Escrita y dirigida por el consagrado director neoyorquino, la cinta recae en lo tragicómico de la vida y busca mostrar los bordes de dos universos, dos círculos sociales desde donde nacen los tipos de hombres que te amarán: clase obrera o clase alta. ¿Ético, ordinario y pobre, o refinado, criminal y rico?
Pero muchos señalan que la película representa un problema de identidad de la protagonista que no puede superar su pasado de dama millonaria devenida pobre, una habitante de Central Park (entre las obsesiones del director) que ahora se tiene que mudar a casa de su hermana Ginger (Sally Hawkins) en San Francisco, porque no tiene un centavo. Sólo le quedan las valijas de marca y algo de la ropa cara que usó en su vida anterior. Es viuda de un estafador, manipulador e infiel interpretado por Alec Baldwin.
Cate Blanchett interpreta a esta señora bien, Jasmine, una actriz increíble que sostiene un guión de la talla Allen; e historia, dirección y actuación se complementan y funden para sacarle brillo a un film que se postula entre los mejores del influyente y prolífico escritor estadounidense.
Jasmine intenta llevar una doble vida, por un lado la de la pobre y un tanto narcotizada mujer, quien bebe alcohol y se empastilla porque sufre de depresión, pánico y fobia; y por el otro, la de una mujer con clase que tapa el doloroso pasado de un marido que se suicidó en la cárcel. Segura que su hermana tiene un problema para elegir los hombres, critica sus elecciones, las que recalan en Chili (Bobby Cannavale), un mecánico sin modales que será el futuro esposo de la decepcionada Ginger, quien siguiendo consejos de Jasmine, atraviesa una infructuosa relación con un hombre dulce, un tipo bien, pero que esconde su estado civil. Chili se defiende argumentando que no es un ladrón como el ahora finado, quien les arruinó la vida a todos con operaciones fraudulentas.
¿Qué es capaz de hacer una mujer engañada? Este tópico lo sigue Allen y lo lleva al paroxismo. Nada en el film se puede predecir porque aunque se vale de ciertos parámetros sociales, la historia sorprende en su tratamiento y en el trabajo sobre lo estrictamente emocional y psicológico del drama.
¿Era tan estúpida Jasmine? ¿Está tan loca hoy? ¿Se equivocaba en sus pretensiones amorosas y en sus consejos?
Los expertos en citas y relaciones elaboran a menudo especie de identificadores para no meterse con el hombre equivocado. Apuntan a la búsqueda de factores generales que le permitan a una mujer equivocarse menos en sus elecciones amorosas para formar parejas felices. De esto también se hace eco la dama a la que se le vino abajo el mundo, como si fuese capaz de recomendar, cual especialista, y desde su misma caída, lo más o lo menos conveniente sin asistir a su propia autocrítica y llevándose por prejuicios de clase y recetarios estereotipados sacados de revistas para la mujer.
Aunque en el film las paradojas son múltiples, no se salva ninguna clase social pues a nivel género, se trabaja con lo mejor y lo peor de los universos y no se salvan, por igual, ni mujeres ni hombres de ningún sustrato o nivel condicionado tanto por lo cultural como por lo económico.
Es un film inteligente, trabajado desde la construcción de la estructura interna de la protagonista a partir de situaciones de la vida que se complejizan por diversos factores y que lejos de optar por la crítica social, busca ahondar en los laberintos de las emociones humanas. Sin embargo, Woody Allen no presenta una visión conformista e idealizada de la vida en Nueva York, muy por el contrario, se percibe un mundo fracturado y desfigurado por las desigualdades en donde se pierde la oportunidad de integración por las diferencias sociales entre unos y otros. El mito del sueño americano es deshecho y desestructura toda percepción idealizada de la vida en la ciudad, siempre bajo apariencias y falsas exigencias. Un planteo bastante político sobre el lugar que ocupa Nueva York en el imaginario colectivo. ¿Hay acaso una neurosis programada que obliga a vivir exitosamente o de lo contrario, se está obligado a mudarse a San Francisco, donde están los perdedores?
Jasmine es la versión femenina de Gatsby. Ambos viven en un mundo cooptado por el dinero desde donde se hace necesario vivir de ficciones para formar parte de ese retrato urbano y pintoresco que ofrece la posición social. Son en verdad, seres fantasmagóricos inventándose una realidad inexistente hecha de castillos de arena.
¿Son el buen gusto, el refinamiento y la belleza, bienes de los ricos? ¿O aventajan a los pobres porque pueden pagarlos y así, apreciarlos? ¿Es el amor un constructo que depende de la clase social? En el film no se ejemplifica para nada lo de «el amor sobre toda diferencia social», frase de un tema famoso de Rodrigo. Todo lo opuesto, las diferencias sociales profundizan las desemejanzas.
De excelente factura artística, nos hallamos una vez más, ante los difíciles caminos de la vida, impensados y ajustados a una pregunta válida: ¿por qué a mí me tuvo que pasar esto? El sabor final que nos queda es que nunca se sabe si fue mejor el remedio o la enfermedad.
Blue moon, you saw me standin’ alone
Without a dream in my heart, without a love of my own
Blue moon, you knew just what I was there for
You heard me sayin’ a prayer for
Someone I really could care for. Frank Sinatra