otra camina en el barro, buscando el agua de los grifos. Una ríe, la otra es un rostro de niño que no para de llorar (de sufrir abstinencias). Es la misión y función de la dirigencia, de que estos extremos se modifiquen y cambien, para tratar, desde el poder institucional restituir los lazos sociales.