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jueves, mayo 2, 2024

Se puede, pero no se debe

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La Orquesta Sinfónica de Salta está capacitada para dar su concierto de temporada regular, aunque ésta no lo sea tanto, un jueves 3, ensayar el viernes 4 mañana y tarde y la mañana del sábado 5, acompañar al Ballet de la Provincia a la noche y volver a hacerlo el día domingo 6. Todo en un lapso de cuatro días.

Salta, Jueves 3 de septiembre de 2009. Teatro Provincial. Orquesta Sinfónica de Salta. Solista: Mirjam Tschopp (violín). Director Invitado Maestro Roberto Ruiz. Héctor Berlioz (1803-1869) Obertura de Benvenuto Cellini. Felix Mendelssohn Bartholdy (1809-1847) Concierto para violín y orquesta nº 2 en mi menor op.64. Antonín Dvoràk (1841-1904) Sinfonía nº 7 en re menor op.70.

Me parece que no hay derecho que el maestro Jorge Lhez, tenga solo tres ensayos de un ballet que se hizo hace casi dos meses. Felizmente el director no sólo sabe acompañar sino que conoce de memoria la música, la orquesta lo mismo, y el ballet lo tiene perfectamente ensayado. De esta circunstancia la esperanza de una buena actuación y el título de esta crítica. “Se puede, pero no se debe”. Quienes programan las actividades de orquesta y ballet no pueden correr el riesgo de la mala perfomance por sobrecargas y/o cansancio de los organismos estables de la provincia como orquesta y cuerpo de baile.

El concierto. Berlioz y su polémica personalidad produjo Benvenuto Cellini, una ópera controvertida en su estreno pero bien tratada armónicamente contando además con una exuberante instrumentación, cargada de ideas musicales si bien complejas pero no por ello menos originales. El maestro Ruiz eligió un tempo más bien pausado cuando en realidad parece más atractiva cuando su fraseo es más rápido.

Desde su bello inicio, el segundo concierto escrito por Mendelssohn para el violín, muestra una conjunción de virtuosismo y musicalidad. La solista suiza Mirjam Tschopp comenzó su arte con gran ternura, mostró sensibilidad y una etérea personalidad. Tal vez dos metros más adelante en su posición escénica, hubiera permitido un volumen mayor y hubiera lucido más en sus recursos que se inscriben en una técnica irreprochable. Por ejemplo su “andante” tuvo una dulzura infrecuente y su presto final puso en vilo al oyente. Pero volviendo a su volumen creo importante tener en cuenta que su pequeñez incide en contra del colorido que el autor pensó para el solista.

Finalmente llegó la sinfonía que le fuera encargada a Dvoràk por la Sociedad Filarmónica de Londres. Por donde se la mire es totalmente checa, o sea, cumple con la visión compositiva de Dvorák en el sentido de su escritura acabadamente nacionalista. Su allegro maestoso es un homenaje al sentimiento del autor sobre su tierra. Luego un segundo movimiento contrapuntístico que prepara para el “scherzo” basado en una furiant, danza de su tierra, compuesta con indudable maestría. La obra cierra con un notable espíritu bohemio.

Para muchos, dejando de lado los atractivos de su novena sinfonía “Desde el Nuevo Mundo”, aparece esta séptima, como uno de sus mejores trabajos. La versión del maestro Ruiz conformó a todos y mostró a un músico a quien conozco de cuando era joven cantante y él ya era un nombre importante en la dirección coral y en la música de cámara completada por los años como director titular de la Sinfónica de San Juan. Puntilloso, prolijo sin ningún divismo, sin ser deslumbrante, se trata de un conductor preocupado por hacer buena música y esta noche lo consiguió.

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