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sábado, noviembre 23, 2024

¿Y cuándo llega el rocío?

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Una vez conocí a un duende que me dijo: «qué suerte que te conocí.» Me pregunté por qué el duende me decía algo así a mí. Se suponía que era yo, la humana, «la primera interesada en conocer duendes», la que tenía buena fortuna al conocerlo.

A más de mil quinientos kilómetros de distancia de la tierra del duende, me volvió a suceder lo mismo con otro duende quien, el primer día en que tomamos conciencia de la existencia del otro, con toda humildad y sinceridad me dijo: «creo que el que más ha ganado de los dos al conocernos, he sido yo «. Entonces, de nuevo pensé: «¿y a qué se debe este honor? Soy yo quien busca sabiduría y magia de duendes. Soy yo la que busca ser hechizada por las notas del bosque, hábitat natural de los duendes.»

Me acordé de que en verdad, ya había estado con otro duende, algo mentiroso e inestable, que me había dicho que las notas del bosque que yo juntaba eran tan lindas, que hasta sentía deseos de abrazarme, cosa que los duendes no acostumbran. En otra oportunidad, este mismo duende, me dijo que lo que él quería, era llegar a conocerme bien. Creo que en esa ocasión, este duendecillo fluctuante fue sincero pero, también me pregunté, «¿y por qué? Soy yo la que necesito conocerte a tí, duende sin nombre. Soy yo la que necesita respirar tu aire de experiencia; tú has conocido infinidad de humanos y a casi todos los duendes de los bosques de esta región.» Le pedí a este último duende que me mostrara algún secreto, para mí no tan secreto, que necesitaba verlo utilizar alguno de sus pases mágicos. Me contestó que ya los entendería todos pero, no me dio más pistas y cada tanto aparece intentando confundirme.

También me sedujo un duende encantador de vicuñas quien, con un solo golpe de las piedras que lleva colgadas de su pecho y que las une estrepitosamente para esa ocasión, consigue que los camélidos se junten o separen entre sí, se sienten o se paren.

Este duende encantador de llamas me atrapó golpeando piedras. Desde lejos, cuando se escucha el sonido de las piedras, parece ser la más dulce melodía de las voces lejanas de la puna que, tiernas pese al viento, al frío y a la soledad, saben dar amor. La melodía ya la había escuchado a más de mil quinientos kilómetros y luego, tan sólo un kilómetro había entre el duende y yo, sin haber llegado a conocerlo aún, que yo escuchaba la misma melodía seductora, aunque de intenciones dañinas. Tan intenso es el dolor que producen las piedras al unirse, en el corazón de las llamas, que éstas no pueden hacer otra cosa que la voluntad del duende.

jpg_duende_1.jpgOtro duende que conocí, me preguntó: «¿y por qué quieres conocerme?» Cuando le contesté que quería que escuche el sonido que había conseguido atrapar en los bosques por los que había estado, me aseguró que no necesitaba escucharlo. «El sonido que persigues y atrapas, es de excelente calidad. Estoy seguro de ello, antes de escucharlo». Igualmente, insistí. El duende, al escuchar el sonido del bosque que yo tenía guardado en mi bolsa y que saqué con mucho cuidado para no estropearlo, lloró de emoción y, con él, lloró un amigo suyo, que era un humano y que él había llamado en ese mismo instante para que escuchara también…

Y así yo, la humana buscadora de duendes, regreso al bosque y comienzo a emitir señales que esperaba me emitieran los maravillosos duendes. Brota el bosque en mi garganta porque mi garganta es un brote suyo juntando rocío y, si lo verde tuviera mi nombre… ¿y la ternura? Me pregunto si los duendes quieren que los recuerde o que me olvide de ellos. De repente un duende me escucha y se acerca a observarme. Yo lo ignoro porque en este momento no estoy ni para duendes.

Tengo que dejar el bosque por un instante pero recuerdo que el rocío está en el bosque, que mi nombre está en el bosque. ¿Y los duendes? ¿Dónde están? ¿Qué duendes? Los duendes no creen en sí mismos. Por eso necesitan que existan los humanos, que a su vez no creen en sí mismos, para que crean en ellos. Buscan con desesperación humanos que crean en duendes para consumar su existencia. Cuando encuentran gente que no cree en duendes, ni siquiera pueden enojarse; tan sólo, no existen. Cuando encuentran humanos que creen en duendes, se excitan de alegría y suman a su vida centenas de años.

Estos duendes que conocí, quedaron atrapados en el papel. Y como el papel proviene del bosque, han quedado donde pertenecen. El bosque se rocía de duendes. Me gusta vivir con duendes. Juntando el rocío. Fibra de duende, fibra verde.

– NDR: Dice Irene Ferrari: «Cada vez que tengo oportunidad de encontrarme en medio de la naturaleza, me impulsa a cantar mi propia versión de ‘Zamba del laurel’. Me imagino al Cuchi escuchándome, como un duende. En parte en eso, está inspirado lo que envío y también, en la búsqueda de la sabiduría en el propio interior». Para leer más notas de nuestra columnista, hacer click en su nombre.

5 COMENTARIOS

  1. ¿Y cuándo llega el rocío?
    Estimada María:

    Cuánto me alegra que te hayan llegado estas palabras que intentan reflejar mi búsqueda de duendes… y de rocío!!!

    Cariños, Irene.

      • ¿Y cuándo llega el rocío?
        Irene F: muy buena tu fantasía sobre duendes. Que ellos sigan acompañando tus sueños y que finalmente se hagan realidad.

        FF.

        • ¿Y cuándo llega el rocío?
          Muy lindo lo que escribiste, especialmente dejar aflorar la niña interior. Nunca dejes de soñar con Hadas y Duendes.

  2. ¿Y cuándo llega el rocío?
    Irene :me parecio de una riqueza literaria muy sentida lo que plasmaste en este cuento..llevo mi imaginacion por los lugares similares, a los que recorri,de mi tierra natal..de ese bello Tucuman ,que me brindo la cultura innata de las razas primitivas Y mi libertad de eleccion para lograr mis propios suenos desde sus cerros,desde su luna , de noches idealizadas ,con todos los detalles para vivir en plenitud,sin olvidar la libertad que me posibilito alcanzar mis propios suenos. Un gran abrazo …MARIA

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