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domingo, noviembre 24, 2024

Gasalla en Salta: otra muestra de calidad artística

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Sólo clásicos volvió anoche, de la mano de su creador, Antonio Gasalla, ante la gran afluencia de público que generó la propuesta artística el 31 de marzo. Se anima a todo, habla de política, de sexo, de cirugías, de famosos y por supuesto, recrea sus personajes conocidos, comprometidos con el trabajo público. Ácido y divertido, deja su esencia artística en una ciudad que ya le es conocida.

El 31 de marzo, se presentó en su primera vuelta por Salta, Sólo clásicos, el espectáculo de Antonio Gasalla. En aquella oportunidad dije y lo ratifico ahora también: “Gasalla, una perla argentina con realismo y magia. Convocó a un lleno total de las dos funciones que ofreció en Salta (1.600 personas). Ágil, veloz y al tono de hoy, dejó en el Teatro del Huerto ese sabor a humor inteligente, ácido, pícaro. Como sólo él, con esos personajes cotidianos que revelan parte de nuestra realidad, el público explotó de risas durante dos horas. Ovacionado por el público, Gasalla deja en su arte las marcas de Jacobo Lagsner y Tito Cossa, dos dramaturgos de los que el humorista se llevó una parte para construir «estas viejas nuestras, bien argentinas». La mujer que impacta al actor, es la que a diario transita las vicisitudes de la vida. El tono exagerado de este tipo de humor para nada dista de la propia realidad; sus textos, sus monólogos, su teatro está atrapado de un realismo caótico tan solo porque se descubre riéndose de su propia cotidianeidad a través de mamá Cora, o la terapeuta, la enfermera o la empleada En Salta en el año 2002 el equipo de teatro La Runfla puso en escena «La nona» de Roberto Cossa (R. Chunco, E. Marini, J. Sibila, Vicente Rocha, Ana María Bertuchi, Judith Terán y R. Chávez Díaz).

La nona, interpretada por Raúl Chunco era distinta a la interpretada por Pepe Soriano pero el público decía siempre que la popularidad del personaje y de la obra estaban dadas por el conocido actor Gasalla de Esperando la carroza y confundían ambas obras. Esperaban, además, encontrar tintes del clásico del cine argentino.

Esa vieja, la «clásica» de Gasalla, se parece mucho exteriormente a aquel personaje, pero la nona en realidad era el símbolo de la deglución. No se trataba de una viejita buena, tierna y amorosa que amaba a la familia, ella era quien extermina a la familia.

En un plano más amplio, representa la figura del poder que todo lo destruye. Es una metáfora de ese hueco que producen las instituciones, llámese familia o estado, que se lleva todo por delante y que no sobrevive más que esta figura, presa de la propia estructura del poder que ha engendrado.

En su otro costado, la «mamá Cora» también tiene esa otra parte de la de Esperando la carroza de Jacobo Lasgner, que sí fue interpretada por Antonio Gasalla. En 1993 se estrenó en La Fundación Salta y la Cora de esa época fue interpretada por Ana María Bertuche. El éxito del film también consagró a este personaje gasallesco, salido o no de la dramaturgia argentina, como esa vieja de costumbres antiguas con mezcla de presente retro.

Es así, que entre aspectos tiernos e irritables, Gasalla construye a partir de allí a las «viejas» de sus personajes y este en particular, Cora, resulta ser el más persistente en el tiempo. En el sofá junto a Susana Jiménez, aparece esta viejita que trasluce los problemas de salud agravados por la falta de recursos, la baja jubilación, los problemas de la modernidad mezclados con su ancianidad y tiene hasta hay cierta cuota de representatividad de los abuelos argentinos.

Esta suerte de identificación provoca la risa del público, ve en ella ese reclamo de los jubilados desde un discurso de la queja permanente, las cosas que no le salen bien y los atropellos propios de un P.A.M.I. inútil.
Se permite, el actor, a través de esta popular anciana, decir toda clase de ocurrentes palabras, irreverencias o vehemencias, y uno termina por amar a Cora no por lástima sino por atrevida y desarticulada. Ni siquiera la familia la atiende y la madre de sus no santas nietecitas- si se inmiscuyera en una reyerta de las tres- las llevaría a la cárcel por ser desastrosa. Y una obra infantil a la que asiste la vieja con las nietas se torna más peligrosa que una película porno. Este efecto de contraste es una fórmula explosiva e irreverente del humor de un consagrado por el público.

Pero esto no es lo único que cautiva del actor. Todo el espectáculo está colmado de palabras puestas en el momento justo, y a veces sus personajes resultan tan grotescos como el mismo realismo con que uno ve la vida, sólo que aquí, tiene pública.

En su apertura, al comienzo de este show del humor, Gasalla hace una especie de crítica a los presidentes latinoamericanos y se permite decir, por ejemplo y con humor ácido, que Fidel, Tabaré, Evo Morales, Hugo Chávez y Kirchner parecen los de Village People y el público rebalsa en carcajadas. No pasan inadvertidas la figura de Moria, Mirtha y Susana, a las que llama diosas, divas, perfectas pero usa su ingenio para buscar algo que pegue en la risa decente.

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El actor, no le quita maldad y atrevimiento a sus personajes, manda una frase mortal como una angelical en idénticos tonos entonces no se pesca nada fuera de contexto; el actor haciendo de Gasalla, también ha pegado en el éxito porque nadie podría pensar en un tipo que no se anime a decir, se anima, hace reír, es actual y sobre todo, un actor de primera línea que se desalinea para fabricar estos personajes a los que quisiéramos echar o bendecir.
Con ovación, una vez más, de gira por Salta, se despide un actor que no pasa de moda por su permanencia en la pantalla chica y sus vuelos teatrales. Una perla argentina.”

Su segunda presentación el 25 de mayo en El Huerto

Su monólogo de inicio acentúa el carácter crítico del artista. Con nuevos textos en esta parte, retoma la idea de los presidentes y les saca sus partes más ácidas a cada figura. Toma las personalidades de Lula y Chávez, ironiza sobre el nombre del presidente de Bolivia “Evo” (¿por qué no llamar Adana a una mujer?), satiriza a Kirchner, saca a relucir lo último de Menem-Boloco, habla sobre Fidel Castro y por supuesto no deja de mencionar la unidad latinoamericana en esta suerte de “extrañas figuras” que son como personajes de la historia actual. El buen tino y el buen tono del monólogo plantean una especie de complicidad con el público por esto de hablar de lo formal en forma humorística.

Rescata el valor del teatro humorístico, como al pasar habla sobre su trabajo de más de 40 años y subraya a la risa como actividad saludable. Pregunta al público: ¿Uds. Saben quién soy? Y estalla el teatro en carcajadas.

A lleno total del teatro, vuelve a conquistar a los salteños en esta nueva presentación. Exclama que está cómodo en el teatro y que Salta es maravillosa.

Se permite hablar de su edad, que dice, estar cerca de la de mamá Cora en tono cómico. Sus chistes atinados y esa prestancia sobre el escenario confirman el talento de Gasalla quien además, juega con el público y los hace partícipes naturales de su espectáculo.
Convocante, rápido, seguro de su trabajo escénico, con esa chispa humorística propia dispara valores y juega a hacer crítica con sus chistes.

Antonio Gasalla tiene esa frescura que no envejece y que incluso, atrapa a las generaciones nuevas. Es que las cosas buenas son como el vino, se hacen más exquistas a medida que transcurre el tiempo.

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