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lunes, junio 9, 2025

Sinfónica de Salta: Una conducción de lujo con García Vidal

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Hay que agradecer al maestro español, Ignacio García Vidal, que nos haya traído la sinfonía beethoveniana y entregado con tan alta disposición musical.

Salta, viernes 28 de marzo de 2014. Teatro Provincial. Solista: Ana Carolina Varvará (arpa). Orquesta Sinfónica de Salta. Director Invitado maestro Ignacio García Vidal (España). Obertura de Los Esclavos Felices* de Juan Crisóstomo de Arriaga (1606-1826). Concierto para arpa y orquesta* de Francois Adien Boieldieu (1775-1834). Sinfonía nº 4 en si bemol mayor op. 60 de Ludwig Van Beethoven (1770-1827). Aforo 95%. (*) Estreno en Salta.

La obertura de Arriaga, una partitura donde abundan los contrapuntos de la música rossiniana fue escrita por el precoz compositor español cuando increíblemente solo tenía trece años. La obra se presta para el aburrimiento si carece de la necesaria limpieza y transparencia cristalina circunstancia que felizmente no sucedió a partir de un impecable trabajo de la cuerda local que supo recibir la idea que de ella tiene el director visitante. Con estos pentagramas comenzó un programa que fue de menor a mayor y que mostró en su desarrollo una clara tendencia al optimismo.

Luego llegó la delicadeza de un concierto para arpa, escrito por un casi desconocido -por estas tierras- compositor francés de apellido Boieldieu que se destacó por su importante producción operística al punto que ocupa el lugar de uno de los más prolíficos compositores de ópera de los inicios del siglo XIX. Se conocen no menos de cuarenta títulos, algunos de los cuales alcanzaron éxito avasallante. Ya había hablado en anteriores ocasiones de la solista en arpa con que cuenta la orquesta salteña, Ana Carolina Varvará y una vez más mostró su solvencia musical, su toque etéreo, su límpido pulso. Aquí es oportuno señalar que su exitosa presentación, también tuvo el marco que el maestro español brindó con un ripieno contenido, de riqueza armónica y de intensidades dichas de modo tal que adornó la tarea de la solista. Los tres movimientos de la obra tienen su atractivo y exigen una elevada técnica interpretativa desde su carácter próximo al clasicismo que ya había ingresado en la transición al período romántico.

Finalmente Beethoven. Su cuarta sinfonía en manos del alicantino García Vidal fue una versión para recordar. Él comenzó con un misterioso “adagio”, con pasajes deliberados a bajo volumen, luego acordes amplios, de acusada sonoridad pero sin la menor dureza, intensos, apasionados hasta llegar a un extenso cantábile del clarinete. Al final el concierto y luego de un largo aplauso, me dijo “Es un placer trabajar con esta orquesta, tal vez la mejor experiencia en este país al que regreso seguido”. Expresivo, preciso, tierno o arrollador según convenía al más elevado discurso posible. Cuidadoso y detallista le contó al público que la cuarta es también -en su estilo- una bella sinfonía beethoveniana y por tanto no es fácilmente comprensible el motivo por el cual no está más a menudo en los repertorios. Tal vez exista el problema de que las vecinas, la tercera y la quinta, son de tal envergadura que la de esta noche queda como una delicadeza de este fantástico compositor que en general posee un lenguaje no más rústico sino más poderoso, sobre todo cuando encara estructuras armónicas novedosas en su época y por tanto de alto impacto. Hay que agradecer al maestro español, nos la haya traído y entregado con tan alta disposición musical.

Cerrado saludo del público. ¿La respuesta? Una “nana” denominada “Amorosa” que es la sexta de las diez melodías vascas de Jesús Guridi Bidaola. Una exquisitez.

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