Esta noche hubo varios lucimientos. Primero la del maestro Luciano Garay que preparó y condujo con brillantez y acabado conocimiento el Coro del Instituto de Música y Danza de la Provincia, un grupo de cantantes macizo, sólido, poderoso, de afinación precisa, con entradas y cierres de frase impecables,
El elenco irreprochable, la música de Cilea, compositor de Calabria está tan bien construida que parece envolver el canto de los protagónicos, la orquesta impecable y la dirección del maestro Jorge Lhez con una solvencia tal que el desarrollo total de la obra no solo carece de baches sino que brinda el camino perfecto para transitar los pasajes del drama.
La llamada “Música Antigua” se ubica entre los años 1000 al 1600 o sea el extenso período de seis siglos que viene desde la Edad Media hasta el Renacimiento, un lapso no tan conocido por músicos y público en general, previo a los más identificados Barroco, Clásico y Romántico en adelante. En ese lapso aparecieron apellidos ilustres que se oyen hasta nuestros días como el sacerdote francés Guillaume de Machaut, el italiano Giovanni Pier-Luigi da Palestrina o el sacerdote español Tomás Luis de Victoria.
Se lucieron Emilio Lépez y Paula Daffra (oboes), Eugenio Tiburcio y Fernando Jimenez (clarinetes), Francisco Aray y Luis Flexer (fagotes), Pablo Ahumada y Dimitar Diamandiev (cornos), todos de elevado nivel.
Como sucedió con otras obras de la música universal, el estreno de la ópera fue un fracaso aunque luego fue reconocida como la obra maestra del prolífico Rossini, cualidad que mantiene hasta hoy. La obra es hilarante y la melodías rossinianas tienen espontaneidad y finura.
Apareció en escena por tercera vez en estos ultimo seis años Erzhan Kulibaev, el magnífico violinista nacido en Kazajistan y radicado en Madrid. Ya he hablado largamente de su enorme talento.
La perfección del 443 está destinada a un solista de alto tango y la orquesta local lo tiene en la figura de Cecilia Borzone, cuyo fraseo, ataques, ligaduras, cortes y lectura fueron deslumbrantes. Su entendimiento con el maestro visitante fue irreprochable y la compañía de un ripieno de veinte músicos brindó un marco lujoso para su inobjetable solo.
La obra es una de las escritas catorce años antes de su traslado definitivo a Leipzig, aunque ya revela el profundo conocimiento que Bach tenía del complicado contrapunto barroco. Hay una frase filosófica que dice todo: “la música de Bach da la idea del orden supremo de las cosas”.
Irreprochable la marcación de Yeny Delgado que llevó a la orquesta a una ejecución de una partitura más que interesante pensada para los diferentes cuadros del argumento, sabiamente ejecutados por el Ballet Folclórico.