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sábado, abril 27, 2024

“Comando Libertadores de América”: la avanzada del aparato represivo que las Fuerzas Armadas implementaron luego del golpe de estado

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En la memoria colectiva de los argentinos el 24 de Marzo de 1976 es el día en que las Fuerzas Armadas asaltaron y tomaron el poder político del país, suprimieron el estado de derecho y pusieron en marcha un plan sistemático de secuestros, torturas y desaparición forzada de personas, basado en directivas secretas de los altos mandos militares.

El Peronismo, que sin dudas fue la expresión política que más víctimas tuvo como consecuencia de esa represión clandestina, consideró siempre al mayor Bernardo Alberte como la primera víctima del genocidio implementado ya que este militar retirado, que había sido delegado del General Perón en los años de la Resistencia, fue asesinado por un grupo de tareas de la Armada a la una de la madrugada de ese triste día, luego de que lo arrojaran por el balcón del departamento en el que vivía en la Capital Federal.

Sin embargo las fuerzas militares como tal, en los meses previos al golpe ya habían asesinado a decenas de militantes populares en distintos operativos clandestinos pero siguiendo una metodología similar, lo que se constituyó en la antesala de lo que conocimos después y, tal vez, la puesta a punto de la futura maquinaria asesina. Y no estamos hablando del accionar de la Triple A, la organización para-policial nacida en el seno del ala más fascista del Peronismo cuyos jefes máximos eran José López Rega y el comisario Rodolfo Almirón. Recordemos que el General Videla y los otros altos jefes militares, con la Constitución Nacional aún vigente y disfrazados ellos mismos de constitucionalistas, criticaban permanentemente a la Presidente Isabel Perón por la existencia de esos grupos para-oficiales que actuaban al margen de la ley.

El 16 de diciembre de 1975 –tres meses antes del golpe militar- en el Campamento Vespucio (en el norte salteño) fue secuestrado y luego asesinado Pedro Urueña, un médico del Hospital de YPF de ese lugar.

Pedro militaba en la Juventud Peronista Regionales, que respondía políticamente a la Organización Montoneros, y, al momento de su muerte, hacía un tiempo que por elección propia había dejado la militancia activa igual que muchos de sus compañeros. El motivo de este alejamiento progresivo tenía que ver con la decisión que “la Orga” había tomado en Setiembre del ’74 de pasar a la clandestinidad y reiniciar la lucha armada, lo que dejaba a los militantes comunes que no habían querido asumir o no compartían esa decisión en un desamparo completo no tanto frente a las fuerzas represivas legales, obligadas a actuar en el marco de las garantías constitucionales, como al accionar de la “Triple A”.

El asesinato de Pedro fue reivindicado por una banda de nombre desconocido a ese momento: el “Comando Libertadores de América”. Hasta ese momento los salteños conocían los asesinatos cometidos por la banda de López Rega en Buenos Aires y las principales ciudades del país, pero la mayoría no sabía de la existencia de otra organización de ultraderecha.

Según el testimonio de viejos vecinos de Mosconi, Vespucio y Tartagal, el comunicado del grupo asesino decía que a esa “ejecución” sobrevendrían otras, y mencionaba dos nombres: “Menena” Montilla y Jorge Santillán, también militantes de la Juventud Peronista. “Menena” se ganaba su sustento como asistente social en el Hospital Zonal de Tartagal y Jorge trabajaba como mecánico en los talleres de YPF en General Mosconi. Sus medios de vida y la familia que debían mantener les impedían abandonar su terruño y emigrar del país, hacia Bolivia por ejemplo que era la vía de escape más cercana. Eran dos “laburantes”, igual que lo había sido Pedro Urueña.

El 13 de Marzo de 1976 –once días antes del golpe- se produjo el secuestro de “Menena”: un grupo de varios hombres encapuchados llegaron a la casa que alquilaba en Tartagal y después de golpearla delante de sus hijos la subieron a un automóvil Torino y se la llevaron. Su cadáver apareció luego con graves destrozos en proximidades de Coronel Cornejo, un pueblo al sur de Mosconi. Otra vez el hecho fue reivindicado por el “Comando Libertadores de América”. Según los mismos vecinos recuerdan, en una lista dejada cerca del cadáver aparecía tachado el nombre de la señora Montilla y se veía a continuación el de Santillán.

Finalmente le tocó el turno a Jorge Santillán, siempre con el mismo modus operandi: secuestro, asesinato y destrucción del cadáver cometidas por individuos con alto entrenamiento militar. Esta vez nadie firmó la “ejecución”: el asesinato fue cometido el 10 de Agosto de 1976 –cuatro meses después del golpe-.

Según afirma el periodista Ceferino Reato en su libro “¡Viva la sangre!” el “Comando Libertadores de América” fue creado por la cúpula del Tercer Cuerpo del Ejército con asiento en Córdoba, cuyo jefe máximo era el General Luciano Benjamín Menéndez, y sus integrantes eran todos cuadros de carrera del Ejército. El jefe operativo era el Capitán Héctor Vergez y su misión declarada era la eliminación física y por fuera de la ley tanto de los cuadros guerrilleros de Montoneros y del ERP como de militantes de izquierda aunque no tuvieran relación con la lucha armada. El primer operativo lo realizaron el 03 de Diciembre de 1975 y consistió en el asesinato de nueve jóvenes estudiantes universitarios en la misma ciudad de Córdoba, algunos de ellos sin tener siquiera militancia política.

En los juicios de lesa humanidad de los últimos veinte años seguidos contra los asesinos del Proceso, se pudo comprobar que Jorge Santillán fue secuestrado por militares del Regimiento 28 de Monte de Tartagal, cuyo jefe en aquel momento era el Coronel (luego General) Héctor Ríos Ereñú. Un testigo vio a Jorge cuando lo introdujeron muy golpeado al cuartel y luego, cuando antes del amanecer, fue sacado para llevarlo a un paraje alejado y asesinarlo. No cabía duda de que el asesinato de Santillán tenía el sello de los “Libertadores”, todo coincidía, solo que esta vez estaban trabajando con total impunidad y zonas liberadas. En cuanto al Regimiento de Tartagal dependía orgánicamente del Tercer Cuerpo del Ejército, es decir que estaba bajo la cadena de mandos en cuyo vértice estaba el General Luciano B. Menéndez.

Cuando, en la madrugada del 24 de Marzo, Videla, Massera y Agosti daban a conocer el “Comunicado nro.1” del Proceso de Reorganización Nacional, hacía ya cuatro meses que el plan de extermino había sido puesto en marcha y las víctimas se multiplicaban por todo el país. Las órdenes de los altos mandos eran claras, pero eso sí, no debía haber registros de la masacre. En cada directiva a los Grupos de Tareas estaba implícita la recomendación con que Heinrich Himmler, 40 años antes, aleccionaba a sus tropas de las SS nazis lanzadas a la represión interna: “De noche y, en lo posible, cuando haya niebla”.

– Oscar González (El Tala)

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