Cursar en la Universidad de Buenos Aires (UBA) suele traducirse en trámites engorrosos y aulas que —al menos, en un principio— siempre están repletas de gente. Así es en carreras como Medicina, Psicología o Abogacía, que lideran el ranking de las más elegidas. Pero en el caso de Geografía, pese a su creciente importancia en el mundo laboral, la realidad es inversa: a principios del 2022, solo 37 personas se anotaron para cursar el Ciclo Básico Común (CBC).
El dato se conoció hace unos meses atrás luego de que las autoridades de la universidad hicieron público el número de ingresantes. Pero la cifra, lejos de mostrar una situación atípica, confirma un escenario que se sostiene en el tiempo: en el AMBA, pocas personas están interesadas en esta tradicional ciencia social encargada del estudio de la superficie de la Tierra, pese a que la demanda laboral ha crecido a través de los años.
“Geografía es una carrera pequeña en general, no es que tenía grandes cantidades de ingresantes y decayó abruptamente. En los últimos 20 años, osciló entre 55 o 60 personas y 30 y pico. No diría que hay una tendencia decreciente generalizada, porque son números que fluctúan año a año entre esas cifras, que se mantienen así desde hace dos décadas”, explica el geógrafo Jorge Blanco, director del Instituto de Geografía de la UBA.
Sobre las causas, el especialista enumera que los factores son múltiples. En primer lugar, dice, continúa instalada en el imaginario una Geografía más ligada a la visión tradicional de la escuela que a lo universitario y no hay una concepción del geógrafo como profesional, aun cuando muchos profesores de secundaria ya enseñan una geografía renovada. Además, aclara que no tiene que ver con la propuesta académica, ya que las mayores problemáticas y preocupaciones socioambientales y territoriales en el mundo aparecen trabajadas en la carrera.
En cuanto al perfil, rango etario y orígenes socioeconómicos, Blanco —que también cuenta con una Maestría en Políticas Ambientales y Territoriales en la Facultad de Filosofía y Letras— asegura que no hay un estereotipo. “Es bastante variado ya que ronda los sectores medios, pero alcanza a los medios-bajos. Suelen venir de la ciudad, pero también del conurbano, y todos tienen en común una especie de activismo social que pretende dar respuestas a los problemas del uso del territorio”.
Un grupo minúsculo
El Instituto de Geografía de la UBA funciona en el cuarto piso de la Facultad de Filosofía y Letras, ubicado en Puán 480, en Caballito. De los casi 15.000 alumnos que estudian en esa casa universitaria, solo un minúsculo grupo conoce el acceso: una rampa, varias puertas y un pasillo. “Es una carrera espectacular que la descubrimos los que cursamos”, dice Malena Vagnenkos, que recorre ese trayecto tres veces por semana y eligió la carrera cuando entendió “que era mucho más que pintar montañas y ríos”.
Oriunda del barrio porteño de Villa del Parque, tiene 25 años e ingresó al Instituto de Geografía de la Universidad de Buenos Aires en el año 2017. En su experiencia, el promedio de la cursada rondó los 20 estudiantes, con picos de 40 personas. Sin embargo, cuenta que también afrontó instancias en las que apenas tuvo cuatro o cinco compañeros. Si bien destaca que la baja de la matrícula es un tema pendiente, en su opinión, lejos estuvo de desanimarla, le permitió “no ser un número más”.
“Es una problemática, sí, pero el ser pocos hace que también sea una realidad muy distinta que la del resto de la universidad. No hay esa masividad que tienen otras carreras de la UBA, lo que hace que tengamos un contacto fluido con nuestros docentes, que podamos acercarnos al instituto, que podamos ser parte de la investigación, que podamos participar como adscriptos en las distintas cátedras”, relata la estudiante, que fue destacada como Becaria Estímulo de Geografía.
Respecto de los factores de la baja demanda de inscriptos, Malena dice que “algo está pasando” y que “se pueden hacer un montón de análisis” pero coincide con Blanco respecto de la existencia de una visión cuasi preadolescente de la carrera. “Si bien hoy los diseños curriculares en la secundaria se renovaron, la Geografía aún es descriptiva, con poco estudio y se limita a marcar ciertos elementos naturales del territorio y memorizar capitales, algo que tiene que ver poco y nada con el tránsito de nuestra carrera”.
Actualmente, en la UBA, tanto la Licenciatura como el Profesorado de Geografía son carreras que rondan los cinco años, incluyendo el CBC. Por otra parte, en los Institutos de Formación Docente la duración del trayecto de formación suele ser más corto. Respecto de si a la baja demanda se repite en otros países, Blanco explica que “depende de las trayectorias institucionales que hizo la disciplina en los distintos lugares y también cómo se articulan con el sistema de formación de profesores”.
Un mercado próspero
“En otros países de América Latina y de Europa, hay una tradición muy larga de investigación y de trabajo profesional, con temáticas como la planificación territorial donde la mayor parte de los profesionales que allí se desempeñan son geógrafos. En la Argentina, en cambio, debido a la masa pequeña que tenemos y cómo hay otras disciplinas que se ocuparon del campo territorial y ambiental, nuestra inserción viene siendo más tardía”, añade el director, quien también es profesor asociado de las materias Geografía de la Circulación, y Planificación y Ordenamiento Territorial.
Resulta paradójico que los geógrafos ocupen un lugar tan marginal entre las carreras de la UBA. Como contrapartida a los problemas para llenar las aulas, los especialistas dan cuenta de que en los últimos años ha registrado un aumento de la demanda laboral como consecuencia de las dificultades crecientes de las sociedades por la explotación de su entorno natural. Incluso, dice Blanco, en la Argentina hoy existe un mercado de trabajo próspero que al que le falta capital humano.
“En el sector público hay una demanda muy importante: en el Ministerio de Desarrollo Territorial y Hábitat, en el Ministerio de Economía, en el INDEC, en Ministerio de Ambiente. También investigadores y becarios en el CONICET. Pero también en el sector privado: muchas empresas están incorporando los análisis del impacto ambiental y territorial. Todo lo que son los sistemas de información, la cartografía temática, urbanismo, bases de datos georreferenciadas e imágenes satelitales”, sostiene el geógrafo.
Mientras la situación social y económica de la Argentina naufraga en la incertidumbre, Blanco se anima a dar un parámetro casi impensado para el contexto del país: “El sector de los profesionales de la Geografía en el país tiene desempleo cero”.
Además, dice que “muchos de los estudiantes con cierto trayecto en la carrera ya están inmersos en el mercado laboral” y que, si bien el número de inscriptos por ahora es bajo, promete un mejor futuro para esta disciplina en la UBA: “No estamos conformes con las cifras que manejamos hoy, pero estamos trabajando para incrementarlas”.