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domingo, noviembre 24, 2024

¡No hablo más, no hablo más!

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Hoy desperté imaginándome este diálogo, como casi despreciando la realidad que tanto angustia a muchas personas que tienen la desgracia de sufrir el misterio del dolor. El nombre de los personajes es ficticio para evitar mayores daños y perjuicio a la vez que es un pedido de la persona damnificada.

Se me acerca Luis, que me ve haciendo una nota a remiseros que se sienten perseguidos por la policía de control de tránsito, sobre calle Abraham Cornejo, a primera cuadra. Estos pararon el tránsito por una hora al medio día, y entre bombos y cantos, el representante de tres empresas que agrupa a 120 fuentes laborales me expresaba que sólo piden equidad, explicitándome que están agobiados de tantas multas y que realmente se hace difícil mantener la fuente laboral. “Parece que trabajamos para pagar infracciones que no pocas veces resultan absurdas. ¡Solo pedimos que nos dejen trabajar igual que a las otras remiseras!”

Volviendo al tema de Luis… “¡No hablo más, no hablo más!” me repetía este Sr. de unos 50 años de edad y que, con rostro algo cansado y sombrío, transitaba por la misma calle.

Me refería que intentaba gestionar una deuda de salud y que sólo encontró persecución y falta de solidaridad por parte de algunos personajes del sistema. Le retruqué que el sistema de salud está recontra reforzado y que hoy por hoy todos los ciudadanos estamos cubiertos.

Luis, que ahora me denotaba tristeza, angustia, dolor y pena, me confiesa que sólo comentó la exuberancia de la facturación y que esto lo llevó a sentir posiciones duras de parte de la obra social y de la clínica donde se encuentra su querido doliente.

Pero, ¿y su obra social no le cubre los gastos?, a lo que me responde: “ahí está sin dar a basto y con lo que cubre, que es una cifra millonaria, no alcanza a que no nos desbasten a nosotros”.

¿Y por qué no acudió a un Hospital Público?, le retruco al hombrecito. Su repuesta me hace sentir un estúpido: no fue deseado ni buscado el cuadro clínico de mi enfermo, se desató la gravedad en al clínica y hace meses que está sin posibilidades de traslado.

Bueno, pero puede acudir a la Clínica para financiar la deuda. Y me responde que de la única manera que podría pagar, intentando no caer en la miseria su grupo familiar es apelando a la solidaridad y caridad de los dueños, lo cual parece alejarse más como posibilidad a medida que pasa el tiempo, porque las garantías de pago se exigen cada vez con más frecuencia.

Me toca un brazo y se aleja casi llorando agachando su rostro, como pidiendo disculpas…

Bueno, la verdad que de estos casos, graves en la salud, y que caen en fisuras del sistema deberían ser vistos con la generosidad propia de una sociedad que se jacta de cristiana. Plata no falta, el Estado y las obras sociales alimentan el flujo de dinero para las prestadoras y proveedores. La pregunta: ¿Cuánto se quiere ganar con la salud de las personas?, sin bajar la calidad de la prestación (mejor aumentarla), ¿no se puede hacer un esfuerzo por disminuir los costos?

Un colega me refiere que ponga los pies sobre la tierra, que el sistema está concebido y hecho así, que no sea idealista y desubicado.

Yo digo y mantendré siempre la posición de que la salud es un derecho tan básico como la vida y que con esto no se debe lucrar por sobre las posibilidades de la gente. Si la vida está primera que todo, la salud también. Decimos que donar sangre y órganos es donar vida y no hablamos de cobrar sangre u órganos y sin embargo algunos agentes y empresarios del sistema no son coherentes con este “valor básico” (dar sin esperar a recibir, dentro de este contexto) cayendo en desidias burocráticas, o pseudos-políticas, o sencillamente en egoísmo materialistas. El resultado de esto se llama “LUIS”, una persona que se mueve por nuestras calles con la dignidad pisoteada.

Desde aquí apelamos a la coherencia y solidaridad de quienes tienen en sus manos la posibilidad de inmiscuirse en estados tan sensibles y profundos de la persona humana, para que esta realidad de dolor sea una posibilidad de caridad fraterna y un acto plenamente humano y no una oportunidad de negocios solamente o la reacción susceptible de un sistema que se encuentra, quizás, involuntariamente cómplice ante situaciones de injusticia social. Y por supuesto que animamos a todos los Luises a que reclamen su derecho básico y fundamental sin desfallecer.


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