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lunes, noviembre 25, 2024

Después de Bin Laden, el «Chapo Guzmán»: La caída del más buscado

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Su captura días atrás en el balneario mexicano de Mazatlán ha significado un sacudón a su organización, el Cartel de Sinaloa, un golpe publicitario para el nuevo presidente Peña Nieto, y vuelve a plantear una pregunta cada vez más acuciante: ¿se puede ganar la guerra contra las drogas?

«Yo soy un agricultor/mis aviones y mis ranchos/con maíz los he comprado». Así reivindican a Joaquín Guzmán Loera Los Tucanes de Tijuana, una de las decenas de bandas de «narcorridos» que han compuesto odas al máximo exponente del tráfico de drogas de las últimas décadas y que ostentan nombres como «Los Alegres del Barranco» o «Calibre 50». Es que el narcotráfico en la zona fronteriza entre México y EE.UU. es un fenómeno cultural tan arraigado que incluso el gobierno local de Sinaloa prohibió este tipo de música que eleva a estatus de leyenda a figuras como el «Güero» Palma, «La Barbie» Valdez o «El Ingeniero» Arellano.

Pero la historia del «Chapo» es un capítulo aparte. Hijo de un modesto empleado de gomera en Badiraguato, Sinaloa, creció en la absoluta miseria, hasta que comenzó a trabajar como asistente de Miguel Ángel Félix, ascendente capo del Cartel de Guadalajara. Sus contactos con la mafia colombiana, y la caída de Félix a manos de la Policía en 1989 le abrieron una puerta que aprovechó al máximo. Hoy su organización controla entre un 30 y un 50% de la cocaína que ingresa a Estados Unidos, y además ha diversificado sus intereses a productos como la heroína y la metanfetamina. La revista Forbes lo colocó en su lista de los más ricos del mundo por cuatro años consecutivos, entre el 2008 y el 2012, con un patrimonio de más de 1,000 millones de dólares. Todo un emprendedor.

Pero el éxito y la fortuna también traen problemas. En la caso de Guzmán primero fue la competencia de grupos rivales como el cártel de los Beltrán Leyva, el de Tijuana o los Zetas, un grupo de exagentes de una brigada de elite del gobierno mexicano que un buen día decidió dedicar su entrenamiento a negocios más rentables.

Y como si eso fuera poco, luego vino la guerra con el gobierno mexicano. Así se produjo su primera caída en prisión en 1993, desde donde siguió manejando con escandalosa libertad sus negocios ilegales, hasta que en vísperas del cambio de gobierno y la llegada de Vicente Fox al poder, decidió cambiar de aires y fugarse del penal de Puente Grande en 2001. Esa fuga cinematográfica acrecentó su leyenda y su estatus de icono cultural, a niveles impensados. En estos años se han tejido todo tipo de leyendas, como que aparecía de golpe en elegantes restaurantes de México, donde tras «pedir» los celulares a los comensales, disfrutaba de la velada y se retiraba pagando la cuenta de todos los presentes. Tuvo nueve hijos, y varias mujeres, entre ellas una exreina de belleza.

Se sabe que en 2010 vivió casi ocho meses en Argentina, y se sospecha que sus ramificaciones financieras llegaron incluso hasta Uruguay.

Por encima del «glamour» y la mitología popular, la realidad es que Guzmán es un criminal sangriento y despiadado. La guerra contra el narco, lanzada por el expresidente mexicano Felipe Calderón desató un conflicto que se estima ha dejado ya más de 70 mil asesinados, y 25 mil desaparecidos. Cifras que empalidecen ante la forma cruenta en que operan estas bandas de traficantes, que gustan exhibir sus «ajusticiamientos» en videos e imágenes repugnantes que proliferan en Internet.

La pregunta que deja todo esto es si la captura de Guzmán será un golpe duro contra el tráfico de drogas. La evidencia no parece alentar el optimismo. Un trabajo realizado por el Departamento de Fronteras de EE.UU. comparó las cantidades de droga requisadas en todo 2010, un período en el que al menos 11 altos traficantes fueron apresados, y mostró que las mismas no sufrieron modificaciones importantes. Por otro lado, es posible que la captura de Guzmán atomice su grupo, y aliente a otros jugadores menores a salir a pelear por el espacio vacante del negocio, con el consecuente aumento de violencia y muerte.

Es la ley implacable del mercado. Mientras haya gente dispuesta a pagar por un producto que deja enormes márgenes de ganancia, habrá otros dispuestos a arriesgar todo para proveerlos.

La organización del «Chapo» Guzmán controla casi el 50% de la cocaína que ingresa a EE.UU. y se afirma que tiene ramificaciones en Argentina y hasta en Uruguay.

– El país

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