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viernes, marzo 29, 2024

Verdi: un Réquiem Monumental

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La orquesta aplomada, homogénea, con sus secciones de muy buen nivel apoyadas en una percusión realmente expresiva. Arcos ágiles, dinámicas adecuadas, a veces algo teatral pero eso qué importa cuando lo que se pretende decir se dice intelectual y emocionalmente.

Teatro Provincial. Martes 13 de Julio de 2010. Orquesta Sinfónica de Salta. Coro Polifónico Nacional. Director: Roberto Luvini. Soledad de la Rosa (soprano), María Cecilia Díaz (mezzo-soprano), Enrique Folger (tenor) y Homero Pérez Miranda (barítono). Director Titular Maestro Enrique Roel. Misa de Réquiem de Giuseppe Verdi (1813-1901). Aforo 85%.

Cuando se murió Gioachino Rossini (1792-1868), el prolífico compositor italiano de óperas y otros géneros, Giuseppe Verdi le escribe a su amigo Julio Ricordi, diciéndole que sería oportuno reunir a compositores italianos y que cada uno hiciera un aporte en un Réquiem escrito en su memoria. Se hizo, en gran parte, pero el proyecto fracasó por las rivalidades y celos de esos compositores, en especial por Angelo Mariani y entonces, esa Misa de Difuntos quedó olvidada en los archivos de la Casa Ricordi. Verdi había compuesto el “libera me” que era la parte mas espectacular de la misa aludida.

Cinco años después, moría Alejandro Manzoni, gran patriota italiano, comprometido con su época y defensor de los valores más nobles de nacionalismo italiano y el alcalde Milán le propuso a Verdi, que sentía profunda admiración por el literato, escribir un homenaje musical que exaltara la figura del famoso hombre público. Por supuesto no pudo hacerse a la muerte del conmemorado sino recién en su primer aniversario y Verdi compuso esta monumental obra a partir del “libera me” mencionado antes.

La comparación de los réquiems escritos a través de los tiempos es inútil. Cada uno tiene su estilo propio y no se puede dejar de lado la subjetividad de cada oyente ni las intenciones de cada compositor al hacer su obra. Pero éste tiene características realmente impresionantes, conmovedoras, desgarrantes, dulces, gritos de rebelión ante el destino que priva a la humanidad del hombre muerto. Se dice que Verdi era un agnóstico y sin embargo compuso una obra que si bien no es esencialmente eclesiástica, se basa en textos religiosos, de proporciones monumentales, lo que no impidió que el Papa Pío X la excluyera de la lista musical aprobada por la Iglesia Católica.

Cuentan que los ensayos no fueron muy buenos. No obstante la presentación fue mucho mas que digna. Veamos. El cuarteto solista funcionó muy bien aunque sea posible destacar una fantástica mezzo como Cecilia Diaz, la soprano Soledad de la Rosa es notoriamente musical, el tenor Enrique Folguer muestra elocuente seguridad, estos últimos en planos altos y un notable barítono como Homero Pérez Miranda, de amplio registro paseó su parte con soltura y acorde con las exigencias de la voces graves verdianas.

Un viejo conocido nuestro, el Coro Polifónico Nacional que revalidó su poderío adquirido cuando lo conducía Julio Fainguersch o Carlos Lopez Puccio. Es verdad que la cuerda de bajos tiene una deficiencia cuantitativa, pero ello no fue obstáculo para mostrarse afinado, macizo, dulce o dramático a pesar que sea posible imputársele cierta rusticidad en la dicción producto tal vez, de la conjunción de voces nuevas con las mas experimentadas. De todas formas jerarquizó la obra con su canto a veces sutil o a veces de imprescindibles violencias. Sus ataques fueron irreprochables.

La orquesta aplomada, homogénea, con sus secciones de muy buen nivel apoyadas en una percusión realmente expresiva. El maestro Roel, consiguió lucirse en la conducción de un trabajo difícil y exigente como son en general las obras del gran compositor italiano y su especial carácter. Pidió a la Sinfónica lo que necesitaba para entregar un marco sonoro acorde a la calidad del resto y lo consiguió con creces.

Arcos ágiles, dinámicas adecuadas, a veces algo teatral pero eso qué importa cuando lo que se pretende decir se dice intelectual y emocionalmente. Ya hablé dé la violencia del Dies Irae pero al lado de ella también de la dulzura del Agnus Dei (soprano, mezzo y coro) o la actitud contemplativa en Lux Aeterna (mezzo, tenor y bajo).

Hubo otros momentos inolvidables. El inicio doloroso, el vigor del Kyrie, la furia desatada del Dies Irae que según el poeta Thomas de Celano describe el Juicio Final con su carga de terror por los pecados cometidos, el maravilloso solo de Cecilia Díaz en Liber Scriptum, un notable Ingemisco de Folguer, la expresiva imploración de la soprano de la Rosa en el Libera Me para llegar al exuberante contrapunto final. Es lo mejor de Roel hasta el momento, mezclando el horror con la súplica en una obra propia de un genio como Verdi

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