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domingo, noviembre 24, 2024

El que siembra vientos…

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El pez por la boca muere intenta reparar en la fragilidad del mensaje del presidente del partido justicialista, quien pareciera no apercibirse que su rol de primer magistrado nacional ha fenecido con la asunción de su señora esposa y que en nada contribuye a la salud institucional de la República la prosecución de la sociedad conyugal mas allá de las fronteras trazadas por la vida marital.

Para titular el presente artículo asomaban tres opciones: la escogida , “El pez por la boca muere” o “Haz lo que yo digo y no lo que yo hago”, dado la exacta graficación que títulos publicados por el autor durante la era kirchnerista entrañan para los momentos que se viven en el país, sumido en una absurda pulseada entre el gobierno y amplios sectores sociales que han adherido multitudinariamente a los reiterados reclamos del campo, donde el iceberg de la protesta se ha originado en las mal llamadas retenciones móviles establecidas en la mentada Resolución 125 del Ministerio de Economía de la Nación, que en rigor de verdad representan auténticos tributos a las exportaciones y que no ha podido desvirtuar su manifiesta tacha de ilegitimidad por un marcado vicio de inconstitucionalidad que enerva su validez jurídica.

El pez por la boca muere intenta reparar en la fragilidad del mensaje del presidente del partido justicialista, quien pareciera no apercibirse que su rol de primer magistrado nacional ha fenecido con la asunción de su señora esposa y que en nada contribuye a la salud institucional de la República la prosecución de la sociedad conyugal mas allá de las fronteras trazadas por la vida marital.

El ex presidente en el acto paralelo al del campo pergeñado con el claro objetivo de neutralizarlo, ha transmitido a sus seguidores, muchos de los cuales no concurrieron al mitin en forma espontánea, sino que fueron conducidos a cambio de “bonificaciones”, que la señora presidenta había expresado que sea cual fuere el resultado del debate parlamentario sobre las famosas retenciones, el gobierno acataría sumisamente el veredicto legislativo.

Es un secreto a voces para toda la sociedad argentina que el gobierno esperaba salir airoso de la contienda llevada a cabo en una maratónica sesión del senado y que concluyera a las 4 y 30 de la madrugada del día l7 de julio con un rotundo rechazo a la aventura confiscatoria oficial, merced al coraje cívico exhibido por el presidente de la cámara alta , resultado que más pasaba por una ficción que por una realidad, a juzgar por la obsecuente postura asumida anticipadamente por sus principales operadores políticos luego del ajustado resultado obtenido unos días antes en diputados.

No alcanzaron las sucesivas acciones oficialistas de los más variados matices, tendientes a cooptar la voluntad de los senadores indecisos, ni las espurias amenazas vertidas contra el vicepresidente Cobos, para torcer el curso inexorable de la historia. Al fin se impuso la cordura, la concordia, el sentido común, la búsqueda del consenso, del diálogo maduro, para dejar atrás la diatriba, la soberbia, el desencuentro entre los argentinos, que tanto afrentan la memoria colectiva de la patria.

Cuando aludimos a la célebre frase de “Haz lo que yo digo y no lo que yo hago”, estamos caracterizando las frecuentes contradicciones de Néstor Kirchner, en su remanida intención de desaprobar las conductas ajenas sin reparar en las propias, como por ejemplo, cuando sin rubor acusa a los dirigentes rurales de actos patoteriles, desestabilizadores y disociadores, olvidándose al mismo tiempo de actitudes de violencia repudiadas por toda la sociedad de estrechos seguidores suyos que se desempeñan como funcionarios públicos, dirigentes sindicales y sociales que gozan de escaso o casi nada consenso social.

El que siembra vientos cosecha tempestades, tiene que ver con el estilo confrontativo y para nada conciliador que constituye el sello distintivo del kirchnerismo y que ha llevado al país al borde de una fractura social bajo el trágico rótulo de falsas antinomias entre buenos y malos, entre demócratas y golpistas, entre ricos y pobres que lastiman sin piedad el tejido social haciendo más remota la tan ansiada reconciliación nacional.

A esta altura de los acontecimientos sufridos por los argentinos durante más de 4 meses de aciagos días y que desatara una crisis inédita en la Argentina y que sólo una auténtica y no declamada vocación dialoguista y democrática del gobierno hubiese permitido encontrar el camino de la concordia y el consenso nacional, desgraciadamente se optó por la salida más gravosa para los sectores más necesitados, el aumento desmesurado de la inflación, el incremento de precios en artículos de primerísima necesidad, el enfriamiento de la economía, la pérdida sistemática de oportunidades de inversión en el país y de aumentar progresivamente la oferta de alimentos requeridas con mayor intensidad en el mundo globalizado de la hora, son parte de los principales perjuicios que la crisis desatada ha producido a los argentinos.

Es hora de retomar el diálogo franco y fecundo entre los diversos sectores que componen la vida nacional, ocupando el centro del protagonismo el gobierno constitucional que ha sido elegido para guiar los destinos del país y que debe salir fortalecido institucionalmente ante el inequívoco mensaje de paz y trabajo desgranado por la inmensa mayoría del pueblo argentino, en donde se dejen de lado los prejuicios y las diferencias ideológicas entre congéneres, teniendo siempre presente que nadie puede arrogarse el sagrado privilegio de creerse el dueño de la verdad y que el derecho de unos termina donde comienzan los derechos de los demás, para de una vez por todas ser la Nación que todos los argentinos anhelamos y nos merecemos.

– Rodolfo Villalba Ovejero –

Abogado – Salta

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