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domingo, noviembre 24, 2024

¡El presupuesto de la Provincia es mío!

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Según el diccionario de la Real Academia Española la palabra impudicia significa indistintamente: descaro, desvergüenza, falta de pudor. La utilización de este término resulta muy atinada para referirnos a la tan reiterada conducta del señor gobernador de la Provincia y de sus funcionarios allegados de la mesa chica, cuando de manejo discrecional de los fondos públicos se trata.

El boletín oficial de esta semana da cuenta de la utilización dispendiosa y claramente impúdica del dinero del erario, mediante designaciones que muestran que la tan mentada emergencia económica rige solo para la gilada, mientras los dueños del poder se regodean en fáciles acomodos para parientes y allegados.

Mediante Decreto nº 2554 se designa a un doctor –sin que conste que el mismo tenga doctorado alguno- en cargo político de nivel 1 en la Secretaría General de la Gobernación, sin expediente que lo justifique y por la sola discreción de Urtubey y Simón Padrós, gobernador el primero y secretario general el segundo.

Sólo dos números de generosos decretitos más, mediante el 2556 se designa a otro doctor sin doctorado llamado Claudio Marcelo Fernández Esteban, de reconocido apellido en el ambiente oficial y con el recato de solamente darle nivel 2.

Por los decretos 2567, 2569, 2571 y 2573 el Ministerio de Derechos Humanos (identificado en el boletín como M.D.H. cuando la sigla debería tener dos “D” y dos “H”) ahora en cuarteto, se incorporan también sin expediente que los justifique, los señores David Brain Alan Tula, Mariela Adrián Cari, Mauricio Manuel Marquesto y Melisa Celeste Junco –también de apellido conocido- pero con apenas nivel 3, pobres ellos.

Como ya Salta les queda chica para las designaciones, por el decreto 2587 le dan a otro doctor sin doctorado de nombre Federico Hugo Prieto, un contrato de consultoría pero en la Casa de Salta en Buenos Aires. Parece que dentro del numeroso ejército de letrados con los que cuenta la Provincia ninguno daba el perfil, y hubo que contratar a un extraño. Total no es mi bolsillo pensarán.

Para que el novel consultor no aparezca tan aislado el secretario general de la gobernación firmó esta semana también el decreto nº 2584 por el que otorga prórroga de designación temporaria –créase o no- a su propia hija, la señorita Manuela Simón Padrós, convenientemente ubicada en aquella sede cuando se decidió a estudiar, para que el presupuesto familiar de la gente como uno se afiance un poco más.

En este caso, el boletín gubernamental que tiene la obligación de citar los decretos vinculados, léase de las designaciones anteriores, como referencia de orden para cotejar las normas interrelacionadas, omite toda referencia para no hacer tan evidente el cómputo del tiempo en el mamado insolente de la teta del Estado por esta familia ligada al poder político de Salta.

Para no desalentar la imprenta oficial, sigue la nómina de acomodos mediante el decreto 2596 para Cristina del Carmen Vera, y de esta manera la retahíla de erogaciones en cargos políticos se completa en la semana. Para fortuna de todos
nosotros el día Viernes han descansado las respectivas muñecas estos generosos funcionarios y aparentemente por haber comenzado antes el fin de semana, no han designado a nadie.

Con este panorama que nadie se atreva ni vayan a andar difundiendo estadísticas dudosas sobre el índice de desempleo en Salta, porque los funcionarios a cargo se esmeran todos los días en reducirlo, esforzando al máximo el túnel carpiano por el objetivo abuso en el manejo de la lapicera, y si no repasemos la lista que le acabamos de dar.

Con este ritmo febril que provocaría celos al mismísimo San Cayetano, en cualquier momento tendremos pleno empleo, y los lengudos que se atreven a medir las diferencias de porcentuales de formalidad e informalidad laboral en Salta con el resto del País, tendrán que llamarse a silencio y si se descuidan, hasta pedir disculpas.

Esta ironía en realidad la escribo –créame- sin convencimiento, porque en la práctica y vivencia de la realidad de denunciar estos atropellos he podido comprobar, aunque parezca increíble, que los aludidos hijos pródigos del tesoro Provincial cuando se enteran de que hay atrevidos que osan ponerlos en evidencia, en vez de avergonzarse de sí mismos, se ofenden.

Una prueba más de la delicadeza y puntualidad de la lengua castellana. Digo, porque en la primera acepción de impudicia –recordemos- está el descaro, que literalmente quiere decir desvergüenza e insolencia.

Es decir la misma conducta carente del más elemental decoro con el que se manejan a diario, haciendo del Estado su Estado, y llevando adelante el atropello grosero de crearse a ellos mismos una sociedad sin riesgos, con privilegios de clase odiosos y desmesurados, haciendo gala no solamente de una infinita insensibilidad sino principalmente de un objetivo desprecio por todos los demás.

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