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sábado, mayo 4, 2024

Atrayente concierto del Mozarteum

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Una de las cumbres de la producción mozartiana es sin duda, la Sinfonía nº 40 en sol menor. Luego vinieron “Los Preludios” probablemente el más atractivo de los trece poemas escritos por el notable Franz Liszt. El final fue estupendo.

Salta, octubre 2 de 2009. Teatro Provincial. Orquesta Sinfónica de Salta. Solista: Benjamín Moser (Alemania). Director: Luis Gorelik. Sinfonía nº 40 en sol menor op. 550 de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791). Los Preludios de Franz Liszt (1811-1886) y Concierto para piano y orquesta nº 2 op.21 en fa menor de Frédéric Chopin. Mozarteum Argentino Filial Salta. Temporada 2009.

Una de las cumbres de la producción mozartiana es sin duda, la Sinfonía nº 40 en sol menor. Entre los iniciados y habituales oyentes de música clásica, siempre primó el concepto de que si el gran público -uso la palabra “gran” en el sentido de cantidad- conoció la obra con esa horrible instrumentación que compuso un músico argentino so pretexto de su popularización, si la hubiera conocido como la sinfonía es realmente, seguramente la hubiera disfrutado igual o mejor. De todas maneras es una especulación y como tal debe tomarse. Lo cierto es que esta versión, mereció un prolijo trabajo conductivo. Es una obra cuya temática es verdaderamente hermosa y no carece de elegancia. Yo diría que por el contrario es junto a la última sinfonía del compositor de Salzburgo, o sea la nº 41, una de las cimas de la producción sinfónica del autor.

Luego vinieron “Los Preludios” probablemente el más atractivo de los trece poemas escritos por el notable Franz Liszt. En este trabajo compositivo no solo reina la inspiración sino que permite un lucimiento casi ilimitado del sonido orquestal. Es música programática tales desde que se basa en expresiones literarias. Los metales no pueden equivocarse y no solo reinan a lo largo de su contenido sino que maderas y cuerdas aparecen por momentos como meros acompañantes de su espléndido y majestuoso sonido. No obstante hay pasajes de extremo lirismo a cargo de sus distintos grupos de cuerdas. La percusión está tratada como rúbrica de no pocos momentos de la obra y sirvió para lucir Martin Misa. Hay una dualidad de criterios en cuanto a la fuente de esta breve pero frondosa catedral del sonido. Están los que opinan que se basa en unos versos de Lamartine y están los que piensan que la inspiración viene de unos poemas de Autran referidos a Los Cuatro Elementos que generó otras tantas páginas para coro donde se pueden encontrar materiales temáticos comunes a ambas obras. En lo personal y ante la indefinición del origen, me quedo con la segunda idea que intenta relatar instantes de la Creación que termina con la concepción del Hombre. Gorelik intentó desde el misterioso inicio por una exposición algo lenta pero mas majestuosa, desde que en total dura unos diecinueve minutos contra los habituales diecisiete.

El final fue estupendo. Benjamín Moser, alemán, hermano de Johannes, el extraordinario violonchelista que nos visitara años anteriores, se puso toda la noche en el bolsillo. Su toque fue tan convincente que hasta los oyentes que frecuentan poco las actuaciones de la orquesta quedaron impresionados. Su sonido fue un terciopelo. Buscó cierta intimidad en la comunicación artista-público sin descuidar la esporádica vitalidad que surgen del nacionalista polaco que fue Chopin. Fluido y expresivo, llegó a darse el lujo de mostrar un carácter vencedor que su apasionado decir, no esconde en absoluto. Un detalle. El autor dominaba el arte de instrumentar. En sus dos conciertos para piano y orquesta, el solista es la figura y el resto de los músicos deben dedicarse a brindar el necesario marco sonoro. Moser contó en la oportunidad con un Gorelik que cuidó ese detalle.

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