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Carta de una profesora a periodistas con poco apego a la ética

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Queremos un salario digno. El Sr. Peña rechaza totalmente que se comparen los salarios docentes con lo que él necesita para mantener su statu quo. Pedir que padres y alumnos se esfuercen no da mucho rédito político. Mejor la dádiva y el facilismo

Salta, 27 de octubre de 2008

Sres,

Aries F.M.

Sr. Locutor Javier Lamas.

No estoy segura de que te acuerdes de mí: soy la profe Mabel Ovejero de Gómez. Me permito vosearte porque hace muchos, muchos años, fui tu profesora de Literatura en la Carrera de Comunicaciones Sociales, en la Católica; también de Cecilia.

Asimismo me permito esta leve familiaridad porque estuve escuchando la radio donde trabajas y noté que la producción a) no selecciona en absoluto por su adecuación los mensajes que lee, y b) que dichos mensajes tienen un nivel lamentable, sin duda funcional al poder político que necesita de Uds. (me refiero a todos los medios) para «formar opinión».

Estoy adherida al paro, y me preocupa que los oyentes y editorialistas como el Sr. Peña «opinen» con tan poco apego a las reglas de la ética periodística, por lo menos.

En primer lugar, ridiculizar a la docente que dijo «mantenieron» me recuerda al famoso «matelón» del Sr. Diputado y Presidente de la H. Cámara, Sr. (¿Doctor?) Godoy, tan graciosamente festejado en su momento por su incomparable personaje Alfonso. Vos sabés que la generalización es una de las formas más solapadas de la mentira. No dicen, por ejemplo, que muchos docentes de hoy adolecen de fallas en su formación a causa del desastre curricular perpetrado por la Ley Menem en los noventa, que además favoreció el florecimiento de negocitos en forma de profesorados, bajo el imperativo del furor privatizador de esa década atroz para la educación argentina y defendida, entre otros insignes, por vuestro columnista el Sr. Armando Caro Figueroa. Y que la Ley Federal produjo una pésima formación en los estudiantes porque a los profes nos obligaron a desarrollar programas utópicos surgidos de la economía de mercado, con «proyectos» dudosamente productivos, en vez de emplear el tiempo enseñándoles las ciencias y disciplinas básicas (que por otra parte es lo que los estudios superiores y el mundo del trabajo les exigirán). Claro, pero de eso para qué acordarse, ¿no? Es más sencillo echar toda la culpa al docente.

En segundo; ¡aleluya! ¡los padres existen! Yo creía que estaban en vías de extinción o, al menos, figuraban ya como especies protegidas. Tantas veces quise verlos en las reuniones para que luchemos juntos por sus hijos y de cien… aparecen los ocho papás de los mejores alumnos. Nosotros en los colegios, entonces, debemos oficiar de «contenedores», -palabra que más me sugiere aquellos depósitos que se alquilan para juntar escombros y desperdicios-. Si el chico se droga, si se embarazan las niñas, si no estudian… vos ve qué vas a hacer. Estamos solos la gran mayoría de las veces. Y cuando se acercan, los padres encubren a sus hijos, justificando sus faltas (las de sus chicos) tal vez para esconder las propias, que no se están haciendo cargo de ellos como se debe. Además, es natural que se quejen por paros que los privan de la guardería dirigida por personal capacitado. En casi treinta y dos años de docencia, nunca vino un padre a pedirme que le exija más a su hijo. Y si vamos por los días y contenidos perdidos… ¿por qué misteriosa razón las autoridades educativas nunca hablan del ausente o escaso deseo de aprender, fruto de la chatura social, que hace que los contenidos programáticos nunca sean verdaderamente adquiridos?. Quizá no sea tan misteriosa. Pedir que padres y alumnos se esfuercen no da mucho rédito político. Mejor la dádiva y el facilismo.

Y en tercero, y aunque dudo que hayas seguido leyendo hasta aquí, señalo un error muy común, surgido de una maliciosa falta de información: LOS DOCENTES NO TENEMOS TRES MESES DE VACACIONES. Estaría bueno que leyeran el calendario escolar: trabajamos hasta el 26 o 28 de diciembre y nos reintegramos en los primeros días de febrero. ¿De dónde sacan eso?

Queremos tener un salario digno. Tenemos que hacer estudiar a nuestros hijos también. Queremos una vejez con una jubilación digna. Papá o mamá que comparas salarios, ¿no has pensado que es más digno luchar por un sueldo mejor que ufanarse de ser víctima de explotadores que te pagan sueldos de miseria? Al menos, eso es lo que yo enseño a mis alumnos. La dignidad. ¿Viste que hasta el Sr. Peña rechaza totalmente que se comparen los salarios docentes con lo que él necesita para mantener su status quo?

Mis disculpas por algún ocasional sarcasmo. Por lo menos yo sé qué es un sarcasmo o una ironía, lo mismo que vos, pero me parece que tus empleadores no tanto.

Me gustaría pensar que vas a leer al aire la presente, aunque más no sea por la pequeña parte de responsabilidad en tu excelente formación que yo pueda haber tenido.

Con gran estima,

Mabel Ovejero de Gómez

Profesora en Letras. Investigadora y editora.

DNI 12.054.542

NdR: el señor locutor leyó al aire la carta. El «periodista» con escaso apego a la ética se enojó mucho. O al menos fingió hacerlo. No creemos que le interese en realidad lo que pueda opinar sobre él una profesora de Letras, editora e investigadora. Lo que sí le interesa es mantener el status del que goza gracias a la abundante publicidad oficial que todos los gobiernos le prodigan con el dinero del estado a cuyos empleados docentes él denigra

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2 COMENTARIOS

  1. Carta de una profesora a periodistas con poco apego a la ética
    GRACIAS PROFESORA POR RECORDARSELO; GRACIAS PORQUE TODAVIA HAY GENTE QUE NO TIENE MIEDO A DECIR LO QUE PIENSA.
    LA UNIVERSIDAD ME FORMO PARA DEFENDER MIS DERECHOS, Y ESO SE NOTA CUANDO HABLO CON LOS COLEGAS QUE NO SABEN O NO ENTIENDEN SOBRE LA LUCHA POR NUESTROS DERECHOS, POR LA LUCHA DE LA FORMACION RECIBIDA.

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