Todos quienes se expresan, en un sentido u otro, sobre la situación Venezolana lo hacen –conscientes o no- con un interés: nosotros también. Nuestro interés es el de una apertura y desarrollo de un proceso revolucionario socialista que hasta ahora (después de 18 años de república chavista) no ha pasado de la mera enunciación.
Un franco proceso revolucionario implica la construcción de un Partido proletario de combate, que nuclee lo mejor del proletariado venezolano. Un Partido donde no tengan cabida, y mucho menos injerencia, sectores burgueses o pequeñoburgueses interesados sólo en rapiñar todo lo que se pueda mientras se pueda.
Un Partido que eduque a las masas, y a sus fracciones más avanzadas, en el convencimiento de que no puede haber revolución verdadera si no se destruyen todas las instituciones del Estado burgués y se confisca a la gran burguesía, lo cual implica la construcción de las herramientas que garanticen eso, lo que de ninguna manera se alcanzará confiando en las instituciones del pasado, las creadas y desarrolladas por decenios por la burguesía y, aún más, por el imperialismo.
¡¡Menos aún negociando con los mayores representantes del capital monopolista financiero, como es el caso conocido estos días de la venta de bonos de Pdvsa a Goldman Sachs!!
El mundo, pero especialmente América Latina, tienen una rica experiencia en situaciones donde por confiar en las instituciones armadas de la burguesía se terminó abortando la posibilidad del desarrollo y consolidación de una verdadera revolución, como es el caso del Chile de Allende, que nos sirve para entender lo pernicioso de dicha expectativa.
Realizada esta introducción, apliquemos lo que para Lenin era el marxismo: “el análisis concreto de una situación concreta”.
¿Cuál es la situación real, concreta, en Venezuela?, ¿dónde se organiza el grueso de lo que compone la base social de una revolución socialista?
A la primera pregunta respondemos que Venezuela se encuentra gobernada por un sector burgués al que se puede denominar –al menos hasta hoy- de “popular” en el sentido de haber repartido alguna pequeñísima parte de lo que es la torta de la renta petrolera. Que ese gobierno se encuentra atacado no sólo por la derecha económica y política vernácula sino, y sobre todo, por el imperialismo norteamericano. Eso es lo que le da “fuerza” a los escuálidos; sin esa palanca posiblemente ya habrían sucumbido; pero es la mano del imperio la que maneja los hilos de la reacción interna, en todos los sentidos.
Si los yanquis están detrás de la caída del gobierno de Maduro, no es porque quieran mejorar la situación de la clase obrera y el pueblo, o porque quieran acabar con el desabastecimiento que ellos mismos provocan, al igual que la galopante inflación. Todo lo contrario; pero además es porque están en contra del alineamiento internacional del gobierno chavista. Lo cual es un escollo mucho más serio (para EE UU) que el tema de las migas que caen de la mesa de los ricos a las mesas de los pobres.
El mantenimiento del chavismo en el poder es un problema (de continuar con esta política conciliadora) para la clase obrera pues termina rifando las expectativas y posibilidades revolucionarias de las masas trabajadoras venezolanas y de toda nuestra América; pero la caída de Maduro en manos de la derecha y el imperio (que es la única fuerza que hoy lo puede voltear) es mucho más letal, pues vienen a imponer un régimen regresivo y autoritario, en consonancia con la situación que buscan imponer en América Latina y con los avances logrados en Colombia. No por nada esta ofensiva se da posterior a la capitulación de la cúpula política de las FARC ante Santos y el imperio.
Por ello, es tremendamente perjudicial para las masas trabajadoras las posiciones de algunos los grupos identificados como trosquistas, pues al poner la caída de Maduro en primer término –y por encima de la derrota de la derecha incluso- terminan jugando (consciente o inconscientemente) a favor de la gran burguesía venezolana y el imperialismo. Estas consignas ya las levantaron antes cuando saludaban la aparición de Lech Walessa y su Sindicato Solidaridad. Todos sabemos hoy que significó –para Polonia, como para las masas obreras del mundo- la asunción de Walessa y su pandilla al manejo del Estado, y el proceso contrarrevolucionario que abrió. Si hasta hubo quienes pasaron a denominar Solidaridad a su periódico en los años 80. En la misma línea están aquellos «intelectuales que se autoproclaman progresistas», que publicaron un documento exigiéndole al presidente venezolano «que no reprima» a los golpistas, lo que los pone directamente en la órbita de los ecuálidos y la injerencia extranjera.
Por otro lado, la inmensa mayoría de lo que es, objetivamente, la base social de un proceso revolucionario en Venezuela se encuentra alineada aún con Maduro. Aún guardan algunas expectativas en el gobierno. De allí que poner a Maduro como un igual de la derecha es no entender nada de la dialéctica revolucionaria. Es creer que se puede hacer una revolución en contra de la base social chavista. Ni que decir si algún ingenuo piensa en llevar a cabo tal tarea con la base social de Capriles, Leopoldo u otros burgueses al servicio del imperio.
La única posibilidad de éxito revolucionario estriba en ser capaces de lograr que las masas alineadas tras el PSUV rompan todo lazo con el imperialismo. Mientras ello no suceda, no hay posibilidad de un curso francamente revolucionario socialista en la lucha de clases venezolana. Y es aquí donde se equivocan los camaradas que ante tremendo choque de clases sólo atinan a apoyar a Maduro, sin señalar su carácter de clase y, peor aún, sin explicar por qué el desabastecimiento, lo mismo que la inflación, los sufren los trabajadores y los sectores más pobres mientras las heladeras y depósitos de la burguesía están abarrotados de bienes.
Por ello, consideramos que la tarea del proletariado revolucionario venezolano debe ser llamar a “armar al pueblo trabajador para aplastar a la derecha, confiscar los bienes de la burguesía venezolana y el imperialismo, solucionar el problema del desabastecimiento aplicando medidas socialistas elementales que saquen al país de la situación actual”.
Cuando los referentes de las principales organizaciones sociales hayan sido ganados para esta propuesta práctica, se habrá resuelto el problema de la dirección del movimiento popular.
Primeras firmas:
Tendencia Guevarista
Partido Comunista de los Trabajadores
Movimiento Teresa Rodríguez
Cultura Indígena
Grupo de Reconstrucción e Identidad
MP 20
Salvemos al Tren
Hugo Azcurra – economista, profesor de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad de Luján, miembro del EDI
Guillermo López – neurocirujano, biólogo molecular, profesor universitario, escritor, militante político
Nechi Dorado – periodista y escritora
Roberto Martino – dirigente político
Mariana Bosio – docente, miembro de la Agrupación Naranja y la lista Multicolor de Avellaneda, militante política
Alejandro Blandi – docente, miembro de la Agrupación Naranja de Avellaneda, militante político
Alejandro Ignazewscki – militante político
Gustavo Robles – militante político y escritor